Miércoles, 06 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Es domingo: Complar y Vkivir el Evangelio del día

por Dentro, muy dentro de ti

Es Domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio
del día
 
Inicio: Ven Espíritu Santo… Que tus gemidos inefables sean mi oración… ¿Podrá ser?… Ven, Espíritu Santo y enciende en mí el fuego de tu Amor… Ven… Quiero ser obra tuya… Ven…
 
Lee despacio el texto: Lc 11,113
 
Una vez estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos”. El les dijo: «Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación."» Y les dijo: «Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: "Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle." Y, desde dentro, el otro le responde: "No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos." Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»   
 
Contemplar
 
<>¿Cómo sería la oración del Maestro? Esta es la pregunta que hoy tengo que hacer al Señor. Para eso me detengo a contemplar a Jesús en oración.  Hoy somos nosotros aquellos discípulos que se reúnen en torno a Jesús que ora en solitario. Ponte a su lado, muy cerquita, y observa, mira su rostro y su figura, despacio, de arriba a abajo, sin afán de curiosear, tan sólo dejarse fascinar, impregnar del Jesús orante… Recoge con paz todas tus energías, cualquier pensamiento, toda ocupación o preocupación,  las esperanzas, los deseos, las dificultades, los sufrimientos… Mirando con los ojos de la fe y del corazón…Sigue tan solo ahí, así… La presencia y la figura de Jesús orante, ¿qué te dice o sugiere? Simplemente está en oración, en relación amorosa con su Padre, pues es el Hijo Amado, vuelto siempre al Padre. ¿No te sugiere nada? ¿De verdad? A los que le acompañan sí les dice, y mucho; la oración que Jesús transmite a los suyos se convierte para ellos en la expresión característica de su ideal y de su identidad, del modo de relacionarse con Dios y con los suyos. Por eso, al terminar Jesús, uno le dijo inmediatamente: “Señor, enséñanos a orar…” Pídele tú lo mismo… ¿O estás satisfecho con tu oración? ¿Seguro?... ¿Es la tuya una relación de hijo amado con tu Padre Dios? Tendría que empezar a serlo… Inténtalo…
<>Cuando oréis, decid: Padre… Jesús responde enseñando el Padre nuestro. A buen seguro: el contenido de esa oración tan simple, tan bella, tan rica de sentido era el fuego ardiente que abrasaba el Corazón del Hijo, y más cuando estaba en relación íntima, personal, solitaria, y de Corazón a Corazón, con el Padre. Ese ha de ser el contenido de la oración del discípulo, el que ha de abrasar su corazón y con él abrazar el Corazón del Padre y el de los hermanos: así se convertirá siempre más hijo del Padre en el Hijo Amado, y discípulo de Jesús Maestro y Señor, en oración. Un corazón abierto a Dios y a todos los demás, un corazón vuelto y donado en gratuidad a Dios y a los demás, también en oración y siempre a partir de la oración… Tienes la oportunidad te intentarlo hoy y de practicarlo día a día… Ahora, con los ojos en el texto y el corazón pegado al Corazón del Señor, repite despacio cada una de las peticiones de la oración que Jesús les enseñó a los discípulos… No tengas prisa…
<>Repite con humildad una y otra vez: Padre… (No hay testimonios seguros de que los hebreos de la época usaran el llamar a Dios con el íntimo, confidente y cariñoso “abba”. Este término no es otra cosa que la enfatización del arameo “ab”, el término familiar y respetuoso usado para el padre terreno). El hecho de que Jesús use este término para dirigirse al Padre llamándolo abba manifiesta el nuevo tipo de relación que Él, y por tanto sus discípulos, -tú y yo-, instauran con Dios: una relación de cercanía, familiaridad y confianza. En intimidad con el Padre, vive ahora esa cercanía, familiaridad y confianza. Ha de ser una constante en tus relaciones con Él… Pero hay que practicarlo, hacerlo propio, vivirlo… ¡No tardes más en intentarlo! Muchos aún –no seas tú de esos-, no son conscientes del gran regalo que nos hizo Jesús autorizándonos a llamar a Dios Padre, (Abba), como hacía Él. Nos hemos acostumbrado a hacerlo y le damos importancia. ¡Esa debería ser nuestra oración! ¡Y basta!
Celina, hermana de Teresa de Niño Jesús, entró un día en la celda de ésta y quedó impresionado por su expresión de enorme recogimiento. Cosía con fruición y, sin embargo, parecía perdida en una profunda contemplación. “En qué piensas”, preguntó. Ella respondió: “Medito sobre el Padrenuestro”. ¡Es tan dulce llamar a Dios nuestro Padre”! Y unas lágrimas brillaron en sus ojos. ¡Teresa del Niño Jesús sabía cultivar el asombro! Por eso, podemos y tenemos que afirmar que el único estilo correcto entre los cristianos es el los hijos que obran bien, movidos solo por el amor y el deseo de complacer a su Padre. Llamar Padre a Dios cuando rezamos, debe recordarnos que somos sus hijos, objeto de su amor entrañable, e imitadores de tanta bondad y amor entregado, derrochado hacia Él y los demás…
<>Además, Jesús les dijo: Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la noche… Amigo: otro rasgo significativo de Dios… ¿Dios Padre y Amigo? Sí, por cierto; ¡y muy íntimo, confidente, de oído y corazón abiertos y a todas horas disponible! ¿Practico esa amistad con Él? Si no, ¡cuánto me pierdo! Lee despacio la enseñanza que da Jesús a sus discípulos sobre este amigo, su amistad y de lo que es capaz con el amigo necesitado con eres tú… “Les dará cuanto necesiten”. ¿Lo has pensado?…
Pues mira: el hombre que de noche corre al amigo es la figura del discípulo de Cristo, llamado a orar a Dios siempre y en cualquier lugar, insistentemente, con la confianza de ser escuchado, no porque lo ha cansado, sino porque Él es un Padre misericordioso y fiel a las promesas. No falla. No puede fallar. No quiere fallar.  
Esta parábola o semejanza sirve, por tanto, para explicar con qué disposición el verdadero discípulo debe rezar el “Padrenuestro”: con una confianza total en Dios, Padre amable y justo, amigo fiel y confidente…, confianza que le lleva a una cierta desfachatez, o sea, a “molestarlo” en cualquier momento, de día y de noche, y a insistir ante Él de cualquier modo, con la certeza de ser escuchado. Que te quede esto muy claro: la confianza del orante es la que abre las puertas del corazón del Padre y es precisamente su identidad de Padre que ama llevar en brazos a sus hijos y consolarlos con la ternura de una madre (cfr Isaías 66, 1213) lo que debe nutrir la confianza de los cristianos. ¿Cómo es mi confianza cuando oro, cuando pido?... ¿O es rutina?...
Dios, mi Padre-Amigo, es un Padre que ama recibir las peticiones de sus hijos, porque así demuestran su confianza en Él…;  porque para pedir se acercan a Él con el corazón disponible…;  porque esto le empuja a mirar su rostro manso y amable…; porque haciendo así (aunque indirectamente) manifiestan creer que Él es verdaderamente el Señor de la historia…, y sobre todo, porque esto le da la oportunidad, siempre deseada por Dios, de demostrarles hasta la evidencia, abiertamente,  su amor delicado, atento, libre y sólo orientado al bien de sus hijos. ¿Cómo no voy a tener confianza en Dios? ¿Cómo no le voy a pedir? ¿Cómo no voy a insistir?...
Te diré más. Lo que al Padre le disgusta, no es la insistencia o indiscreción de los hijos en el pedir, sino el hecho de que no le pidan bastante, permaneciendo, modositos, silenciosos y casi indiferentes con Él, situándose lejos y  a distancia con miles excusas, entre otras: de respeto, de excusas, etc., porque “Él lo sabe todo”. ¿Tengo yo ese modo de obrar con Dios, más de bastardo que de hijo, más de temor que de amor, más de fe cobarde que valiente y audaz? ¡Cuanto antes, será bueno abandonar esa actitud, si la tuviese!
<>Por eso añade Jesús dos cosas importantes:
Una, concreta como ha de ser la insistencia en la oración: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre.
Mira el rostro de Jesús y su Corazón… Ábrete sin prejuicios, con confianza y escucha sus palabras desde la hondura de tu corazón, ¿qué te dicen?
Lo propio nuestro es pedir con una fe total (=fiarse de Él, confiar en Él, abandonarse a Él); buscar con sinceridad (=desde los deseos más hondos del corazón, lleno de una esperanza segura de que acontecerá, y llamar con decisión (=un amor ardiente y vigoroso, capaz de que le sean abiertas todas las puertas… Detente y practica esta experiencia de petición constante, que no es machaconería personal, sino bondad generosa de Dios contigo y para ti. Lo tuyo, y lo mío es eso: pedir…, buscar…, llamar… ¡Hazlo! ¡No es magia!
Y dos, Dios siempre quiere y hace lo mejor para nosotros: Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?
Cae bien en la cuenta: lo propio de Dios es dar, dejarse hallar, abrir…; lo nuestro exponernos a eso y consintiendo que acontezca en nosotros. Y las cosas buenas que el Padre-Dios, Amigo y Amor nos entrega, nos regala como respuesta a nuestra petición es el Espíritu Santo. En Él está centrado y contenido todo lo bueno y lo mejor para nosotros. Habitando en nosotros nos va guiando en base a su Luz, y en base a su Amor va formando en nosotros a Cristo, haciendo nuestro corazón y nuestra vida más semejante a la suya, y haciéndonos obrar conforme a sus criterios propios del hijo amado del Padre. ¿Quieres más? Todo esto requiere una acción receptiva de tu parte. Intenta ahora conectar con ese Espíritu que vive en ti y con gemidos inefables ora en ti… Sin esfuerzos voluntaristas Eso sí: vaciándote cuanto puedas de ti, déjale, consiente en su acción amorosa dentro de ti… Contémplale en ti… Y en los demás también…
 
Vivir
 
* ¿Qué es la oración para mí: una obligación? ¿Una pausa para la búsqueda de mi mismo? ¿La presentación a Dios de una lista de peticiones? ¿Un descanso en compañía del Padre? ¿El diálogo sencillo y confiado con Aquel que me ama?
 
* ¿Cuánto tiempo dedico a la oración: cada día algunos momentos? O, más bien, ¿cada semana o una vez al mes? ¿Ocasionalmente? ¿Sistemáticamente? ¿Espero el “sentir deseos “de rezar?
 
* ¿Con quién me encuentro cuando rezo: mirando a lo profundo de mi mismo, en la oración hablo con alguien al que siento como juez o como amigo? ¿Lo siento “igual que yo” o lo considero “santo”, infinito o inalcanzable? ¿Está junto a mí, o lejano e indiferente? ¿Es mi Padre o es mi patrón? ¿Se ocupa de mi o “va a sus cosas”?
 
* ¿Cómo rezo: uso de modo algo mecánico fórmulas prefijadas? ¿Rezo con versículos de salmos o de otras páginas bíblicas? ¿Con textos litúrgicos? ¿Prefiero una oración espontánea? ¿Recurro a largos textos de bellas palabras o prefiero repetir una breve frase? ¿Cómo utilizo la “oración del Señor”? ¿Me recojo con frecuencia para invocar a Dios en cualquier necesidad o a alabarlo en la liturgia o a contemplarlo en el silencio? ¿Consigo orar mientras trabajo o cuando estoy en cualquier lugar o sólo cuando estoy en la iglesia? ¿Consigo hacer mía la oración litúrgica? ¿Qué puesto tiene la Madre de Dios en mi oración?
 
Pedid, buscad, llamad (Lc 11,9)
 
Señor:
No quiero pedirte nada.
Querer como tú quieres y
Amar como Tú amas.
Esto solo me alcanza.
 
Señor:
Buscar, siempre buscar.
¿Buscar qué? ¿A quién buscar?
Como Tú, buscar al otro, a Dios, (a Ti),
en los demás. Basta eso, ¡por lo demás!
 
Señor:
¿Llamar cómo y dónde llamar?
¿Con gemidos, con susurros, con silencio…?
El corazón solo oye y abre al amor:
Basta para juntos cenar y los dos gozar en Amistad.  
   (Gregorio Rodríguez)
 
 
 
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