Creer en el siglo XXI no es cosa fácil (y IV)
Por fortuna, un número significativo de cristianos vivimos en países donde la persecución física no es tan acentuada. Pero la imposición ideológica, está viva y latente, es real.
En la segunda quincena de septiembre de 2009 Human Rights Watch for Laos Religion Freedom denunció la persecución que los cristianos padecen en Laos: les niegan el acceso al agua, a la educación y a los servicios de salud, con especial beligerancia como ya sucediera en los años 90 del siglo pasado.
Pero las restricciones parecen no tener fin. Los mediosreportaban que en Laos 48 personas fueron consignadas a un campo de concentración por el simple hecho de ser cristianos (cf. 13.02.2010). Pero no era todo. Les destruyeron sus casas y les mantuvieron sin comida, agua y luz por no poco tiempo. Laos, un país comunista muy próximo a China, ha reanudado la persecución cristiana argumentando que es una religión extranjera.
En Iraq la situación de odio y persecución no podía ser peor. El pasado mes de noviembre de 2009 un grupo armado destruyó con bomba la iglesia de san Efrén, en Mosul, y el convento anexo. Por fortuna las cinco religiosas dominicas del convento salvaron la vida.
El arzobispo de Bagalore, monseñor Bernard Moras, ha denunciado la pasividad y apatía del gobierno indio ante los ataques contra los cristianos de ese país. Centenares de personas perdieron su hogar, propiedades y familiares por el solo hecho de creer en Cristo. 2009 fue uno de los años más sangrientos para los cristianos en India.
Según datos de la Pew Forum 2009, los diez países donde los cristianos sufren más persecución son Afganistán, Arabia Saudita, Bután, China, Corea del Norte, India, Irak, Malasia, Mauritania y Yemen. Otra organización, la Christian Security Network, ponderaba el riesgo real que tienen los ministros y lugares de culto como blancos para atentados: «Los ministros de culto cristianos deben empezar a pensar de modo diverso y considerar el incremento de medidas de seguridad ya sea para proteger a la propia persona como a los bienes contenidos en los lugares de culto». Según el director ejecutivo de este organismo, Jeff Hawkins, en Estados Unidos aumentaron los delitos contra los religiosos y lugares de culto cristianos en 2009.
Fijándonos en Arabia Saudita, uno de los países con mayores restricciones en materia de libertad religiosa, ReligionenLibertad.com reportaba cómo millares de trabajadores católicos son amenazados con el despido si no se convierten al islam (cf. 05.02.2010).
Más recientemente, en diciembre de 2009 y enero de 2010, los cristianos coptos de Egipto han sido objetos de hostigamientos y agresiones físicas y verbales. Concretamente el 7 de enero, día de la Navidad copta, un grupo de musulmanes abrió fuego contra las personas que habían asistido al servicio religioso en la ciudad de Luxor. El mismo día, en Malasia, eran atacadas cuatro iglesias. En ese país asiático se incrementó todavía más la violencia después que el Tribunal Supremo Malayo permitió a los católicos usar el término árabe Alá para referirse a Dios. ¿El resultado? Iglesias quemadas en Kuala Lampur y al sur del estado de Johor.
Un artículo de Jeff Jacoby en The Boston Globe fue de los pocos que en occidente alzó la voz contra la infamia hacia los cristianos egipcios y recordó la presencia milenaria de éstos en aquellas tierras:
«Dos milenios después de que Jesucristo naciera en Oriente Medio, los cristianos que viven allí sufren a menudo enormemente a causa de su fe. Egipto es el hogar de la población cristiana más antigua y grande la región, pero las humillaciones a las que son sometidos son muchas: se les impide construir o reparar sus iglesias, tiene prohibido el acceso a muchos cargos públicos, y son tratados con desprecio cuando piden ayuda a la policía o los tribunales».
Y refiriéndose a cristianos que están en las mismas circunstancias, en otros lugares del mundo, añadía:
«En Irak, los cristianos de la ciudad de Mosul están siendo expulsados por una oleada de violencia; […] En China, los cristianos que se niegan a rezar en las iglesias “patrióticas” de filiación pública son sistemáticamente humillados; […] En Somalia, al menos 11 cristianos que habían abandonado el islam eran decapitados en 2009 por el grupo yihadista al-Shabaab […]”. Y terminaba lapidariamente: “…los motivos del miedo son muy reales. Y también por tanto lo es su necesidad de las oraciones y la solidaridad de todos, cristianos y no cristianos, que buscan ser guardianes de nuestros hermanos”».
En Turquía la comunidad cristiana también la pasa mal. A inicios de diciembre de 2009, tres musulmanes entraron a la iglesia siro-ortodoxa de Meyrem Ana y amenazaron de muerte al párroco si no destruía el campanario. El campanario es un valioso monumento histórico y pertenece a una de las pocas iglesias que siguen en pie. La amenaza musulmana llegó después de la negativa suiza a la construcción de minaretes, aunque los cristianos turcos nada tuvieran que ver con la decisión.
En otro país musulmán, en Pakistán, una niña católica de 12 años fue torturada, violada y asesinada por un rico abogado islámico de Lahore. Shazia Bashir trabajaba como empleada doméstica y recibía 12 dólares al mes por su trabajo. Con ese dinero ayudaba a la economía de su casa que, por cierto, no era y no es buena. «Era joven, débil y cristiana, por tanto víctima perfecta. Sentimos indignación por esta situación», decía Francis Mehboob, director del Christian Study Center.
Hemos repasado hechos, lugares y nombres. Ciertamente el fin del presente no es suscitar odios o rencores, pero sí espabilar nuestras conciencias; abrir los ojos a realidades que no pueden pasar desapercibidas y que siguen mereciendo el más firme de los rechazos.
Por fortuna, un número significativo de cristianos vivimos en países donde la persecución física no es tan acentuada o pasa desapercibida. Pero la imposición ideológica, que no deja de ser otro modo de persecución, está viva y latente, es real, y no se puede permanecer indiferente. Cortar la voz de la Iglesia y recluir la fe a la vida privada no es cosa buena si eso significa imponer modelos de pensamiento que ningún bien producen, más si se superponen a derechos como la libertad de expresión, pensamiento, conciencia y religión. El control que muchos estados quieren tener no se puede dejar pasar sin más y es algo que está sucediendo.
Creer en los tiempos de cólera no es fácil. Cuando se piensa distinto, cuando se nada contra corriente, cuando se hostiga, castiga y señala sólo por creer, no es fácil la fe. Sin embargo –estoy seguro- millones de seres humanos preferiríamos dar la vida antes que renunciar a lo que Dios nos pide. «Prefiero obedecer a Dios antes que a los hombres», decía san Pedro (cf. Hch. 5, 29).
Leía un artículo de Ángela Vallvey (cf. La Razón, 21.01.2010) donde la escritora –que no me consta sea creyente- decía: «El anticlericalismo esconde, tras su afán de modernidad bactericida metafóricamente lincha-curas, una formidable dosis de intransigencia, exaltación y fanatismo (curiosamente, lo mismo de lo que acusa al clero católico)». La realidad es esa pero el poder del voto católico puede reflejar cosas distintas en todos los países.
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