Lunes, 23 de diciembre de 2024

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Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día

por Dentro, muy dentro de ti

Es domingo: Contemplar y Vivir
el Evangelio del día
 
Inicio: Ven Espíritu Santo…Renuévame por dentro…Hazme capacidad para tus dones y generosidad para compartirlos… Mi riqueza eres Tú…Amor del Padre y del Hijo derramado en mí…, dentro de mí… Deseo y quiero ser dócil… Aquí estoy…
                                                                                                                     
Leer despacio el texto: Lucas 12,13-21
 
Entonces le dijo uno de la gente a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.» Él le dijo: «Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros? Y les dijo: “Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes”. Y les propuso una parábola: «Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha." Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente." Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será los que has preparado? Así es el que atesora para sí y no es rico para Dios”.
                                                                                   
Contemplar
 
Sigue Jesús en camino hacia Jerusalén y en él dándonos una serie de enseñanzas válidas para todos. Tenemos que pensar, meditar y contemplar en ellas, pues en ellas nos va la vida, la humana y sobre todo la cristiana. Pues somos discípulos-misioneros de Jesús, del Evangelio. Dicen los entendidos que “el Evangelio de hoy es muy adecuado para reflexionar sobre el significado de los bienes en el contexto de la gran enseñanza sobre el seguimiento de Jesús que el evangelio, según Lucas, nos va ofreciendo”.
<>Sitúate muy junto a Jesús, entre los demás y no te pierdas nada: mira su mirada, atento a sus palabras, observa todos sus gestos; y así también de los otros. Jesús lo tiene claro: no quiere ser juez de nadie ni repartidor de herencias: le importan sobre todo el Reino que ha venido a proponer a los hombres. Ya lo dijo en más de una ocasión: el Hijo del hombre no ha venido para juzgar y condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. De ahí su pregunta. Y lo mejor es que toma pie de ese hecho para enseñar algo muy importante con relación al Reino de Dios. A esto has de estar muy atento y no perder palabra sin pestañear:
<>Mirad: guardaos de toda clase de codicia. ¡La codicia! Ese afán por la riqueza superflua, que no cesa y por eso afana, punza, desgasta y nunca acaba. ¿Qué sentido tiene? Porque la vida temporal no depende de lo que pueda tener un hombre. ¡En absoluto, vamos! La acumulación de bienes, la herencia, la fama, etc., no entran en la escala de valores de Jesús. ¿Cómo me encuentro yo en este punto? ¿Busco lo que es superfluo en mi vida? ¿Lo guardo? ¿Para qué? ¡Lo superfluo es de los necesitados! Piénsalo bien ante Jesús, que hoy le oyes decirte a ti estas palabras. Ponlas en tu corazón y repásalas despacio… ¿Qué le puedo contestar?...
<>Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes. He aquí la razón por qué la codicia es estúpida. Aunque uno tenga muchos bienes, su vida no va a ser mejor o más feliz, o ¿le servirá para estar sano y no morir? Los bienes muchas veces ciegan el corazón y le impiden ver la necesidad y vivir el amor solidario. Y esto hace infeliz al hombre. ¿Qué siento cuando releo esta frase desde el corazón? ¿Me da paz o inquietud?
<>Jesús, hábil como nadie para inventar historias sencillas que lo dicen todo en pocas palabras, les propuso una parábola… No necesita explicación: poner la confianza en falsas seguridades es una tragedia. Léela. Es clara y contundente, en ella se ve que la codicia del hombre es y trágica y busca ser omnipotente: tener más y más, para vivir alegremente sin dar un palo al agua. Para nada piensa en los demás. Busca la total seguridad personal. ¡Es pura codicia y avaricia! No caigamos nunca en esta trampa. Es esclavitud total e impide la verdadera libertad del corazón. ¿Dónde y cómo está mi libertad de hijo de Dios? El texto, como ves, en su infinita sabiduría no nos prescribe ninguna respuesta específica a nuestras preguntas sobre los bienes. La respuesta la tengo que dar yo, cada uno…
<> Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será los que has preparado? Se reafirma la necedad de acumular bienes por dos razones: una, esta noche… indica la fugacidad del tiempo, y que la vida puede terminar en cualquier instante…, y otra,  para quién serán…, que las cosas no nos las llevamos con nosotros… ¿No es todo eso una gran verdad que nos ha de hacer relativizar todas las cosas? Relativizarlas con respecto a Dios y a los demás. ¿Sé yo relativizar así mis posesiones y previsiones, pocas o muchas? Vale para todo.
<>Y todavía afirma el Señor: Así es el que atesora para sí y no es rico para Dios”. Piénsalo bien. Yo no soy el centro de todo. Es un engaño acumular bienes materiales: ¿para qué?, ¿para quién? Incluso querer acumular méritos ante Dios, también eso es un atajo equivocado que no conduce a la plenitud humana y menos cristiana, que es la santidad. La verdadera riqueza es la Verdadera Vida: el encuentro con Cristo Jesús, en sabernos amados gratuitamente por Él… Y vivirlo todo desde Él. Jesús es nuestra riqueza. Jesús es el gran tesoro y la comunión con él, la perla preciosa. Todo está aquí.
Vivir
 
>Aprender a ver cómo la propia vida y la de los otros “está con Cristo escondida en Dios” es la sabiduría que nos vuelve profundamente ricos para Dios. ¿Qué es la riqueza que yo valoro y acumulo? ¿Cosas, bienes? ¿O busco sobre todo y en todos a Jesús?
 
>Nosotros que nos llamamos creyentes, ¿nos enriquecemos con los valores de Jesús y repartimos como Él nos enseña, lo que hemos recibido? La   capacidad de amar, la capacidad de misericordia, por ejemplo…
 
>¿Qué es lo que verdaderamente me mueve: la avaricia, la codicia, o la generosidad, que hace más grande la capacidad de compartir, la capacidad de hacer el bien con lo que tengo…?
 
 >¿Crees que la avaricia tiene algo que ver con la condición social en la que uno se encuentra?
 >¿Crees en la providencia divina?
>¿Eres consciente de que lo que tienes viene de Dios, o te sientes dueño absoluto de tus bienes?
 
>Para ejercitarme durante toda esta semana: Jesús, tú eres mi riqueza… Jesús, tú eres mi riqueza… Y desde ahí hazte derroche para los demás con los dones que el Señor te ha regalado…
 
 
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