En la tierra de Beckett, Moro y Newman
A la vuelta del verano, un Papa pisará por segunda vez la isla de Gran Bretaña tras el trauma de la ruptura de Enrique VIII. Es tiempo de sembrar.
por José Luis Restán
Faltaba la confirmación oficial y ha llegado de viva voz por parte del Papa. Este año (seguramente en septiembre) Benedicto XVI visitará Gran Bretaña, un país de rica y dolorosa historia católica, encrucijada del diálogo ecuménico y escenario de una aguda intolerancia laicista. El discurso a los obispos de Inglaterra y Gales en visita ad limina y las declaraciones del nuevo arzobispo de Westminster, Vincent Nichols, están llenos de sugerencias.
Empecemos con la entrevista concedida a L´Osservatore Romano por el nuevo Primado de Inglaterra. Nichols manifiesta su preocupación por el clima de cinismo y sospecha frente a las religiones que se extiende por amplias franjas de la sociedad británica y reconoce su temor frente al intento de marginar a la fe del espacio público. Como muestra vale un botón: recientemente la dirección de la BBC ha reconocido públicamente que la entidad (antaño alabada por todos como modelo de objetividad y ecuanimidad) sufre una claro prejuicio anticristiano que se trasluce en su modo de informar y analizar la actualidad. No olvidemos tampoco que desde el Reino Unido han partido también campañas groseras pero sonoras a favor de un ateísmo agresivo.
Sin embargo Nichols reconoce también los signos de una nueva apertura. La incertidumbre de las personas frente al sentido de la vida mueve a muchos a una búsqueda en la que se abre espacio para la luz que proviene de las religiones, y en particular de la tradición católica, precisamente porque exalta el vínculo entre la fe y la razón. Como ejemplo señala la calurosa acogida popular de las reliquias de Santa Teresa de Lisieux o el inesperado éxito de una reciente exposición en la Nacional Gallery titulada «Lo sagrado hecho realidad», que reúne obras españolas de los siglos XVI y XVII. El arzobispo relata el hecho de que numerosas personas se han arrodillado y han rezado ante una talla policromada de Cristo yacente, algo que a su juicio denota un cambio del clima espiritual y cultural, que normalmente rechazaba ese tipo de expresiones tras la experiencia de la Reforma.
El discurso de Benedicto XVI a los obispos ha sido a la vez intenso y práctico. El Papa se hace eco de la problemática que le han trasladado y denuncia la aprobación de algunas leyes «que han impuesto limitaciones injustas a la libertad de las comunidades religiosas para actuar de acuerdo con sus creencias». Por esto les invita a participar en el debate nacional a través de un diálogo respetuoso con los demás elementos de la sociedad, subrayando que el anuncio y la fidelidad al Evangelio no restringen la libertad de los demás sino que la sirven. Por lo que el propio arzobispo de Westminster ha dejado entender, uno de los ejes de la próxima visita del Papa será el testimonio y la aportación de la fe cristiana en un contexto de laicidad abierta y positiva. Un asunto que se torna más hosco cada día, también en tierras anglosajonas.
En un discurso tan afectuoso como directo, el Papa ha llamado la atención sobre la necesidad de que la comunidad católica «hable con una sola voz» y ha advertido sobre los efectos perniciosos del disenso eclesial, que no hace ni más madura ni más libre a la comunidad católica, sino que la sume en la confusión y en la esterilidad misionera. Y ha sido aquí donde Benedicto XVI ha evocado la figura del gran cardenal Newman, que «nos dejó un ejemplo extraordinario de fidelidad a la verdad revelada..., incluso a un costo personal considerable». Y a continuación ha reconocido que «en la Iglesia de hoy se necesitan grandes escritores y comunicadores de su estatura e integridad, y mi esperanza es que la devoción hacia él sirva de inspiración a muchos para seguir sus pasos». Significativa la necesidad de comunicadores y escritores subrayada por el Papa. Para nadie es un secreto que Joseph Ratzinger admira y valora extraordinariamente la figura del futuro beato inglés como sacerdote y como teólogo, pero sobre todo como buscador y servidor de la verdad, que encontró definitivamente en el hogar de la Iglesia, no sin pasar a través de incontables sufrimientos y sacrificios personales.
También se ha referido al ejemplo sacerdotal de Newman, que fue párroco durante treinta años en Birmingham, recordando que los sacerdotes no se anuncian a sí mismos sino a Cristo. Ante la escasez de clero y la necesidad de reordenar la vida y los servicios parroquiales, el Papa pide con exquisita atención evitar que los fieles caigan en la tentación de considerar a los sacerdotes como meros funcionarios, «sino más bien a alegrarse del don del ministerio sacerdotal, un regalo que nunca se puede dar por sentado».
La última apelación de Benedicto XVI a los obispos de Inglaterra y Gales (parece que su viaje tendrá también una estación en Escocia) se refiere a la aplicación generosa de la Constitución Anglicanorum Coetibus, que permitirá acoger a los grupos de anglicanos que desean entrar en plena comunión con la Iglesia Católica. Frente a las reservas observadas también en su propia casa, el Papa asegura que «si se les da una bienvenida cálida y de corazón abierto, esos grupos serán una bendición para toda la Iglesia». A la vuelta del verano, un Papa pisará por segunda vez la isla de Gran Bretaña tras el trauma de la ruptura de Enrique VIII. Es tiempo de sembrar, tiempo de crear, tiempo de construir.
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