Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

San Rafael Arnaiz

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San Rafael Arnaiz
San Rafael Arnaiz
+ Me dispongo, a darte las noticias que me pides… No lo he hecho antes por imposibilidad material, pues veo muy mal y me canso mucho. Tengo que usar para todo las gafas de papá que son de vista cansada… Dice el médico que se me pasará en cuanto esté más fuerte.

Lo que me pasa es muy sencillo, y es, en resumidas cuentas, que Dios me quiere mucho… Yo en la Trapa era feliz, me consideraba el más dichoso de los mortales, había conseguido desprenderme de las criaturas y no ambicionaba más que a Dios… Pero me quedaba una cosa: el amor a la Trapa, y Jesús, que es muy egoísta del cariño de sus hijos, también ha querido que me desprendiese de mi amado monasterio, aunque no fuese más que temporalmente.

Dura, muy dura, es la prueba que estoy pasando, pero ni tiemblo, ni me asusto, ni desconfío de Dios. Cada vez veo su mano en todo lo que me ocurre y me acontece, y te aseguro que es muy dulce abandonarse en manos de tan buen Padre.

+ En los cuatro meses de noviciado, ni un mal dolor de cabeza; una salud estupenda y encantado de la vida… Comienzan los trabajos de la «escarda». Los primeros días en el campo muy bien, alabando a Dios en medio de los trigos; un día me siento muy cansado; al día siguiente más; a otro ya no resisto y, mientras mis hermanos trabajan, yo me siento…, estoy agotado; hace dos o tres días que tengo una eliminación de orina tremenda, habiendo noches de levantarme seis veces… El Padre Maestro no me deja ir al campo; me quedo en casa lavando lechugas; al día siguiente después de Maitines de la Virgen, a las tres de la mañana no puedo estar más tiempo en el coro y subo a acostarme. Al día siguiente sube el reverendo Padre al noviciado y me manda unos días a la enfermería.

+ El Padre enfermero me analiza la orina y se queda asustado. Llega el médico y dice que tengo que ponerme en tratamiento inmediatamente y es imposible en el monasterio. Al día siguiente llega papá con el coche. A Oviedo llegué a la cuatro de la tarde, y a las seis me ponían la primera inyección de “insulina”, única cosa que dicen que lo cura.

Tengo mucha azúcar y tuve acetona; estoy a un plan de alimentación en que se me pesa todo lo que como por gramos; tengo un hambre terrible y una debilidad tal, que el leer me marea, el andar me cansa, apenas veo… Todo ha sido cuestión de seis o siete días, pero ha habido días que he adelgazado dos kilos.

… Esta enfermedad es muy larga y no sé cuándo podré volver a mi monasterio, y no sé cuándo será, pero Dios me dice que yo moriré trapense; ahora lo único que tengo que hacer es ponerme en sus manos y te aseguro que lo estoy; más no puedo hacer, pues además sé que la Santísima Virgen no me abandona.

+ Dios no solamente aceptó mi sacrificio, cuando dejé el mundo, sino que me ha pedido mayor sacrificio todavía, que ha sido volver a él… ¿Hasta cuándo?… Dios tiene la palabra. Él da la salud, y Él la quita… Los hombres nada podemos hacer más que confiar en su divina providencia sabiendo que lo que El hace, bien hecho está, aunque a primera vista a nosotros nos contraríe nuestros deseos, pero yo creo que la verdadera perfección es no tener más deseos que, “que se cumpla su voluntad en nosotros”.

+ Dios en su infinita sabiduría, no pregunta al hombre lo que desea para otorgárselo inmediatamente, pues generalmente éste no sabe lo que le conviene para su salvación, sino que, obrando por encima de la razón y los designios de la criatura, la lleva, la trae y la prueba de mil maneras… y el hombre dice: “Señor, ¿por qué hacéis esto” , y Dios parece que dice: “Confía en mí, vosotros sois como niños, y para llegar al reino de mi Padre, no podéis ir solos, ni señalar el camino; yo os conduciré… Seguidme, aunque contraríe vuestros deseos… El reino de Dios sufre violencia.., y para llegar al término, no ha de ser por donde el hombre dispone, pues como niño que es a los ojos de Dios, apenas sabe andar… Confía en mi, dice Jesús, y yo te llevaré”.

+ Más de una vez en aquellos días regaba los terrones que arrancaba con mi azadón, con unos lagrimones del tamaño de naranjas. Pronto reaccionaba; me acordaba de la pregunta que se hacia nuestro Padre san Bernardo: «Bernardo ¿a qué has venido?”…, redoblaba entonces mis fuerzas en el trabajo y si alguien hubiese estado muy cerca de mí, me habría oído cantar una cosa que empieza así: «Virgen del santo Recuerdo, que nunca te podré olvidar”.
Eso era para mí el gran remedio…, el cantarle a la Virgen… ¡Si vieras cómo me ha tratado la Señora! Nunca sabremos bastante lo que nos quiere María.

Otro día también cogí una perra, ¿sabes por qué? Cada vez que me acuerdo me río… Pues sencillamente que una mañana a las cinco, se me juntaron el hambre (estábamos en Cuaresma), el sueño y el frío, y entre los tres le dieron tal paliza a este miserable cuerpo, tan acostumbrado al regalo, que le hicieron saltar las lágrimas… Te aseguro que cuesta dominar la carne, pero con la ayuda de Dios tan grande que tienen los trapenses, se hace de ella lo que quieres… Yo estoy convencido, sin una gracia muy especial, el trapense no podría vivir.

+ Jesús es tan bueno conmigo que todo me lo perdona y me comprende, pues es el defecto de todos los niños, que sin llegar aún a las rodillas del padre, ya se creen con fuerzas para manejar el sable y calzarse las espuelas de su padre que cariñoso los mira, y le hacen gracia las bravatas de sus hijos, sabiendo que si él no está detrás ¿qué sería de las criaturas?… Lo mismo le debe pasar a Dios conmigo, y cuando me vio empuñar las armas con tanto brío, le debí hacer gracia y me dijo: Para ser general, antes hay que ser soldado, y antes de soldado, tengo que tomarte la talla para ver si sirves…, y eso es lo que está haciendo conmigo

+ En la Trapa, cuántas veces, cuando a las dos de la mañana me levantaba, y entraba en el coro, y me ponía a los pies de Jesús, he ofrecido el sueño y el frío por todos los hombres…, y pensaba: “Señor, lo que os ofrezco es bien poca cosa, pero en estos momentos hay tantas almas, criaturas tuyas que como no os conocen, quizás os estén ofendiendo… Perdónalos, Señor…, si yo pudiera reparar algo tanto desvío de los hombres hacia Vos…, me quedaría muy contento”… Y yo creo que Dios me escuchaba, pues el frío y el sueño hasta me parecían agradables.

+ Las primeras palabras que me dijo el hermano portero cuando entré en la hospedería fueron: “Y ahora a no apurarse, y cualquier cosa que le ocurra, dígaselo a la Virgen María, pues a mí en veintitantos años que llevo de trapense, nunca me negó nada…

… los primeros días tenía que vencerme algo en el refectorio, pues el plato de hierro y la cuchara de asta de buey no eran de mi gusto… Pues bien, antes de entrar le rezaba una Salve a mi Madre para que me ayudase…, y tan tranquilo
Qué suave y qué dulce es consagrarse a María

+ Si vieras qué vergüenza me daba el haber estado tanto tiempo sin una verdadera devoción a la Virgen. No basta el Oficio parvo, ni el rosario, ni medio millón de novenas… Hay que quererla mucho…, mucho. Hay que contárselo todo, confiárselo todo, ser es una verdadera Madre… Y a mí me parece, y esto tomadlo como cosa mía, y por tanto, no lo tengáis en cuenta, que cuanto más amor se le tiene a la Virgen, sin que nosotros nos demos cuenta, más amor tenemos a Dios; es decir, que nuestro amor a Dios, aumenta a medida que aumentamos el cariño a la Santísima Virgen…, y es natural, ¿cómo vamos a querer a la Madre y no querer al Hijo? Imposible. ¿Y qué no conseguiremos de Dios si se lo pedimos por intercesión de María?… nada… El primer milagro de Jesús fue a instancias de la Virgen, y yo me imagino la cara de María, mirando a Jesús y diciéndole: “No tienen vino”. A mí es uno de los milagros que más me hace sentir porque interviene María.

+ Hay una cosa mejor que los cilicios y las disciplinas, que es conformarse en todo con la voluntad de Dios y no pedirle nada, ni desear nada, y muchas veces, al pensar en el «pedid y recibiréis» y en lo miserables que somos, incluso en el pedirle a Dios, me decía: “Señor, nada os pido…, pero en ese nada tan seco, va encerrado todo lo que me dais, que mi imaginación no llega al límite… Que mi voluntad sea la vuestra; mis deseos los vuestros; mis intereses, los de Jesús; mis amores, los de Jesús. Nada quiero que Vos no queráis, y si no os agrado, destruidme y aniquiladme. Como veis, Señor, nada os pido. y sin embargo… os lo pido todo”.
 
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