Grupo Milenio, un conglomerado mediático mexicano de relativa difusión en ese país, ha desplegado una campaña de auto promoción bajo el lema «el futuro del periodismo».
La publicidad en televisión y en megacartelones próximos a avenidas muy transitadas en algunas de las principales ciudades del país ha girado en torno a un tema que podría parecer fuera de lugar pues se trata de un detalle clerical.
La secuencia de imágenes en televisión llevan al momento captado en los anuncios en los megacarteles: una mujer vestida de obispo que representaría, según se nos sugiere, la elección futura de un Papa del sexo femenino. Y añaden como leyenda: «Porque el mundo va a cambiar mucho en el futuro, nosotros ya estamos cambiando la manera de informar».
Es sabido que en confesiones cristianas como el anglicanismo, y su rama estadounidense, los episcopalianos, consienten, en algunos lugares concretos, ya no sólo la posibilidad de que una mujer accede a la orden sagrada del sacerdocio sino también a la del episcopado.
De hecho, a inicios del mes de agosto de 2009 saltó a la prensa el caso de una mujer y un homosexual que en la diócesis episcopaliana de Los Ángeles, EEUU, estarían entre los seis candidatos a ser elegidos obispo coadjutor en el próximo mes de diciembre, informaba Los Ángeles Times (cf. 03.08.2009).
Dejando de lado las reacciones suscitadas dentro de la misma comunión anglicana, que en el pasado han sido el detonante de un migrar numerosísimo de fieles hacia la Iglesia católica, se nos pone delante una vez más la espinosa cuestión del «sacerdocio» femenino y el papel de la mujer dentro de la Iglesia.
La doctrina católica, basada en el testimonio personal de Cristo recogido en los Evangelios, es clara: sólo el varón puede acceder a las órdenes sagradas.
En una entrevista concedida al diario Avvenire (cf. 11.07.2008), monseñor Antonio Miralles, consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de la Congregación para el clero y profesor de teología sacramental en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, en Roma, reafirmó que «la dignidad de la mujer en la Iglesia no depende del poder acceder al sacerdocio».
Y también recordó, a propósito de un interrogante sobre por qué la Iglesia católica no admite a las mujeres al sacerdocio: «Cuando en 1975 el arzobispo de Canterbury,
Donald Coggan, informó a
Pablo VI que los anglicanos estaban a punto de admitir mujeres al sacerdocio, cosa que hicieron después, el Papa Montini le escribió una carta para explicar que la Iglesia católica no se sentía autorizada a hacerlo porque estaba obligada por la elección de Jesucristo, el Señor, de elegir sus apóstoles sólo entre los hombres, y contextualmente pidió a la Congregación para la Doctrina de la Fe que elaborase un documento que diese razón a esta posición». Así nació la declaración
Inter Insigniores, publicada en 1976 (se puede consultar en el siguiente
enlace). En ella se explica ampliamente las razones que dio Pablo VI. En mayo de 1994 esta posición fue revalidada de modo definitivo con la Carta Apostólica de Juan Pablo II
Ordinatio Sacerdotalis (se puede leer haciendo clic
aquí).
En marzo de 2006, un joven sacerdote preguntó al Papa: «¿Por qué no hacer que la mujer colabore en el gobierno de la Iglesia? Convendría promover el papel de la mujer también en el ámbito institucional y ver que su punto de vista es diverso del masculino…».
La prensa mundial hizo grande eco de la pregunta y poco caso a la respuesta. El Papa respondió con ternura y profundidad: «Siempre me causa gran impresión, en el primer Canon, el Canon Romano, la oración especial por los sacerdotes. En esta humildad realista de los sacerdotes, nosotros, precisamente como pecadores, pedimos al Señor que nos ayude a ser sus siervos. En esta oración por el sacerdote, y sólo en esta, aparecen siete mujeres rodeando al sacerdote. Se presentan precisamente como las mujeres creyentes que nos ayudan en nuestro camino. Ciertamente, cada uno lo ha experimentado. Así, la Iglesia tiene una gran deuda de gratitud con respecto a las mujeres […] Las mujeres hacen mucho por el gobierno de la Iglesia, comenzando por la religiosas, por las hermanas de los grandes Padres de la Iglesia, como san Ambrosio, hasta las grandes mujeres de la Edad Media: santa Hildegarda, santa Catalina de Siena, santa Teresa de Ávila; y recientemente madre Teresa […] Como sabemos, el ministerio sacerdotal, procedente del Señor, está reservado a los varones, en cuanto que el ministerio sacerdotal es el gobierno en el sentido profundo, pues, en definitiva, es el Sacramento el que gobierna la Iglesia. Este es el punto decisivo. No es el hombre quien hace algo, sino que es el sacerdote fiel a su misión el que gobierna, en el sentido de que es el Sacramento, es decir, Cristo mismo mediante el Sacramento, quien gobierna, tanto a través de la Eucaristía como a través de los demás Sacramentos, y así siempre es Cristo quien preside» (Cf. Encuentro del Papa con los sacerdotes y diáconos de la diócesis de Roma, 2 de marzo de 2006, n. 10: L´Osservatore Romano, edición en lengua española, 10 de marzo de 2006, p. 6.).
Y el Papa también dijo: «Como sabemos, el ministerio sacerdotal, procedente del Señor, está reservado a los varones, en cuanto que el ministerio sacerdotal es el gobierno en el sentido profundo, pues, en definitiva, es el Sacramento el que gobierna la Iglesia. Este es el punto decisivo. No es el hombre quien hace algo, sino que es el sacerdote fiel a su misión el que gobierna, en el sentido de que es el Sacramento, es decir, Cristo mismo mediante el Sacramento, quien gobierna, tanto a través de la Eucaristía como a través de los demás Sacramentos, y así siempre es Cristo quien preside».
El sacramento del orden sacerdotal se ha llegado a interpretar como un derecho, cuando es un servicio propio del varón con vocación a servir. No un privilegio del hombre pues, en definitiva, no es él quien elige sino quien resulta elegido, llamado y consagrado, pero nunca por sí mismo.
Interrogado sobre el tema de la aportación clara y visible de la mujer en la Iglesia, el Santo Padre declaró a periodistas de Radio Vaticano y cuatro cadenas alemanas de televisión (Bayerischer Rundfunk, ARD, ZDF y la Deutsche Welle): “…no hay que pensar que en la Iglesia la única posibilidad de desempeñar un papel importante es la de ser sacerdote. En la historia de la Iglesia hay muchísimas tareas y funciones. Basta recordar las hermanas de los Padres de la Iglesia, y la Edad Media, cuando grandes mujeres desempeñaron un papel muy decisivo, y también en la época moderna. Pensemos en Hildegarda de Bingen, que protestaba enérgicamente ante los obispos y el Papa; en Catalina de Siena y en Brígida de Suecia. También en los tiempos modernos las mujeres deben buscar siempre de nuevo –y nosotros con ellas– el lugar que les corresponde. Hoy están muy presentes en los dicasterios de la Santa Sede. Pero existe un problema jurídico: el de la jurisdicción, es decir, el hecho de que, según el derecho canónico, la facultad de tomar decisiones jurídicamente vinculantes va unida al Orden Sagrado” (Cf. La alegría de servir. Entrevista concedida por el Papa Benedicto XVI a Radio vaticana y a cuatro cadenas de televisión alemanas, 5 de agosto de 2006, n. 34: L´Osservatore Romano, edición en lengua española, 25 de agosto de 2006, p. 7.).
Tal parece que lo que algunos quieren presentar como progreso y apertura al futuro está fuera de la lectura concienzuda de la voluntad de Dios reflejada en los Evangelios. El futuro del periodismo, ciertamente, no está en la instrumentalización del sentimiento religioso de los fieles ni en la manipulación mediática de lo que se quiere presentar como progreso.
La mujer –es justo decirlo y reconocerlo– ha hecho y sigue haciendo mucho bien a la Iglesia con su testimonio y trabajo dentro de ella.
Mujeres de curia
Ciertamente es innegable el valor añadido que con todas sus peculiaridades da la mujer a la vida de la Iglesia católica. No sin razón, muchas de ellas son estrechísimas colaboradoras del Papa en la Curia Romana y hoy por hoy es más visible la participación de la mujer en organismos vaticanos.
Sor Enrica Rosanna, religiosa salesiana de origen italiano, es la subsecretaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, cuyo prefecto es el cardenal esloveno Franc Rodé, desde 2002. Esta religiosa ha participado como experta en tres Sínodos (vida consagrada –1994–, Europa –1999– y sobre los obispos –2001–) y fue la primera mujer en obtener un doctorado en la Pontificia Universidad Gregoriana, en 1972, y también la primera en enseñar en una universidad pontificia. Es la misma religiosa que a la pregunta de la revista 30Giorni sobre la posibilidad de admitir a las mujeres al sacerdocio, respondió: «sobre este argumento me remito completamente y con fe al juicio de la Iglesia» (cf. octubre de 2007).
También en el dicasterio para los religiosos colabora, aunque como jefa de oficina, la canonista estadounidense Sharon Holland, cargo homónimo al de la italiana Paola Fabrizini aunque ésta en el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.
Mary Ann Glendonn es la flamante presidenta de la Academia Pontificia para las Ciencias Sociales, especialista en derecho, profesora de la prestigiosa universidad de Harvard y ex embajadora de Estados Unidos ante la Santa Sede. Fue Mary Ann Glendon la primera mujer que representó y encabezó una delegación oficial de la Santa Sede en un congreso internacional convocado por la ONU: la conferencia sobre la mujer de Beijin, en 1995.
María Cristina Carlo-Stella ha dedicado toda su vida al trabajo en la Iglesia. Actualmente es encargada de la Fábrica de San Pedro, cuyo último responsable es el cardenal Angelo Comastri, y anteriormente colaboró como jefa de oficina en la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia. María Gargiolli colabora como experta en asuntos psiquiátricos y psicológicos en el Tribunal de la Rota Romana, ente encargado de los veredictos sobre los casos de nulidad matrimonial. También en el mundo de los tribunales colabora Ilaria Zuanazzi, docente de derecho canónico y, desde febrero de 2009, la primera mujer que funge como juez en un tribunal eclesiástico en Italia, concretamente en Turín.
En el Pontificio Consejo para los Laicos una peruana dirige la sección dedicada a la mujer. Se trata de Rocío Figueroa, laica consagrada y teóloga de profesión. Silvia Guidi se ha unido muy recientemente a la planilla de redacción de uno de los periódicos más antiguos del mundo: L´Osservatore Romano (el primer número salió 1 de julio de 1861, bajo el pontificado de Pío IX). No es poca cosa: es la primera mujer que estará de modo permanente en el equipo de redacción en la historia del rotativo.
Es también una mujer la directora de la oficina de internet en el Vaticano y la responsable del website de la Santa Sede. Se trata de la hermana Judith Zobelein, de las Hermanas Franciscanas de la Eucaristía, quien en 1991 fue llamada al Vaticano para ayudar en el área informática. En 1995 pidió permiso a Juan Pablo II para lanzar el portal de la Santa Sede y, hoy por hoy, es el site católico más visitado en todo el mundo.
No es todo. Para el sínodo sobre la Eucaristía de octubre de 2005, Benedicto XVI convocó a una docena de auditoras para participar en el mismo: desde la ex embajadora de Filipinas ante la Santa Sede, Enrietta Tambunting de Villa, hasta una fundadora, miembros seglares de movimientos eclesiales y, por supuesto, religiosas de distintas congregaciones.
Para el sínodo sobre la Palabra de Dios, de octubre de 2008, se llegó al mayor número de mujeres participantes en un sínodo: fueron 25 de las cuales 6 participaron como expertas y 19 como auditoras.
De entre las expertas, la mayoría profesoras de Sagrada Escritura, había una estadounidense (Sara Butler, doctora en filosofía, asesora de la Conferencia de obispos católicos de Estados Unidos, profesora de teología dogmática en el seminario San José de Nueva York y miembro de la Comisión Teológica Internacional desde 2004), una española (Nuria Calduch-Benages, profesora de Sagrada Escritura en la Pontificia Universidad Gregoriana), una francesa (Marguerite Lena, profesora de filosofía en el Studium Notre Dame de l´Ecole Cathédrale, en París), una nigeriana (Mary Jerome Obiorah, primera mujer africana en doctorarse en el Pontificio Instituto Bíblico y actual profesora en la Universidad de Nigeria y en el seminario mayor de la arquidiócesis de Onitsha) y dos italianas (Bruna Costacurta, doctora en ciencias bíblicas, consultora de la Conferencia Episcopal Italiana y profesora en la Universidad Gregoriana, y la monja trapense Germana Strola, primera religiosa contemplativa en doctorarse en el Pontificio Instituto Bíblico).
Entre las auditoras hubo dos mujeres africanas, cuatro de Europa del este, dos estadounidenses, tres asiáticas y ocho europeas.