Los Monaguillos del Papa
No tengo experiencia. No he sido nunca monaguillo. Sí he conocido personas que con esta institución en Iglesias y parroquias han realizado una labor educadora formidable. Me refiero a los Hermanos Misioneros que desde nuestras Iglesias y Parroquias han formado personas que luego han sido ejemplares en su vocación matrimonial, sacerdotal o religiosa. Gracias a Dios esta situación no se ha perdido. Muchos sacerdotes tienen escuela de monaguillos. Fruto de este esfuerzo son los miles que se han reunido con el Papa en la plaza de San Pedro.
Por otra parte las picardías que los monaguillos han realizado son incontables. Están en la edad.
El lema de la reunión ha sido: “Aquí estoy, mándame”. Tomado del profeta Isaías capítulo sexto, versículo octavo.
El Papa les pone de manifiesto lo que significa la proximidad de la Eucaristía. “Es importante ver que la proximidad y familiaridad con Jesús en la Eucaristía sirviendo el altar se convierte también en una oportunidad para abrirse a los demás, para caminar juntos, para marcarse metas comprometidas y encontrar la fuerza para alcanzarlas. Es fuente de verdadera alegría reconocerse pequeño y débil, pero saber que, con la ayuda de Jesús, podemos ser revestidos de fuerza y emprender un gran viaje en la vida a su lado”.
También el profeta Isaías reconoció su pequeñez, pero el señor, con su acción misericordiosa le convirtió en instrumento idóneo. Solo desde esta transformación puede decir: “Aquí estoy, mándame”.
“Hoy vosotros sois más afortunados que el Profeta Isaías. En la Eucaristía y en los demás sacramentos experimentáis la íntima cercanía de Jesús, la dulzura y eficacia de su presencia. No encontraréis a Jesús en un inalcanzable trono alto y elevado, sino en el pan y el vino eucarísticos; y su palabra no hace vibrar las paredes, sino las fibras del corazón. Al igual que Isaías, cada uno de vosotros descubre también que Dios, aunque en Jesús se hace cercano y se inclina sobre nosotros con amor, sigue siendo siempre inmensamente más grande y permanece más allá de nuestra capacidad de comprender su íntima esencia”.
Él siempre toma la iniciativa. Nos creó y nos amó. Nos hizo criaturas nuevas por el bautismo. Espera nuestra respuesta y nos ofrece el perdón cuando lo pedimos con humildad.
La eucaristía nos abre a nuestros hermanos. “Como Isaías, también a nosotros se nos invita a no permanecer cerrados en nosotros mismos, custodiando nuestra fe en un depósito subterráneo en el que nos retiramos en momentos difíciles. Estamos llamados, más bien, a compartir la alegría de reconocerse y salvados por la misericordia de Dios, a ser testigos de que la fe es capaz de dar un nuevo rumbo a nuestros pasos, que ella nos hace libres y fuertes para estar disponibles y aptos para la misión”.
Y para terminar una consigna: “Vosotros, queridos monaguillos, cuanto más cerca estéis del altar, tanto más os recordaréis de dialogar con Jesús en la oración cotidiana, más os alimentaréis de la palabra y del Cuerpo del Señor y seréis más capaces de ir hacia el prójimo llevándole el don que habéis recibido, dándole, a su vez, con entusiamo, la alegría que se os ha dado”.
Por otra parte las picardías que los monaguillos han realizado son incontables. Están en la edad.
El lema de la reunión ha sido: “Aquí estoy, mándame”. Tomado del profeta Isaías capítulo sexto, versículo octavo.
El Papa les pone de manifiesto lo que significa la proximidad de la Eucaristía. “Es importante ver que la proximidad y familiaridad con Jesús en la Eucaristía sirviendo el altar se convierte también en una oportunidad para abrirse a los demás, para caminar juntos, para marcarse metas comprometidas y encontrar la fuerza para alcanzarlas. Es fuente de verdadera alegría reconocerse pequeño y débil, pero saber que, con la ayuda de Jesús, podemos ser revestidos de fuerza y emprender un gran viaje en la vida a su lado”.
También el profeta Isaías reconoció su pequeñez, pero el señor, con su acción misericordiosa le convirtió en instrumento idóneo. Solo desde esta transformación puede decir: “Aquí estoy, mándame”.
“Hoy vosotros sois más afortunados que el Profeta Isaías. En la Eucaristía y en los demás sacramentos experimentáis la íntima cercanía de Jesús, la dulzura y eficacia de su presencia. No encontraréis a Jesús en un inalcanzable trono alto y elevado, sino en el pan y el vino eucarísticos; y su palabra no hace vibrar las paredes, sino las fibras del corazón. Al igual que Isaías, cada uno de vosotros descubre también que Dios, aunque en Jesús se hace cercano y se inclina sobre nosotros con amor, sigue siendo siempre inmensamente más grande y permanece más allá de nuestra capacidad de comprender su íntima esencia”.
Él siempre toma la iniciativa. Nos creó y nos amó. Nos hizo criaturas nuevas por el bautismo. Espera nuestra respuesta y nos ofrece el perdón cuando lo pedimos con humildad.
La eucaristía nos abre a nuestros hermanos. “Como Isaías, también a nosotros se nos invita a no permanecer cerrados en nosotros mismos, custodiando nuestra fe en un depósito subterráneo en el que nos retiramos en momentos difíciles. Estamos llamados, más bien, a compartir la alegría de reconocerse y salvados por la misericordia de Dios, a ser testigos de que la fe es capaz de dar un nuevo rumbo a nuestros pasos, que ella nos hace libres y fuertes para estar disponibles y aptos para la misión”.
Y para terminar una consigna: “Vosotros, queridos monaguillos, cuanto más cerca estéis del altar, tanto más os recordaréis de dialogar con Jesús en la oración cotidiana, más os alimentaréis de la palabra y del Cuerpo del Señor y seréis más capaces de ir hacia el prójimo llevándole el don que habéis recibido, dándole, a su vez, con entusiamo, la alegría que se os ha dado”.
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