Miércoles, 06 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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¿Orar? Presencia mutua de amor

Para orar..., unas orientaciones prácticas

por Dentro, muy dentro de ti

Para orar…, unas orientaciones básicas

 Si estás practicando poquito a poco, pero con fe y empeño cuanto vengo enseñando y sugiriendo, habrás caído en la cuenta de que orar no es una cosa tan complicada. No es para almas exquisitas y especialmente llamadas para esto. La oración es el alma de ser cristiano vivo y comprometido. Eso sí: hay que disponerse y ponerse a ello cada día. Es un regalo de Dios. ¡Eso sí! No es obra de nadie.

 Me dispongo ahora a dar a conocer un poco más, para mejor vivirla, la oración. Claro que, por mucho que uno llegue a conocer en teoría lo que es la oración, si de verdad no se hace oración, en serio, no se conoce lo que ésta es y cuando significa para la propia vida y la vida de la Iglesia. Vaya esto por delante.

Intentamos ahora dos cosas: conocer para hacer (o amar), que es lo mismo en asunto de oración. Pero veamos ahora, ante todo, unas orientaciones fundamentales.

 La primera, la Fe. Es la sintonía, como en la radio. Sintonizando exactamente con la honda de Dios, mediante al FE. Si la fe es vaga, o mortecina, así será la oración. Como la lámpara sin aceite se apaga, así la oración en el hijo de Dios con poca o muy escasa fe. “Es preciso que quien se acerque a Dios crea”, dice la Escritura en Hebreos 11,6. Por tanto, ¡que quien orea avive su fe! Orar no es sino la más lógica y patente explicitación de la propia fe. Y la misma oración, el alimento eficaz de esa misma fe. Dime la temperatura de tu fe, y te diré cuál es el ardor de tu oración y el dinamismo de tu acción. La fe viva nos orienta y conecta con el Dios vivo.

 La segunda, la Esperanza. Quiere esto decir: ir a la oración con actitud e ilusión esperanzada. Está esperando Alguien que te quiere y a su vez te espera para lo mejor: el Abrazo, el Amor, la Felicidad y la Vida. Como a hijo entrañablemente querido, te espera para regalarte eso, que es regalarse Él. ¿Cómo no desear y esperar la cita, el momento de esa Comunión Padre-hijo? Has de ir y acercarte no tanto con las manos abiertas, sino con el corazón de par en par, esperándolo todo de Él. ¿Ir de mala gana como para cumplir y quedar bien, o para…? Carece de todo sentido. Que conste: te está esperando siempre. ¡Qué alegría! Y tú, ¿cuántas veces vas a la cita? ¿Todavía te aburre?

 La tercera, la gratuidad. Vas a orar para donarte. El Amigo es tan extraordinario que te dará lo necesario e inesperado. Pero no vayas tú con los bolsillos vacíos esperando que te los llene o por interés de alguna especial satisfacción sensible. Vista desde nosotros, si la oración es algo es gratuidad, porque es encuentro personal y verdadero de amor fiel. Todo lo demás sobra. Te garantizo que te repondrás, que te renovarás, que cambiarás, que… ¡Y mucho más, ssi vas con total gratuidad. Él es tu Dios, Padre, Amor… Todo lo merece y basta. Para Él estás ahí y basta.

 La cuarta, aceptar aburrirse. ¿Qué digo? Eso mismo. Muchas veces la oración no te sabrá a nada, ni te dirá nada. No importa. Te aburrirás. No importa. Te dormirás quizá. Tampoco importa. Claro, con tal que aprendas a aburrirte en la oración. ¿Y eso cómo se hace? Así: estar con Él es TODO. Quererle a Él es TODO. Importa solo Él. Dejarse querer por Él, importa más que el todo. Cuando uno se aburre con la persona amada es porque espera de ella lo no que no puede darle. O porque tiene el corazón el otros “tesoros” o quereres, en otras “ilusiones”. Aprender a aburrirse, puede ser el momento mejor de la oración: cuando todas las propias defensas y barreras, todos los propios quereres e intereses, te inunda Dios, su Amor, que se  vierte sobre ti como una catarata. Es más, la pizca de sufrimiento que puedes experimentar en ese aburrimiento, está purificando tu yo y tu amor: tu corazón, conciencia y voluntad. ¿Vale? 

***

Y ahora, la práctica orante

 1.- Te espera el Señor en ese lugar tan suyo y tan tuyo, porque ahí os soléis encontrar para la oración. Hay paz, quietud y luz tenue. Está la Biblia abierta, el  velón encendido, el icono ola imagen que te ayuda a recoger e interiorizar la mirada. Puedes tomar la Biblia y besarla con todo respeto. Déjala en su lugar, habla por sí sola. Ahora toma la postura más adecuada y que más te ayude: sin tensiones ni crispaciones.

 2.- Con mirada acogedora fíjate en la imagen. Deja que entre dentro de ti; no te apoderes tú de ella. Y así, con la imagen fuera y dentro, cree en Dios presente dentro y fuera de di…, te envuelve…, te llena… Créelo… Créele. Quiere estar contigo…, compartir su vida y amor contigo… Créelo… Créele. Se te está dando…, acógele… Mira que te mira Dios, mira que te está mirando… con todo su entrañable Amor. Porque su mirada es Amor penetrante, ardiente……, renovador… Créelo… Créele. Todo sin prisas.

 3.- Estás  con Él. Ten seguridad y confianza. Ilusionado por el encuentro, ¿qué esperas de él? Tal vez te dice… O tal vez calla… Que nada te extrañe. La elocuencia mayor es la donación silenciosa y sin ruido. No dudes: se te está dando… Y te está sugiriendo… insinuando… que te des tú mismo, no que le des tus cosas… ¿Qué le dices?... ¿Qué haces?... No te inquietes. Responde con sinceridad desde tu yo profundo y  personal…, noblemente y sin miedo… Como eres y lo que eres… Te espera lo mejor y más importante.

 4.- En todo esto no tengas prisa. Quien te espera, ama y pide tu corazón está ahí…, contigo…, para ti… Intenta ser gratuidad: como agua derramada en su Presencia, o mejor, vida derramada en su Presencia. Entonces y así eres ofrenda valiosa regalada a Dios, tu Padre y Señor… Entonces y así eres preciosa oblación para tus hermanos los hombres todos… No lo dudes: estás sirviendo a Dios y a los demás. Créelo… Créele… Gratuitamente… Sin esperar nada a cambio…

 5.- ¿Cómo te sientes? ¿Qué percibes dentro de ti? Señor, creo… Señor espero…Tu querer y el mío quisiera que fuesen al unísono…“Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer. Vos me lo disteis, a Vos Señor lo torno, todo es vuestro. Disponed a toda vuestra voluntad, dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta” (San Ignacio de Loyola).

 (Lo más conveniente sería repetir esta práctica orante diariamente durante un mes)

 

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