Padre de torero condenado por su iniciativa de estímulo monetario
por Apolinar
La operativa era la siguiente: “Abel, de 62 años, y su nuera Azucena, de 34 años, se dedicaban a ir por toda la geografía española distribuyendo los billetes falsos que previamente había impreso el primero en su piso de Valencia. La mujer y su suegro realizaban compras pequeñas con billetes de 50 euros”. En la sentencia queda probado que Abel “realizó todo el proceso de fabricación de los billetes falsos intervenidos" y que de su puesta en circulación se encargaba, "en connivencia con el mismo, Azucena, con ánimo de lucro y en perjuicio de los establecimientos donde realizaba las compras con los mismos billetes".
Lucifer da instrucciones a los demonios para que primero tienten a los hombres con la avaricia y la codicia para hacerse con engaño o violencia de los bienes ajenos, llenando el mundo de todo tipo de ofensas contra del séptimo mandamiento, como el robo, el fraude, la estafa, el engaño en los negocios o, en este caso, la falsificación de billetes. Conductas inmorales que cabe esperar que la justicia y la sensibilidad de todos las erradique de entre nosotros…
Pero...,
un momento...,
esto que hicieron Abel y Azucena, ¿no es lo mismo que hacen los bancos centrales con sus políticas de estímulo monetario?
Veámoslo, por ejemplo, en el caso del Banco Central Europeo, por ser la competencia directa de Abel y Azucena en la producción de billetes de 50 euros: Jean-Claude, de 68 años, y el resto de miembros del Consejo de Gobierno, desde la sede central situada en Frankfurt, deciden a puerta cerrada cuánto dinero van a imprimir en lo que llaman "decisiones de política monetaria" y medidas de estímulo monetario. Con este dinero recién “imprimido” (o, más bien, tecleado en un ordenador), realizan compras astronómicas de deuda pública o se lo prestan a los bancos comerciales a un tipo de interés privilegiado, los que, a su vez van por toda la geografía prestándolo con ánimo de lucro, recalentando algunos sectores de la economía y en perjuicio del resto de la sociedad.
¿Qué diferencia hay entre los estímulos monetarios de Jean-Claude y los de Abel? Ninguna. Bueno, hay una que no se puede pasar por alto para evitar ir a la cárcel. Jean-Claude, como todo banquero central, goza del monopolio estatal para la creación de dinero fiduciario, ese que solo tiene como respaldo la promesa de los gobernantes de mantener su poder de compra; ese que solo Jean-Claude, no Abel, puede crear de la nada, sin otro límite que su conciencia. Y quien no respete este monopolio en la creación de euros no se las tendrá que ver con un tribunal mercantil por competencia desleal, sino con la Audiencia Nacional (bueno, no todos, los banqueros encontraron el medio de crear dinero, tan bueno como el de los bancos centrales, y no solo no ir a la cárcel, sino ser bendecidos por las leyes y aplaudidos por los más prestigiosos economistas. Pero eso tema para otro día)
Cuando oiga hablar de estímulos monetarios, acuérdese de Abel y Azucena, pero no vaya a la comisaría más cercana a denunciar el caso, no servirá de nada. ¿En qué se diferencia, entonces, el estímulo monetario de Abel y Azucena del que se pueda llevar a cabo desde el BCE? Yo no lo sé, y si algún lector nos lo puede explicar creo que todos le estaríamos muy agradecidos. ¿Por qué las iniciativas de estímulo monetario tienen que ser públicas y no pueden ser privadas? Supongo que eso mismo se lo estarán preguntando Abel y Azucena desde la cárcel.
Que nadie se deje hipnotizar con palabras técnicas grandilocuentes pronunciadas con mucha solemnidad. Detrás de cualquier "estímulo monetario", ya venga de Abel o de Jean-Claude, nos encontramos el mismo deseo humano de querer disponer de un dinero que no se tiene, que no se ha ganado honestamente o que los gobernantes no han recaudado previamente de sus súbditos, y en perjuicio de todos los demás.
¿Cuál es el resultado de estos “estímulos monetarios” o estas “políticas monetarias expansivas” que solo son posibles tras la invención del dinero fiduciario? Es decir, ¿cuál es la dinámica lógica de un dinero fiduciario gestionado por los poderes políticos? Tristemente, su constante pérdida de poder adquisitivo. Así que, cuando vea que con 30 euros hoy solo puede comprar la cuarta parte de lo podía comprar en 1980 con 5.000 pesetas (según esta estimación del INE), año, por ejemplo, de la entrada en vigor del Sistema Monetario Europeo, el responsable de esa pérdida en poder de compra de sus 5.000 pesetas ganadas en 1980 no habrá sido ni el capitalismo, ni la codicia de los empresarios, ni la falta de escrúpulos de los especuladores o la globalización. El único responsable, insisto, el único responsable de que el poder de compra de 5.000 pesetas de 1980 (120 euros) se haya quedado hoy en solo 30 euros habrán sido las políticas monetarias “expansivas” de los bancos centrales, que, hasta donde yo alcanzo, tienen el mismo fundamento económico que la falsificación de dinero o el envilecimiento de la moneda, pero a una escala que nunca antes ningún falsificador o ningún gobernante hubiera soñado.
Se podrá decir que los bancos centrales no solo crean y crean dinero de la nada, que también pueden retirar la cantidad de dinero creado y puesto en circulación con políticas monetarias restrictivas, lo mismo que Abel podría haber retirado parte de los billetes falsos contra la entrega de lo comprado de forma ilegítima. Pero, al igual que Abel, y como muestra el siguiente gráfico de la evolución de la base monetaria (como se llama al dinero creado por los bancos centrales) de la Reserva Federal de EEUU (su banco central), la voluntad de un banco central de retirar el dinero creado de la nada parece ser la misma que la que pudieron haber tenido Abel y Azucena. Eso, sin contar con el crecimiento desproporcionado de la base monetaria desde finales de 2008, y los 600 mil millones más que Ben Bernanke ha anunciado que piensa emitir (otro empujoncito hacia arriba de 600 “billion of dollars” en el gráfico).
Ya lo comenté en un artículo anterior y lo vuelvo a repetir, probablemente las circunstancias actuales exigirán despenalizar por algún momento y en alguna circunstancia el delito de "creación de dinero fiduciario de la nada" por parte de los bancos centrales, pues que se despenalice, pero llamemos a las cosas por su nombre.