Ecología y Palabra de Dios
El Evangelio de la Creación es título del segundo capítulo de la Encíclica . Incontables son los textos de la Escritura que presentan la naturaleza como obra de Dios y proclaman su alabanza.
Inicia el Papa su recorrido con la creación del hombre. En él cumple el Señor una meta. Todas las cosas creadas son buenas; con su presencia son <>. Hecho a su imagen y semejanza, cada uno fuimos soñados por el Señor con amor eterno. “El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín de Edén para que lo guardara y cultivara” (Gn 2, 15)
El descanso sabático no afecta solo al hombre, sino también a la tierra y a los animales. Cada siete días (Gn 2, 2-3) Cada siete años (Lv 25, 1-4) Cada 49 años el Jubileo. (Lv 25, 10) La tierra era de todos y los frutos debían ser compartidos.
Los salmos, con frecuencia invitan a la alabanza del Creador y ponen voz a las criaturas para que completen su gloria. En los Profetas el dios que salva es el Creador del cielo y la tierra, especialmente después de la Cautividad. “Si pudo crear el universo de la nada, puede también intervenir en este mundo y vencer cualquier forma de mal. Entonces, la injusticia no es invencible”.
El olvido del Creador conlleva consecuencias graves para el hombre: “No podemos sostener una espiritualidad que olvide al Dios todopoderoso y creador. De este modo, terminaríamos adorando otros poderes del mundo, o nos colocaríamos en el lugar del Señor, hasta pretender pisotear la realidad creada por él sin conocer límites. La mejor manera de poner en su lugar al ser humano, y de acabar con su pretensión de ser un dominador absoluto de la tierra, es volver a proponer la figura de un Padre Creador y único dueño del mundo, porque de otro modo el ser humano tenderá siempre a querer imponer a la realidad sus propias leyes e intereses”.
La interdependencia de las criaturas muestra que la bondad de Dios no puede ser representada por una sola. El Catecismo lo vuelve a recordar en un texto de la Encíclica: “La interdependencia de las criaturas es querida por Dios. El sol y la luna, el cedro y la florecilla, el águila y el gorrión, las innumerables diversidades y desigualdades significan que ninguna criatura se basta a sí misma, que no existen sino en dependencia unas de otras, para completarse y servirse mutuamente”. (Catecismo 340)
Jesús reconoce todas las cosas creadas por Dios y cuidadas por su amorosa providencia. Su humanidad en medio de la naturaleza. Nos invita a contemplar las cosas cómo signos de la presencia de Dios. No aparece como una persona separada de las realidades naturales. Come y bebe. Trabajó con sus manos modelando la materia para hacerla servidora del hombre. Se insertó en el mundo poniendo su tienda entre nosotros. Sufrió las consecuencias de la Encarnación: calor, frío, cansancio hasta llegar a la muerte y resurrección. Desde entonces el señorío de las cosas adquiere un significado especial. “Esto nos proyecta al final de los tiempos, cuando el hijo entregue al Padre todas las cosas y <> (1Co 15,28) De ese modo, las criaturas de este mundo ya no se nos presentan como una realidad meramente natural, porque el Resucitado las envuelve misteriosamente y las orienta a un destino de plenitud. Las mismas flores del campo y las aves que él contempló admirado con sus ojos humanos, ahora están llenas de su presencia luminosa”.
Inicia el Papa su recorrido con la creación del hombre. En él cumple el Señor una meta. Todas las cosas creadas son buenas; con su presencia son <
El descanso sabático no afecta solo al hombre, sino también a la tierra y a los animales. Cada siete días (Gn 2, 2-3) Cada siete años (Lv 25, 1-4) Cada 49 años el Jubileo. (Lv 25, 10) La tierra era de todos y los frutos debían ser compartidos.
Los salmos, con frecuencia invitan a la alabanza del Creador y ponen voz a las criaturas para que completen su gloria. En los Profetas el dios que salva es el Creador del cielo y la tierra, especialmente después de la Cautividad. “Si pudo crear el universo de la nada, puede también intervenir en este mundo y vencer cualquier forma de mal. Entonces, la injusticia no es invencible”.
El olvido del Creador conlleva consecuencias graves para el hombre: “No podemos sostener una espiritualidad que olvide al Dios todopoderoso y creador. De este modo, terminaríamos adorando otros poderes del mundo, o nos colocaríamos en el lugar del Señor, hasta pretender pisotear la realidad creada por él sin conocer límites. La mejor manera de poner en su lugar al ser humano, y de acabar con su pretensión de ser un dominador absoluto de la tierra, es volver a proponer la figura de un Padre Creador y único dueño del mundo, porque de otro modo el ser humano tenderá siempre a querer imponer a la realidad sus propias leyes e intereses”.
La interdependencia de las criaturas muestra que la bondad de Dios no puede ser representada por una sola. El Catecismo lo vuelve a recordar en un texto de la Encíclica: “La interdependencia de las criaturas es querida por Dios. El sol y la luna, el cedro y la florecilla, el águila y el gorrión, las innumerables diversidades y desigualdades significan que ninguna criatura se basta a sí misma, que no existen sino en dependencia unas de otras, para completarse y servirse mutuamente”. (Catecismo 340)
Jesús reconoce todas las cosas creadas por Dios y cuidadas por su amorosa providencia. Su humanidad en medio de la naturaleza. Nos invita a contemplar las cosas cómo signos de la presencia de Dios. No aparece como una persona separada de las realidades naturales. Come y bebe. Trabajó con sus manos modelando la materia para hacerla servidora del hombre. Se insertó en el mundo poniendo su tienda entre nosotros. Sufrió las consecuencias de la Encarnación: calor, frío, cansancio hasta llegar a la muerte y resurrección. Desde entonces el señorío de las cosas adquiere un significado especial. “Esto nos proyecta al final de los tiempos, cuando el hijo entregue al Padre todas las cosas y <
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