Miércoles, 27 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Los mártires dominicos de Calanda

por Victor in vínculis

Los dominicos de Valencia se habían trasladado a Calanda (Teruel) en 1931, cuando vieron que las cosas se estaban poniendo turbias para la Iglesia en España. Calanda es un pueblo que en 1936 tenía unos 3.000 habitantes. Se encuentra a media distancia entre Zaragoza y Teruel. Era un punto escondido en la geografía española. Por tanto, se vivía allí con cierta tranquilidad, lejos de las ciudades y de las aglomeraciones. En la foto, el Noviciado en el año 1932.

El 25 de julio los frailes celebraron la misa con cierta serenidad. Pero dos días más tarde corrió la voz de que los milicianos catalanes iban a copar el pueblo. Por tanto, el P. superior mandó desalojar el convento. Efectivamente, el 27 los milicianos ocuparon el pueblo y empezaron a detener gente. Ese mismo día detuvieron a fray Gumersindo Soto Barros y los PP. Antonio López Couceiro, Felicísimo Diez González, Saturio Rey Robles, en total cuatro. Al día siguiente echaron mano al P. Lucio Martínez Mancebo, a fray Lamberto de Navascués y de Juan y al sacerdote Manuel Albert Ginés. El 29 al amanecer cayó el octavo, el P. Tirso Manrique Melero. Siete dominicos y un sacerdote secular. Los tuvieron presos en los bajos del ayuntamiento, mezclados con otros muchos seglares de signo religioso. Estaban metidos en un local indecente, sin luz, sin servicios higiénicos y sin ventilación. Peor que una cuadra.
Se hizo un juicio de faltas. Alguien exigía que se hicieran las cosas con justicia. Pero aquella justicia resultaba ser de la siguiente manera: unos exigían matar a todos, y otros solamente a los religiosos. Prevaleció la tendencia más benigna. Había que matar a estos ocho sacerdotes. Y así se les ejecutó sin más. Hay que decir que esta clase de juicios y de decisiones se hacían siempre entre insultos, golpes y blasfemias. Los “mártires” se daban perfecta cuenta de su situación y todos se prepararon para la muerte. Se confesaron unos a otros.
 
Beato Lucio Martínez Mancebo
Nació en Vegas del Condado (León) en 1902. Ingresó en el Seminario de León en 1912. En 1919 ingresó en el Noviciado de Solsona. En Valencia recibió el presbiterado en 1925. Desde 1930 hasta 1936 fue Maestro de novicios y estudiantes, primero en Valencia y después en Calanda.
Fraile sencillo pero de personalidad recia y temperamento vigoroso, que demostró al hacer frente a los estudios eclesiásticos, que le costaron mucho. Su tenacidad v espíritu religioso le permitieron alcanzar el grado de Lector. Ejerció como profesor, y en 1936 era Maestro de Novicios y Subprior en el Convento de Calanda (Teruel).
Siendo subprior de esta casa intentó trasladar en autocar a todos los religiosos a Zaragoza. No pudo ser. Al llegar la persecución, el P. Lucio se preocupó de que los jóvenes saliesen del Convento y buscasen acogida fuera de Calanda, especialmente en Zaragoza. Al despedirlos con su bendición les aconsejó que de llegar el caso de dar la vida por la fe, lo asumiesen con valentía. La tarde del 27 de julio dispuso que los religiosos, vestidos de seglar, desalojaran el Convento y se refugiaran en casas o huyeran.
Él con algunos religiosos quedaron en el Convento que al ser asaltado, tuvieron que refugiarse en casas particulares. Al amenazar de muerte a los que tenían frailes en la casa, salieron a la calle donde fueron apresados, y dos días después, el 29 de julio, fue el día de su martirio. Subidos al camión que los llevaba a lugar del martirio, inició con voz poderosa el rezo de Rosario hasta el lugar del suplicio, en el que manifestaron su perdón a todos, consumando el sacrificio de su vida al grito de ¡Viva Cristo Rey!
 
Beato Antonio López Couceiro
Nacido en El Ferrol (La Coruña) en 1869, pasa su infancia en Betanzos. Ingresa en el Seminario de Orense, 1884, donde cursa tres años de filosofía con notable aprovechamiento. Pasa al Seminario Conciliar de Santiago para estudiar teología.
En el convento dominicano de Padrón, 1889, viste el hábito. Completa los estudios eclesiásticos en Corias y en san Esteban de Salamanca y el 23 de diciembre de 1893 es ordenado sacerdote. Es profesor en Vergara y Maestro de novicios en Padrón.
En 1912 pide ser contado entre los restauradores de la Provincia de Aragón. Hombre de auténtico espíritu religioso, da ejemplo inequívoco, en el desempeño de los ministerios conventuales encomendados, de vida mortificada y de dominio de su temperamento.
Varón de hondo espíritu religioso y elevado sentido de austeridad, sus penitencias eran proverbiales y notorias, fí­sicas y morales. De plena obediencia ejerció ministerios varios y diversos destinos. Carácter duro que compensaba y dominaba con seria humildad y reconocimiento de sus limitaciones. Alguien dijo de él que para la cima de la san­tidad sólo le faltaba el martirio. El Señor se lo concedió en julio de 1936, a sus 66 años de edad.
El 27 de julio por la tarde, el P. Antonio huye del convento y, como no puede correr tanto como los compañeros, cae en mano de sus perseguidores y, conducido a la cárcel, reconforta a los religiosos y seglares allí detenidos.
Dispuesto y bien preparado para el martirio, sirvió de ejemplo y estímulo para los demás en las horas trágicas que precedieron al sacrificio de su vida. Les recordó la conveniencia de la confesión sacramental en aquellos momentos, y la absoluta necesidad de perdonar evangélicamente. Por querer ayudar al religioso mayor del grupo, que se desplazaba con dificultad, ambos fueron apresados y fusilados con todo el grupo de dominicos que había quedado en el pueblo.
Malherido, caído en tierra, juntó las manos, miró al cielo, y le oyeron musitar: “¡Señor, perdónalos, porque no saben lo que hacen!”. Fueron sus últimas palabras.
 
Beato Tirso Manrique Melero
Nacido en Alfaro (Rioja) en 1877, ingresa en el Seminario de San Gaudioso de Tarazona. Inquieto por la vida religiosa hace el noviciado y profesa en la Compañía de Jesús en Veruela (Zaragoza). Desiste ser jesuita y vuelve a la diócesis de Tarazona. Allí recibe el presbiterado en 1911. La vida religiosa sigue bullendo en su mente y en su corazón, y pide ser admitido en la Orden dominicana (1928).
En las recreaciones procuraba a la Comunidad no pocos motivos de alegría con su jovialidad y con sus salidas, y eso que por naturaleza tendía más bien a la tristeza.
Impacta en la sociedad calandina y en la prensa madrileña (1931) por una novena sobre la doctrina social de la Iglesia y es considerado, por tal motivo, “defensor del pueblo” por muchos socialistas de Calanda.
Excelente pedagogo de la lengua latina, escribe una Gramática clara y asequible para los alumnos.
Se le veía a veces un tanto abatido ante el futuro que intuía conflictivo. Era un fondo de humildad y conciencia de pequeñez que le hacía sentirse poca cosa en momentos difíciles. No le importaba morir, pero le preocupaba el no estar a la altura de las circunstancias. Sin embargo hizo frente a momentos duros.
Humanamente se le podía considerar buen pedagogo, pastoralmente fue un predicador apóstol de la doctrina so­cial de la Iglesia. Excelente compañero en la vida comuni­taria, dotado de gracia especial para la convivencia. Espiritualmente era de profunda piedad y vigoroso sentido ascético.
Refugiado en una casa y rechazado en otras, decide, 29 de julio, ir a la plaza del pueblo y esperar... Fue recha­zado en varias casas, ya que la presencia de un fraile re­sultaba peligrosa. Saboreó la amargura de quienes se lo habían ofrecido todo y a la hora de la verdad, se lo nega­ron todo. No le quedó más refugio que sentarse en un ban­co de la plaza de Calanda y esperar. Poco después era apresado y conducido donde estaban los demás. Aquella misma noche fueron fusilados.
 
Beato Felicísimo Díez González
Nació en Devesa de Curueño (León) en 1907. En noviembre de 1922 ingresó como novicio en Solsona y en Valencia cursó los estudios eclesiásticos hasta el año 1930 en que fue ordenado sacerdote.
Estaba en sus primeros años de vida sacerdotal, y ejercía como profesor de los aspirantes al hábito en la Orden. Formaba parte de la Comunidad de Calanda, de carácter severo, lo era con todos pero más consigo mismo. Aunque resultase un tanto duro, supo moldearlo hasta el punto de forjar un comportamiento jovial y muy agradable.
Parece ser que era de los que veían con mayor objetividad la conflictiva situación social. Entre bromas y verdad se despedía a veces aludiendo a la eternidad. Su ingenio vivo y penetrante, cultivado con un estudio constante, hizo de él un excelente profesor. Dada su gran jovialidad de ánimo, hablar o tratar con él era agradabilísimo a pesar de la dureza de carácter que lograba frenar.
Al llegar la persecución fue de los primeros en ser detenido, junto con otros dos miembros de la Comunidad. Fueron llevado a la comandancia de Alcañiz donde los milicianos quisieron matarles ya. De momento los liberó la energía del comandante militar que exigió fuesen devueltos y juzgados en Calanda, de donde procedían. Fueron los tres primeros frailes que entraron en la cárcel. Después les fueron agregados los demás, a medida que los apresaban, hasta completar número de siete dominicos que habían quedado en el pueblo. Recibieron la palma del martirio comunitariamente como habían vivido durante años. Era el 29 de julio y tenía 29 años
 
Beato Gumersindo Soto Barrios
A los 25 años de su nacimiento en Amil (Pontevedra) solicitó el ingreso en la Orden como familiar terciario sin votos en el convento de Padrón. A finales de mayo de 1903 hizo su profesión solemne como Hermano cooperador.
En 1908 llegó a Mallorca para ocuparse de la organización material de la Casa de Manacor, recién restaurada. Cuando se lleva a cabo la restauración de la Provincia de Aragón quedó transfiliado a la misma.
Piadoso Hermano de Obediencia, ejemplo de religiosi­dad sencilla y profunda. Gran trabajador, con dotes de or­ganizador y muy dado a las matemáticas, lo que le valió el haber sido profesor de los aspirantes al ingreso en la Orden. Hizo honor a su nombre, no sólo siendo obediente hasta la muerte, sino obedeciendo lo mejor que podía.
Al llegar la persecución contaba 67 años de edad y 37 de vida religiosa, pero por sus achaques no estaba en con­diciones de largas caminatas. Al ver que su presencia en casas particulares comprometía y él no podían andar, optó por dejarse en manos de la Providencia y quedó sentado en un banco de la plaza del pueblo. Apresado fue conducido a Alcañiz, pero devuelto a Calanda para ser juzgado. En la cárcel encontró los otros miembros de la Comunidad y todos se prepararon para la hora final. Juntos recibieron la palma del martirio el 29 de julio del mismo 1936.
 
Beato Saturio Rey Robles
Nació en Devesa de Curueño en 1907. Terminados en Solsona los estudios de humanidades, realizó la carrera eclesiástica en Valencia y en 1931 fue ordenado sacerdote en Barcelona. Temperamento nervioso tuvo que hacer grandes esfuerzos para aclimatarse a la vida religiosa. Con todo, dio muestras de sólida vocación reli­giosa, en especial en la caridad para con enfermos. Tuvo que luchar mucho para frenar su adicción al tabaco, y demostró un espíritu de gran caridad y servicio con los enfermos.
Amigo inseparable del P. Felicísimo, y de su misma edad, lo fueron hasta el martirio. La noche en que se consumó el sacrificio, los nervios le motivaron una crisis, que unas palabras del P. Antonio López Couceiro calmaron inmediatamente. Así continuó a la altura de los demás. El ejemplo, fortaleza y oportunas pa­labras del P. Antonio fueron el aliento definitivo que nece­sitaba el P. Saturio. En cambio, el P. Couceiro, traspasado de Cristo, pudo decir: “Él nos alienta en nuestras luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha compartiendo con ellos el mismo ánimo que recibimos de Dios” (2 Co 1,4). El P. Saturio fue el gran beneficiario en este caso. Desde el 27 de julio en Calanda corrió las mismas peripecias y vicisitudes que el P. Felicísimo. Tenía 29 años, 11 de vida religiosa y 5 de presbítero.
 
Beato Lamberto de Nasvascués y de Juan
Nació en Zaragoza (1911) en el seno de una familia distinguida por su abolengo y por el fervor de su piedad. Hizo sus estudios en los colegios de los Jesuitas y de los Maristas y próximo a obtener la Licenciatura en Derecho, a la muerte de su padre, pidió ser admitido como Hermano cooperador en los Capuchinos, los cuales rechazan su petición porque estimaron que debía ser sacerdote.
De familia noble, educación exquisita, formación hu­mana completa y gran poder de captación. A punto de ter­minar la carrera de Derecho, renunció a todo y solicitó ser religioso en calidad Hermano Cooperador.
Tuvo que luchar mucho pues la mayoría consideraron un desacierto su decisión. Veían en él un prometedor candidato para el sa­cerdocio. Pero Lamberto se mantuvo fiel a su carisma personal. Llega a Barcelona en 1935 para iniciar el postulantado de Hermano cooperador. El “duquesito”, como le llamaban en casa, fue presionado por sus familiares y religiosos para que siguiera la preparación al sacerdocio, pero... “si había sido servido, ahora quiero servir a los demás”.
Llevaba dos meses y diez días de novicio cuando llegó la revolución a Calanda. A mediados del 1936 era novicio-cooperador en el Convento dominicano de Calanda (Teruel). Al llegar la persecución la Comunidad tuvo que desperdigarse, pero fray Lamberto quiso quedarse con los religiosos mayores en el Convento y sufrir la suerte de los mayores. Con ellos fue detenido el 28 de julio y conducido a la cárcel.
Sometido con los demás a un simulacro de juicio, se les decretó condena de muerte. Después de muchos malos tratos de palabra y de obra, fueron cargados en un camión y conducidos al lugar del martirio. Rezando el Rosario en voz alta y perdonando de corazón a sus verdugos, fueron fusilados a unos seis kilómetros del pueblo, mientras ellos proclamaban “¡Viva Cristo Rey!”. Era media noche del 29 de julio. Fray Lamberto tenía 25 años de edad y llevaba dos meses y algunas semanas de novicio en la Orden
 
Beato Manuel Albert Ginés
Nacido en Calanda (Teruel) en 1867, comienza la carrera eclesiástica en 1882 estudiando humanidades en la Preceptoría de Andorra (Teruel) y en el Seminario de Belchite, y filosofía y teología en el Seminario de Zaragoza. Es promovido al Orden sacerdotal el 23 de mayo de 1891.
Iba a cumplir 70 años y llevaba 45 de plena dedicación sacerdotal en Calanda, primero como capellán del santuario local del Pilar y después también como coadjutor de aquella Parroquia. Era tenido en gran consideración y estima por su ejemplaridad y obras de caridad con atención a los enfermos. Al llegar la persecución, se mantuvo sereno en su casa, que fue la primera que asaltaron los revolucionarios, por lo que mostró un gran contento dando gracias a Dios por haberle permitido participar de sus persecuciones. Detenido hicieron un simulacro de juicio y fue condenado por ser sacerdote. Pidió le uniesen al grupo de dominicos encarcelados y se lo concedieron. Dos días estuvieron en la cárcel.
Juntos se prepararon para el martirio que veían seguro. Se reconciliaron mutuamente, rezaron el Rosario con frecuencia y se animaban unos a otros, distinguiéndose Mosén Albert y el P. Couceiro insistiendo en la necesidad de perdonar. La noche del 29 de julio entre insultos, burlas y blasfemias los subieron a un camión que los llevaría al suplicio. Con palabras de perdón y vivas a Cristo Rey, ráfagas de ametralladora segaron sus vidas.

           Todos ellos fueron beatificados por Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001.
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