Misa de las Bienaventuranzas en el Valle de los Caídos
Aún hoy, 24 horas después de la multitudinaria celebración de la Santa Misa en el Valle de los Caídos, algo me dice que esa jornada fue histórica. Ver a tantos miles de fieles acudiendo a una misa de campaña en el crudo otoño de la sierra madrileña ensancha las almas y calienta los corazones, aunque los pies estuvieran helados.
La liturgia eucarística se celebró con ese sentido de resistencia fecunda que sólo los HIjos de Dios saben ofrecer a pesar, incluso, de arriesgar la propia vida. Y tengo para mí, que la multitudinaria celebración podría titularse como la Misa de las Bienaventuranzas.
Bienaventurados los pobres de espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos.
Allí estábamos, implorando al Altísimo su ayuda para vencer a pesar de nuestra pequeñez, sabedores de nuestra debilidad espiritual, en el combate por la auténtica libertad.
Bienaventurados los mansos: porque ellos poseerán la tierra.
Allí estábamos no sólo en actitud serena, sino sobre todo con el corazón en calma, latiendo al ritmo del Corazón que palpita en el Sagrario.
Bienaventurados los que lloran: porque ellos serán consolados.
Allí estábamos, en la aflicción por el cierre arbitrario de un lugar de culto, derramando lágrimas (físicas o espirituales), buscando el consuelo de Dios.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia: porque ellos serán saciados
Allí estábamos, clamando con nuestra presencia contra la injusta represión del poder, porque es de justicia que no se coarte la libertad de culto.
Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos obtendrán misericordia.
Allí estábamos, orando por los enemigos de la Iglesia, los mismos que nos han llevado a esta situación.
Bienaventurados los limpios de corazón: porque ellos verán a Dios.
Allí estábamos, purificando la intención de nuestra respuesta a la llamada de la comunidad benedictina. En última instancia, no se trata de los derechos de unos cuidadanos, sino de los derechos de Dios.
Bienaventurados los pacíficos: porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Allí estábamos, con esa paz que sólo nace de la firmeza de la fe, sobre la que nos ha llamado a reflexionar el Santo Padre en la próxima Jonada Mundial de la Juventud.
Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos.
Allí estábamos, acompañando a quienes son perseguidos por la única razón de hacer justicia a Dios, único Juez Supremo.