San Efrén
Himno De Fide XIV
Te he invitado, Señor,
a un banquete nupcial de himnos (madrase).
Y en nuestro banquete faltaba el vino,
esto es, el canto de alabanza.
Invitado que llenaste las tinajas de vino excelente,
¡llena de alabanza mi boca!
El vino aquel que estaba en las tinajas es pariente
cercano de este elocuente vino
que engendra la alabanza.
También aquel vino engendró una alabanza
de parte de los bebedores que vieron el prodigio.
Tú, tan Justo, que en un banquete de bodas que no era tuyo
llenaste seis tinajas de vino excelente,
llena en este banquete, Señor, no las tinajas,
sino miles de oídos con agrado.
Jesús, Tú que fuiste invitado a la boda de otros,
ésta es tu boda pura y bella: ¡alegra a los tuyos!
Que también tus invitados, Señor, tienen necesidad
de tus canciones. ¡Que rompa a tocar tu lira!.
El alma es tu esposa; el cuerpo, tu cámara nupcial;
tus invitados son los sentidos y los pensamientos.
Si un solo cuerpo es para ti una fiesta de boda,
¿que perfecta no será tu boda con la Iglesia?
¿Cómo podría mi lira, Señor, descansar de tu alabanza?
¿Cómo podría yo enseñar a mi lengua ingratitud?
Tu amor ha dado confianza a mi timidez,
y eso que mi voluntad es ingrata.
Es justo que los hombres confiesen tu divinidad.
Es justo que los seres celestiales adoren tu humanidad.
Los celestiales se asombraban de cómo te hacías pequeño,
y los de la tierra de cómo te hacías grande.
Himno De Fide XXI.
¡Toca en mi lira, Señor, con todos los auxilios de tu gracia!
¡Que resuene con las cuerdas fuertes para los perfectos,
y con las puras para las vírgenes,
y con las más simples, que cante para los sencillos!
¡Ven, escucha a Zacarías, que quiso contradecir a Gabriel!
Estudia y aprende, anciano: ¿dónde está tu lengua?
Así se queda mudo y es reducido a silencio
todo el que se atreve a disputar con la Verdad.
Si Gabriel hizo valer su poder, no siendo más que un siervo,
al no hallar fe su palabra en el levita,
¿cuánto más no habrá de hacerlo valer el Hijo del Justo
al no creer tú que es Hijo, tal y como lo ha dicho Él?
¡Estéril Zacarías, cuya palabra sería arrancada
porque su lengua puso en duda cómo podría concebir!
Y eso que estaba allí mismo, hija mía, la prueba que le acusaba
dentro del arca, la vara que había florecido de nuevo.
Si ya una criatura pudo encelarse con uno de los suyos,
e imponerle la brida del silencio, por haber dudado acerca de Juan,
a la boca que ha ultrajado al Unigénito
le habrá de corresponder la brida de Senaquerib.
Que la pureza de Abraham sea para tí un espejo
de cómo la indagación es una horrible mancha para la fe.
Cuando creyó, fue declarado justo;
y cuando se puso a indagar, su descendencia fue sometida.
Como "la perdiz, que incuba una nidada que no ha puesto",
o el pájaro, cuyo canto hace extraviarse al que lo toma por guía,
que a ti no te conduzcan a error los cantos
de los que confiesan al Hijo, y dicen a la vez: "No es engendrado"
Hay pájaros que cambian su modo de cantar,
como el ave que cambia su voz y caza a su compañero;
así también hay falsos que cambian sus palabras
según sus oyentes, para sacar ellos provecho.
Tú, en cambio, lira, no robes a tus oyentes,
no cantes para los hombres con acepción de personas.
Lo mismo en público que en privado
que tu melodía ofrezca el sabor de tu verdad.
También Moisés preparó las trompetas como en un símbolo,
pues en el campamento tocaban sólo dos trompetas
Mira cómo se ha cumplido aquel símbolo, que en la Iglesia
sólo los dos Testamentos resuenan y se proclaman
También David tocaba la lira de tres modos distintos:
con las cuerdas más altas cantaba tu divinidad,
con las del medio cantaba tu humanidad.
Y con las más lánguidas tu muerte.
Que así también tu Iglesia sea una lira para tu alabanza.
Pon paz entre las cuerdas irritadas, divididas en ella.
Que el Señor de la paz pueda tocar con armonía
la verdad en esta lira de paz.
Da gracias al Señor de todo, que ha creado y construído
dos liras, la de los profetas y la de los apóstoles.
Pero un solo dedo toca en las dos
las melodías diferentes de los dos Testamentos
Aun cuando la lira cambia las melodías
la lira es la misma, y también el artista.
Lo mismo es, hija mía, con las liras de la Verdad:
cambiaron las melodías, pero la Verdad es sólo una.
También una sola flauta puede generar sonidos diferentes
para los oídos de los sanos toca melodías más fuertes;
para los de los niños, melodías sencillas;
y suaves melodías para los de los enfermos
Así son también las trompetas de la Verdad
al que es perfecto le ofrecen melodías perfectas;
para el que es como un niño, en cambio, le han compuesto
promesas de leche y miel
¿Qué lira, qué cuerno o qué trompeta
estaría tocando siempre la misma melodía?
Con la diferencia de sus tonos puede ofrecer sus auxilios.
Por eso se han hecho tan ricas las canciones de la Verdad.
Jesús está acostumbrado a ser ultrajado por los necios.
El Padre y el Hijo son verdaderos en sus nombres, hija mía.
Sería una vergüenza para el Hijo que su nombre engañase,
y una vergüenza para el Padre que su nombre no fuese verdadero
Jesús, que tuvo que soportar la burla de los extraños,
ahora soporta esa vergüenza grande de parte de los fieles.
¡Qué insulto tan grande para los tres,
que uno fuese bautizado con nombres engañosos!
¿Cómo puedes pensar que tu canto es un himno de alabanza?.
¿Cómo va a ser tu carencia una riqueza?
¿Cómo puede ser tu disputa,
insolente, un tesoro de auxilios?
Él conoce a su Padre como el fruto a su árbol.
También el Padre conoce a su fruto como la raíz.
Pero el conocimiento que ellos dos tienen el uno del otro
está en los dos oculto y escondido
Este conocimiento, del Hijo y de quien lo engendra,
está en un tesoro, cuya puerta está sellada con un silencio grande
y sus accesos son una quietud terrible,
y su guardián es el poderoso querubín
¿Qué boca, hija mía, se pondría a disputar o a hablar
junto a la puerta de ese tesoro oculto y callado?
Los ángeles de lo alto, cuando han puesto sus ojos en él,
han cerrado sus bocas con un silencio lleno de sabiduría.
El que no conoce la excelencia de aquel lugar,
parlotea como un borracho, lo mismo él que sus oyentes.
Pero si se le purga, hija mía, de su pretensión,
de la que está ebrio, entonces calla y proclama la gloria.
Himno De Fide XXIII
¡Habla, lira, que el silencio es tu enemigo!
¡Pero habla de aquello que puede ser hablado!
Pues si se habla de lo que no está permitido
es una blasfemia para el Justo.
El que se atreve a indagar, se parece a los incrédulos.
El temerario se halla a un paso de la muerte,
pues en la disputa se desnuda de su fe,
para descender a explorar el mar de las realidades oculta
No te alarmes, muchacha, de lo que acabo de decirte
Compáralos con discernimiento:
uno ya ha negado la divinidad,
el otro indaga la forma de empequeñecer a Dios.
El "Señor de todo" es mayor que todo, de acuerdo con su título
En el nombre, reconozcamos al Señor de Todo, mayor que todas las cosas.
¿Quién habrá cuyo conocimiento sea tan grande
como para explorar y medir el abismo de la Sabiduría?
¡Límpiate, lira, de la controversia!
¡Que no toque en ti el orgullo su propio querer!
¡Que no cante tampoco en ti la pretensión
sus canciones! Pues ella es todo perjuicio.
¡Afina las cuerdas, que se desafinaron en la disputa!
¡Reúne las canciones que se extraviaron con las indagaciones!
¡Ponte, hija mía, ante la divinidad,
y canta luego la gloria de Dios!
Puesto que eres una cítara dotada de vida y de palabra
tus cuerdas y tus sonidos tienen libertad
¡Cítara que por sí misma,
de su propio querer canta a su Dios!
¡Disponte a ti misma, y canta, pero sin controversia!
¡Purifica tus canciones y cántanos, pero no de las realidades ocultas!
Hazte discípula de todas las que han sido reveladas,
y habla sin temor de sus bellezas.
Pesa las palabras, con melodías en las que no hay reproche.
Pesa y canta canciones en las que no se halla falta,
para que tu canto, hija mía, sea agradable
a los siervos de tu Señor, y tu Señor te recompensará.
No cantes, pues, nada que suponga daño para los hombres.
No dividas con la disputa a los hermanos unidos.
No coloques la espada –que eso es la indagación–
entre los inocentes que han creído limpiamente.
No cantes, pues, a Dios de forma retorcida,
para que no yerres y, en vez de alabanza, cantes iniquidad.
Canta, como David, al Hijo de David,
y llámale Hijo y Señor, igual que David
No deshonres al Padre ni al Hijo, poniéndoles uno frente a otro.
No cantes al Padre a costa de su Hijo,
para que tu cantar al Hijo no sea
una deshonra para el Padre, cuando dices: "Él no engendra"
Que el Padre es el primero, esto no se disputa;
que el Hijo es el segundo, esto no se duda,
ni que el nombre del Espíritu es el tercero.
¿Por qué has de corromper el orden de los nombres?
"Enseña y bautiza en los tres nombres,
en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo"
El nombre del Hijo no puede preceder
al nombre del Padre. Pues no hay ahí confusión alguna
El cómo y el por qué, esto está dentro del silencio.
Fuera de ese silencio, ¡tú canta la gloria!
Que no se haga tu lengua
un puente por donde pasan toda clase de palabras.
Ofrécele como alabanza el diezmo de tus canciones.
Preséntale una gavilla de palabras del campo de tus pensamientos.
Ofrécele las primicias de un himno de alabanza,
de los cantares que cosechó tu lengua.