Martes, 03 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Una joya de San Claudio de la Colombière

San Claudio de la Colombière y Santa Margarita María de Alacoque.
San Claudio de la Colombière y Santa Margarita María de Alacoque.

por Pablo Cervera Barranco

Opinión

La carta encíclica Haurietis Aquas del Papa Pío XII, "sobre la devoción al Sagrado Corazón de Jesús" (1956) comienza con palabras gloriosas y gozosas del profeta Isaías: "Sacaréis aguas con gozo de las fuentes del Salvador". La Iglesia aplica este pasaje al Sagrado Corazón de Jesús y a la abundancia de dones celestiales derramados sobre la humanidad.

Sin duda, uno de los grandes regalos que Dios ha dado a la Iglesia es el santo jesuita Claudio de La Colombière (1641-1682). Este santo francés compartió el mismo siglo con Santa Margarita María de Alacoque (1647-1690), la Hermana de la Visitación que recibió las visiones del Sagrado Corazón que los eruditos católicos caracterizan como el período moderno de la devoción, cuyas raíces espirituales están en la Escritura y en la Tradición de los Santos Padres. Este santo jesuita -con fama de brillantez en la enseñanza, la predicación y la dirección espiritual- fue enviado por Cristo para alentar espiritualmente y apoyar a la humilde religiosa de Paray que luchaba con las grandes revelaciones del amor y la misericordia de Dios que se encuentran en el corazón traspasado del Salvador. Su sabio consejo espiritual estabilizó a Santa Margarita María y le dio la confianza y el discernimiento para revelar y promover la revelación del Sagrado Corazón como nuestro Señor deseaba.

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San Claudio colaboró con la revelación predicando misiones, dando retiros sobre el Sagrado Corazón, y haciendo su propia consagración al Sagrado Corazón. La Colombière llevó esta revelación hasta Inglaterra, sirviendo a los católicos perseguidos, pero tuvo que regresar a Francia, con su salud quebrantada.

En nuestro siglo, tenemos el privilegio de ver con más evidencia los abundantes dones del Sagrado Corazón. La canonización de San Claudio fue posible como resultado de una curación milagrosa de un jesuita, un ex misionero, que, al igual que San Claudio, había sido perseguido y exiliado por la fe.

Con la publicación de los consejos espirituales de San Claudio a varios hombres y mujeres, encontramos que la Iglesia contemporánea es bendecida con la misma sabiduría que contribuyó a la formación de dos santos y otros muchos hasta nuestros días. En este siglo, caracterizado por una lucha tan cataclísmica, la guerra entre una Civilización del Amor y la Cultura de la Muerte, anhelamos la visión espiritual de Claudio llena de confianza en la misericordia y el amor de Dios.

La constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium, del Vaticano II, haciéndose eco del Evangelio, llama al Pueblo de Dios a la santidad universal. De esas aguas, que nosotros sacamos en la Iglesia contemporánea del Costado de Cristo, viene la sabiduría espiritual de San Claudio en este pequeño libro, ayudándonos en la llamada a la santidad. Que encuentre un público amplio y atento.

El presente texto es el prólogo de Pablo Cervera a La dirección espiritual de San Claudio de la Colombière, obra que asimismo ha traducido y editado. Lo reproducimos por cortesía de la editorial Monte Carmelo.

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