Orar es posible
Un lugar y un porqué
Un lugar y un porqué
La más importante oración de alabanza y acción de gracias de la Iglesia, la Plegaria Eucarística de la misa, comienza siempre así con el Prefacio: En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Es un deber cristiano filial y justo, necesario y salvador, dar gracias a Dios y alabarle siempre y en todo lugar. No hay límites de tiempo y espacio para nuestro Dios y Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. No hay límites ni para su presencia ni para su acción amorosa.
Además, como Él vive en nosotros, siempre y en todo lugar, podemos también alabarle, darle gracias, pedirle perdón, unirnos a Él y amarle siempre y en todo lugar, en espíritu y en verdad. Es decir: auténticamente y sin que nadie pueda impedírnoslo.
Por eso, procuremos siempre que podamos, elegir el propio y personal “lugar de oración”. Quiero decir: elegir ese espacio lleno de silencio y de paz, que favorezca el silencio y la paz interiores que requiere la oración, como cita amorosa de comunión con el Señor. Señalo aquí algunos de esos lugares de oración:
+ El templo, y de preferencia junto al Sagrario. Hay templos, capillas, ambientes y horarios magníficos para ese encuentro personal de oración. ¡Se percibe ahí una Presencia tan viva, personal, entrañable y del todo disponible y solitaria, que no debemos desaprovechar! Existen magníficas experiencias solitarias ante el Sagrario. Quien no hay probado que lo intente.
+ La habitación personal o un lugar apropiado de la casa. Esto tiene la ventaja de que uno puede disponer y ambientarlo a su gusto: un ambiente que favorezca la intimidad, la libertad, el encuentro no imaginario ni sensible, sino sobrio pero real y vivo con el Señor de la vida y del corazón. Es éste un lugar para el trato personal y en plena libertad, de corazón a corazón.
+ La naturaleza. En pleno templo natural, uno puede encontrarse en sintonía de comunión con el Creador de todo, y uno, pequeñísima parte de esa inmensidad creatural, sentirse envuelto y amado inmensamente y por eso mismo, entregado a su Amor. Este lugar, a muchos no siempre favorece ni ayuda.
De todos modos no se ha de creer torpemente que éstos son los únicos lugares, aunque sean los mejores para el encuentro oracional. Se puede orar también en el metro, el autobús, el coche, incluso en el atasco laboral. Esto también es posible, aunque más costoso; sobre todo cuando no hay otro. Y es que el templo de Dios con su Presencia real y viva, está dentro de nuestro corazón.
Dicho esto, lo más importante de todo es el “porqué” de la oración personal. Cuanto éste auténtico, veraz y fuerte, la oración acontece aun cuando uno no sienta nada. Entonces, ¿por qué orar? Simple, muy simple. Ante todo y sobre todo porque Jesús oró, nos enseñó a orar y además insistió en que lo hiciéramos insistentemente.
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Es muy bueno que ahora dediquemos, como de costumbre, un buen rato a la práctica orante, que nos va adentrando poco a poco en la relación con el Señor. He aquí unos pasos prácticos y personales:
1/ Vete despacio a ese lugar de paz y oración: tu propio lugar. Mira con serenidad acogedora la imagen que te ayuda a recogerte. Besa la Biblia abierta, que es elocuencia de Dios presente y comunicándose… Ahora toma la postura más adecuada, la que te favorece la quietud externa y el recogimiento interior. Y así, distendido en cuanto de ti depende, cierra los ojos y abre el corazón: entra dentro de ti…, más dentro de ti… En silencio… dentro de ti…
2/ Así y ahí: toma conciencia de la Presencia viva del Padre, del Hijo y del Espíritu…, advierte que esta Presencia te llena: creo…, creo…, creo... y quiero estar, estoy y quiero estar yo también contigo, mi Dios, mi amor, mi Todo… quiero estar contigo aquí, en mí… Quiero… Creo… Amo… Hazlo con paz y de corazón, verdaderamente y con total gratuidad. Porque es así: estás en presencia del Dios, tu Dios, tres veces Santo…
3/ Tal vez es el momento de adorar simplemente, sí así lo percibes interiormente. Es decir, con un callado amor mira desde dentro, observa, escucha… No quieras ver, oír, etc., simplemente adorar…, estar…, acoger en disponibilidad y gratuidad. Eres amado personalmente por Dios-Amor… ¡No puedes dudarlo! Pecarías y pondrías un gran obstáculo al verdadero encuentro.
4/ Si no te siente inclinado a adorar ante la Presencia del Señor, sino más bien a expresarle algo, hazlo. La alabanza, el agradecimiento, la acción de gracias, la petición, la súplica, el arrepentimiento, el grito de dolor, el llanto, la risa…, todas éstas son formas de canalizar tu oración. No busques otras. Hazlo sin más. En su Presencia exprésale lo que en tu interior quiere saltar como una fuente de agua que rompe y surge, cantarina, a borbotones. Ésa es tu oración.
5/ Termina. Señor, Tú solo eres… Sin Ti yo sería nada… Hazme don como Tú… Amor como Tú… Vida como Tú… Que yo sea siempre grato a tus ojos… Que yo sea siempre servicio a los demás… Que no me reserve nada… Que sea dócil instrumento tuyo para el bien y la paz de los demás…, el bien de los otros… Y lo quiero ser desde este momento final de nuestro especial encuentro de hoy. Soy tuyo. Aquí estoy. Amén.