Sábado, 02 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Blog

Un modelo de Iglesia que se hunde y la orquesta del Titanic.

por Inversiones en esperanza

Anoche estuvimos cenando y pasando una agradable velada con amigos de Francia. Son gente cristiana comprometida y (como suele suceder frecuentemente en casa) conversamos  ampliamente sobre temas de la fe y de la Iglesia.

Fue precisamente discutiendo la realidad de ésta en los dos países cuando surgió la problemática comparativa  de la situación eclesial en uno y otro. La verdad es que, ahondando un poco en el tema, las conclusiones son de lo más interesante.

Resulta que, con las estadísticas en la mano, los números cantan a favor de España: los practicantes aquí rondan el 13,7%  en tanto que allí a duras penas alcanzan un 5%. En cuanto al número de sacerdotes en nuestro país existen aún 18.633 en ejercicio, mientras que nuestros vecinos del norte apenas cuentan con la mitad de esa cifra. Algo parecido sucede con las vocaciones al presbiterado: son 1.278 los jóvenes matriculados en los seminarios españoles en el curso pasado, por poco más de 700 en los franceses. Las religiosas rondan aquí las 35.500, en tanto que Francia su número ha disminuido de 48.000 en 2000 a 28.000 en 2010, es decir una pérdida de 20.000 vocaciones en 10 años.

Teniendo en cuenta que la población general gala es bastante superior a la española (65 m.h., contra 47), la estadística resulta aún más favorable al caso español… con lo que la mencionada comparativa parece señalar una Iglesia considerablemente más saludable en nuestro país que en el vecino.

… Sin embargo yo manifesté mi desacuerdo con esa conclusión. Quiero decir que me quedo con la situación de Francia: ¿por qué?

Se trata de una cuestión de lectura de los acontecimientos en términos de proceso, y no solo de números. En mi opinión, ambos países están pasando un proceso similar, no tanto de “descristianización” como de cambio en el paradigma sociocultural. El nuestro ha tenido a lo largo del siglo XX dos acontecimientos que lo han marcado con una profundidad insospechada: por una lado la persecución religiosa entre 19341939, y por otro la situación de hegemonía artificial (o mejor dicho de régimen de “cristiandad generalizada” falsa) institucionalmente instaurada por el franquismo entre 1939 y 1975.

El primero de ellos condicionó indeleblemente la realidad del segundo. Sin embargo esos años (sobre todo durante los años 40 y 50, no tanto ya después) hicieron creer a la Jerarquía una situación irreal: que España seguía siendo un país cristiano, la “reserva espiritual de Europa” y no sé cuantas cosas más. En realidad, la modernidad llegó (tarde, pero llegó) y a partir del despegue de los 60, el paisaje idílico de cartón-piedra empezó a resquebrajarse, y el efecto rebote provocó una animadversión y un desprestigio de la Iglesia como institución que aún seguimos padeciendo hoy.

En realidad, nuestro país era como los demás, y aunque el proceso de secularización recorrió en 20 años lo que había demorado más de 100 en otros países (como la propia Francia), la tendencia sigue siendo la misma. La diferencia es que aún no hemos tocado fondo, y por eso las cifras de los medidores clásicos de “cristiandad” siguen siéndonos favorables. Pero es solo una apariencia.

España pierde 200 sacerdotes al año, con una media de edad cercana a los 64, lo cual significa que este proceso tiende a acelerarse vertiginosamente y, numéricamente no parece tener ya ninguna solución. Hago hincapié en esto porque el modelo cristiano católico tradicional (de carácter casi totalmente sacramentalista) descansa totalmente en el presbítero, y sin éste se convierte en inviable por completo…

Francia cuenta con un laicado que yo, personalmente, envidio. Con unas comunidades que me parecen ejemplares, y con algunos líderes (como fue en tiempos Jean-Marie Lustiger, como son hoy Rey o Barbarin…) que parecen conectar realmente con el pulso social de la nación. Puede que sea una Iglesia numéricamente más pequeña, pero ¿diríamos lo mismo en cuanto a su prestigio y capacidad de influencia?

Ya sé lo que algunos dirán, cansados de tanta cifra: que la Iglesia es regida por el Espíritu Santo y que su historia solo puede ser leída espiritualmente. Es por eso, porque creo ambas cosas a pies juntillas, por lo que me pregunto si el Señor no nos está hablando, claramente, atronadoramente, para que, ¡de una vez, cambiemos el paradigma! Algo que  tal vez habríamos debido comenzar a hacer  treinta años atrás…

(Hago aquí un inciso dedicado a los lectores que tienden a pensar que todo esto es culpa del Vaticano II y el “desorden” que trajo… ¡No saben cuánto se equivocan! Sin el Concilio probablemente la Iglesia estaría reducida a unos niveles rayanos en lo sectario, no sólo demográfica, sino en términos de influencia e impacto generales…)

Se dice que los 8 miembros de la orquesta del Titanic permanecieron tocando hasta el final, o casi, del hundimiento de la nave. Obviamente fue gente de gran valor (y tal vez pensaron que cumplían con su deber) cuando ésta se hallaba ya en una situación que hacía de la escena algo surrealista. Ninguno de ellos sobrevivió.

Espero de todo corazón que los responsables de la Iglesia, en todos sus niveles, tengan la audacia de reconocer que el barco que va a pique sin remedio no es el de la Iglesia de Jesucristo, sino una materialización histórica de la misma, una de ellas tan solo, y de comenzar el debate necesario que permita alumbrar un nuevo modelo para los países desarrollados de vieja cristiandad. Tal vez haya llegado la hora de nuevos planteamientos, de nuevos ministerios, de nuevas formas de organización que nos hagan más reconocibles, más creíbles y santos: más capaces, por tanto, de llevar la Buena nueva a los hombres de hoy…

Y, sin miedo, por favor. Sin miedo.

 

Que “son más los que están con nosotros que los que están en contra nuestra” (2 Re 6, 8-23).

Un abrazo y ánimo.

josuefons@gmail.com

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