Miércoles, 06 de noviembre de 2024

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La oración es dejarse amar

por Dentro, muy dentro de ti

La oración es dejarse amar
 
Ya lo sabes: la oración es la relación viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo. ¿Y qué es esa relación viva, sino el Amor que se me regala y en humildad y pobreza intento acoger? De este modo se da la unión de la Santísima Trinidad toda entera con el espíritu del hombre todo entero (San Gregorio Nacianceno).
 
Es más. Si el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado (Rm 5,5), la oración… saca todo del amor con el que somos amados en Cristo y que nos permite responder amando como Él nos ha amado. El amor es la fuente de la oración: quien bebe de ella, alcanza las cumbres de la oración (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2658).
 
Orar, pues, es dejarse amar. Sin ser esto nada extraño y oscuro, si nos resulta comprenderlo y más todavía vivirlo. En la vida diaria, extrañamente, nos cuesta dejarnos amar: tenemos siempre puestas a punto las defensas, como si eso fuera un gran peligro y una no pequeña debilidad. Nos equivocamos del todo. Y, claro, a la hora de orar, que es encuentro de amor en fe, ni idea; ni nos sale, vamos. ¿No será por eso que queremos siempre llevar la voz cantante, es decir, la iniciativa en todo, también en la oración? Así no podemos orar.
 
Dejarse amar, sin embargo, es posiblemente el núcleo más hondo de la genuina y más verdadera oración cristiana. ¿Por qué? Porque dejarse amar engloba los siguiente y muy valiosos elementos:
 
  • Creer en el amor personal y gratuito, divino y humano que Dios- Padre me tiene en Jesucristo. Un Amor inagotable que brota del manantial inagotable, fresco y puro (Dios-Padre-Amor) y se desborda en mí y para mí de manera humana (Jesucristo) hasta saciar los deseos más hondos del propio corazón y del ser-persona a imagen y semejanza de Dios.
 
  • Consentir en ese Amor, es decir, desearlo, quererlo, suplicarlo, aceptarlo, con-sentirlo en Él y con Él.
 
  •  Acogerlo activamente: lo hago mío y me identifico con él y con todas sus exigencias, que no son más que las consecuencias de quererlo y mantenerlo en mí. Esas exigencias no son un límite, sino condición.
 
  • Sentir que soy Amado, es decir, ser consciente, caer en la cuenta de que soy y me sé Amado.
 
Dejarse amar es entonces una actitud interior mía abierta al querer amoroso del Padre-Amor, cuyo estar personalmente presente equivale a estar yo desbordado de amor. No puede ser de otro modo.
 
Dejarse amar es, por parte de Dios, iniciativa de absoluta gratuidad, a la que yo me abro conscientemente, sin más esfuerzo que el que me exigiría ponerme en solitario y sin ropa a tomar un baño de sol y dejarme empapar por sus rayos. Así de simple. Pero en fe. Una fe plena y total. Y así, dejarse ama es orar.
 
El creyente no ora, desde luego para hacer alguna cosa; lo que sobre todo busca es la presencia… Tú estás conmigo, yo estoy contigo. Esto me es suficiente, porque Tú me amas. Orar es dejarse amar (Gabriel Marcel).
 
***
 
Ahora lo más conveniente, después de leer e incluso releer este testo, es la práctica orante:
 
1.- Retírate. Recógete. Tal vez estás ya preparado con la sola lectura atenta que acabas de hacer. Puede ser necesario que vuelvas a leer despacio el texto anterior. Con la postura adecuada, ni rígida ni incómoda… Te envuelve la luz suficiente, ni más ni menos. Todo ahí es quietud, serenidad, acogida. Simplemente date cuenta y déjate impregnar… como de los rayos del sol… Alguien… Te llena alguien… Se desborda de Amor alguien… ¡Dios-Padre-Amor!
 
2.- Te envuelve y acaricia más suavemente y mejor que el aire que te rodea… No lo quieras sentir. Déjate querer…, déjate envolver… Dile tan solo: Si… Padre… Amor… Jesús… Mi todo… Espíritu… Mi Amor… Gracias por estar…conmigo… aquí.. Gracias…
 
3.- Te llena y se da Él…, su Amor…, más que las moléculas de tu cuerpo, más que la sangre de tus venas, que los poros de tu piel…, que la vida misma en ti. Él es tu Vida…, es tu Amor…, es Presencia que te llena de Resurrección… Dile tan solo: Sí… Eres todo eso y más en mí…Y soy y existo en Ti… Gracias… Simplemente sí… Eres plenitud personal en mí… Plenitud de Amor personal en mí… Creo… Quiero… Acepto… Consiento… Acojo todo tu amor en mí… Desde dentro, modela con tu Amor, todo…, todo en mí… Según te place a Ti. Haz… ¡y esto me basta! Lo creo…
 
3.- No son las palabras las que tienen que llenar este tiempo, este momento, este instante. No. Hazte interiormente capacidad…, receptividad amorosa y fiel…, en pura fe… Hazte todo: querer acoger el Amor que se está derramando como una catarata…, pero suavemente, de modo imperceptible, pero real.
 
4.- Dile tú como te salga: Dios mío… Mío, porque mi fe me dice que me amas. Más aún, que estás locamente enamorado de mí. No te puedo manipular, no puede tenerte a mi antojo, ni me tratas con privilegio respecto a las demás creaturas; pero ere mío, porque me amas. Mi fe me dice que amas locamente. ¡Y esto es lo más grande que me puede dar la fe, que también es don tuyo! Yo me lo he creído, y Tú me has hecho saber que tu Amor es siempre fiel. Te alabo. Te bendigo. Te doy gracias. Te rezo porque soy pobre y necesito tu ayuda para todo. Te rezo porque eres Amor, ¡y necesito tanto amar y ser amado! Termina ya. Vete a darte tú también.
 
 
 
 
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