Una entrevista en "Catalunya Cristiana"
Fe y Vida nació como una evidencia. Imagino que siempre es así, porque nadie puede decidir “fundar una comunidad”: es algo que viene dado “de arriba”. De pronto te encuentras rodeado de un grupo de personas que quieren vivir la fe con mayor radicalidad. Entonces, en oración, y con el discernimiento de la Iglesia, decides que eso procede del Señor. En cuanto al fundador, su papel es esencial en cuanto a “guardián del carisma”, pero creo que tiene que ser humilde, estar siempre a la escucha: no es alguien especial, sino un siervo elegido para una función que lo mismo podría haber hecho cualquier otro. Con el tiempo hay ciertas realidades que se hacen evidentes. Dices: “hemos nacido para esto”. El resto no es más que una historia de aprendizaje y fidelidad.
Te convertiste a los 17 años. ¿Nos puedes explicar un poco esa experiencia? ¿En qué sentido marca tu trayectoria posterior y la de la comunidad?
Fue muy simple. Iba por la calle y un chaval comenzó hablarme de su experiencia de Dios. Yo nunca había oído algo así, y sus palabras transformaron mi existencia. Es increíble cómo el hecho de dirigirnos a alguien con naturalidad en un momento determinado, ocuparnos de él o de ella, puede cambiar su vida para siempre. Por eso debemos permanecer siempre en vela. No sabemos en qué momento puede presentarse esa oportunidad, a veces única, de impactar profundamente en la realidad de alguien.
2. ¿Por qué es tan importante la comunidad para vivir la fe? ¿Qué entendéis por comunidad: ponerlo todo en común? ¿Reivindicáis una vuelta a los orígenes del cristianismo, a las comunidades primitivas?
¡Son tres preguntas muy importantes y no fáciles de responder en pocas palabras!
Podemos empezar diciendo que el cristianismo es un hecho salvífico, y comunitario: son dos realidades consustanciales que no se pueden separar. La oración esencial, el Padre Nuestro, comienza por una invocación en un significativo plural, y la Eucaristía, que "contiene todo el bien espiritual de la Iglesia" constituye un acontecimiento de hermanos que se reúnen, no para oficiar un simple rito, sino un Memorial que celebra la esencia de la fe. El cristianismo individual simplemente no existe, no está previsto.
Una comunidad cristiana no es cualquier cosa. Hoy en día encuentras personas que te dicen "somos una comunidad" o "¡queremos formar una comunidad!". Yo creo que la famosa lectura de Hechos 2,42-46 nos da las claves de lo que un grupo tiene que tener para considerarse verdadera comunidad: vinculación con el magisterio de los apóstoles, es decir, la Jerarquía; vida común, oración y eucaristía. También encontramos la comunión de bienes, el testimonio público de la fe y la capacidad de engendrar y discipular nuevos creyentes.
La pregunta de la “vuelta a los orígenes” me parece decisiva, teológicamente hablando, porque influye mucho en la manera que hoy tienen unos y otros de entender el ser profundo de la Iglesia. Hay quien considera toda la herencia de los tiempos pasados como algo “que nos ha sido dado”, inmutable y eterno, como si no hubiera una importantísima parte humana que es preciso reexaminar y poner al día constantemente. Por eso para mí son extraordinariamente importantes la historia y la hermenéutica. En ese sentido, considero que las primeras comunidades son un punto de referencia al que siempre hay que volver para garantizar que el cristianismo siga siendo fiel a la voluntad del Señor: esto condiciona toda una eclesiología. Vivir esta realidad, sin embargo, no implica poner todos los bienes en común, como preguntas. Nosotros compartimos el diezmo, el 10% de nuestros ingresos mensuales. Es una forma de financiar los proyectos que tenemos, sobre todo de evangelización y ayuda a los pobres: las dos “ruedas” que sostienen el “carro” del compromiso cristiano.
3. ¿Qué aporta Fe y Vida como novedad en relación a otras nuevas comunidades? ¿Por qué crear algo nuevo? ¿Cuáles son vuestros referentes?
Uno palabra que cada vez me gusta más es: “frescura”. Cada vez tengo menos dudas de lo fundamental que es la experiencia de juntar cristianismo y modernidad; un diálogo real con el imaginario social actual; y sobre todo “aterrizar” conceptos. En mi opinión en la Iglesia existe un enorme desfase entre el mensaje que emitimos y cómo éste es percibido por la gente de la calle: no se entiende, especialmente por parte de los jóvenes. Nosotros simplemente queremos decir, <<“mira, somos gente corriente, trabajamos y tenemos niños, hablamos como todo el mundo, vestimos a la moda, ¡incluso algunos llevan tatuajes! Es verdad que la mayoría somos universitarios, pero aquí puedes ver muchos inmigrantes también. Nuestras oraciones incluyen batería e instrumentos “enchufados”, sí, pero también apreciamos la liturgia tradicional y somos hijos fieles de la Iglesia.>> Ahora bien, ¿es esto una novedad? En los ambientes católicos del Estado Español, creo que sí lo es. Y por eso puede llenar un hueco importante: intentamos demostrar que es factible ser absolutamente contemporáneo y absolutamente fiel al Magisterio. Es esencial entender que las formas, la imagen, lo es todo en el mundo actual y muchos cristianos parecen no haberse dado cuenta aún. En cuanto a los referentes, lo cierto es que están casi todos en el mundo anglosajón: vivimos muy pendientes de lo que se hace en países como EE.UU, Australia o el Reino Unido. Nos parece que es allí donde se están dando las experiencias más prometedoras para el futuro del cristianismo en Occidente. Con todo, repito lo de antes: hay que ser muy humildes y darnos cuenta de que tan sólo somos una pequeña comunidad con muchas ilusiones, pero con muchas carencias también.
Eres profesor, entre otras materias, de Historia de la Iglesia. ¿Qué valoración haces del momento actual? En Europa la Iglesia va camino de ser minoritaria... ¿Debe eso preocuparnos? ¿Qué hay que hacer para que la fe cristiana vuelva a ser acogida hoy como auténtica propuesta de sentido?
Pienso que es el momento de despertar. En mi modesta opinión, durante bastante tiempo se ha estado insistiendo en una visión de “Reconquista” para la Iglesia. Se decía: “¡Europa debe volver a sus raíces cristianas..!” No sé, pero yo creo que eso implica vivir un tanto fuera de la realidad, por la sencilla razón de que Europa, simplemente no quiere eso, y la gente interpreta estas declaraciones como un objetivo, como algo que nos gustaría imponerles, si pudiéramos. Esa es, quizá una de las razones por la que nuestras propuestas son recibidas a veces con tanta agresividad.
Como profesional de la Historia, creo que el cristianismo puede ser dos cosas: o bien una religión sociológica, que se utiliza para estructurar una colectividad alrededor de determinados valores y prácticas de cohesión, o bien una Buena Noticia que se acoge en el corazón, que produce una conversión y que se vive con otros por elección y convicción personal. Muchos de los problemas con los que hoy nos enfrentamos y que no dejan ver clara la línea a seguir, vienen de que, en teoría, aceptamos la segunda, pero, a la vez, hacemos un extraordinario esfuerzo por mantener la primera. Por ejemplo, no paramos de hablar de Nueva Evangelización y cosas así, pero luego lo verdaderamente importante parece ser garantizar misas en todos los pueblos y a toda costa. O tener 30 niños de Primera comunión, sabiendo que ésta es irrelevante desde el punto de la fe para ellos y para sus padres. Sé que es duro plantearse cosas que llevamos siglos haciendo, pero necesitamos una visión coherente. En mi opinión, el cristianismo auténtico difícilmente puede ser mayoritario, pero debe ser profundamente testimonial: creo que llegó la hora de olvidarse de los números y preocuparse por la calidad de la fe.
4. En el hospital de campaña que es hoy la Iglesia, ¿cuál es el tratamiento que cabe aplicar con mayor urgencia?
En mi opinión, la promoción de pequeñas comunidades, a escala humana en comunión entre sí, y con la Gran Iglesia a través del carisma de la Jerarquía. Lugares donde la gente pueda vivir su fe, donde “todo el mundo conozca tu nombre” como decía la canción de la vieja serie Cheers. Y donde la gente pueda ser escuchada y atendida, pero también crecer y dar: Sicut erat in principio!
5. Evangelización, Misericordia y Unidad. ¿Cómo se concretan estos tres pilares de Fe y Vida? ¿Qué significa para vosotros el anuncio reciente del Año de la Misericordia?
A medida que pasa el tiempo y observo mi propia vida y la de los que me rodean, soy más consciente de la importancia que tiene la conversión de una persona. Cuando alguien decide “cambiar” y volver a Dios, en sí mismo se produce un cambio fundamental, pero también a su alrededor. Una persona “evangelizada” de verdad, crea una sinergia de bien en torno suyo que durará el resto de su vida y que alcanzará, tal vez, a miles de personas ¿No es eso fascinante? Por eso para nosotros es esencial promover ocasiones de encuentro. Lo hacemos a través del contacto personal, organizando eventos y a través de Internet.
La unidad y la misericordia van de la mano. El primero constituye un punto esencial: es preciso practicar el ecumenismo con la convicción de que la Iglesia no alcanzará su verdadera identidad hasta que todos seamos uno (Jn, 17, 20-26). El contacto con hermanos de las otras tradiciones cristianas (evangélicos y ortodoxos) es fundamental. Pero también lo es un ecumenismo “hacia adentro”. Nos parece que existe demasiado individualismo y cerrazón dentro de la propia Iglesia Católica: es preciso acabar con esto y poder intercambiar experiencia y carismas.
En cuanto a la misericordia, nosotros creemos que debe ser, precisamente, el distintivo de la Iglesia. No el discurso, ni el interés por imponer una determinada verdad a nadie. En esto, el papa Francisco nos insiste con frecuencia: en un mundo donde los “descartes” son cada vez más amplios y donde muchas personas no consiguen alcanzar los estándares de productividad y consumo que el sistema exige, un acento en la acogida, el perdón y la aceptación de la persona son esenciales. Por esa razón procuramos que nuestras comunidades sean sitios abiertos a todo el mundo, independientemente de su formación, o su estatus socioeconómico: el resultado final puede parecer variopinto si lo comparamos con otros movimientos, ¡pero yo creo que es de una gran belleza! Creemos que la llamada reciente que se hace a toda la Iglesia a celebrar y profundizar durante año esta realidad constituye una confirmación de nuestra vocación, manifestada en la lectura de Is 61, 110. Por último, la misericordia tiene que expresarse en un compromiso decidido por los que no tienen nada: ¿cómo nos ven los pobres? ¿nuestra vida qué les dice? ¿supone, de verdad, una Buena Noticia para ellos? ¡Estas son preguntas clave!