Dos pintoras católicas: Lavinia y Sofonisba
Sin duda, los católicos estamos de enhorabuena. Sí, porque en pleno 200º aniversario de la fundación del Museo del Prado, plagado de obras de arte realizadas por católicos en muchas de las cuales ciencia y fe se dan la mano, acaba de inaugurarse la exposición Historia de dos pintoras: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana, exposición que durará hasta el 2 de febrero de 2020. A quienquiera que la visite le invito a caer en la cuenta de que ambas pintoras fueron católicas fervientes. Habrá actos paralelos y conferencias en las que, sinceramente, no creo que a este aspecto, el de la fe, se le preste mucha atención, y tiene mucha importancia porque, si no, al final hablaran de ellas de forma incompleta e ideológicamente interesada.
Lavinia Fontana (1552-1614) fue una italiana nacida en Bolonia (donde la Iglesia católica fundó la primera universidad del mundo, primera además en aceptar mujeres en sus aulas incluso como profesoras), conocida como magnífica pintora, tanto, que los Papas Clemente VIII y Pablo V la tuvieron como pintora de cámara. Como excelsa pintora barroca ha sido calificada en numerosas ocasiones esta católica, apostólica y romana.
Con 25 años se casó con Gian Paolo Zappi, que era pintor del taller del también católico practicante Prospero Fontana. Lavinia y Gian Paolo tuvieron once hijos. Gian Paolo pasó la vida encargándose de la casa y asistiendo a su mujer como ayudante. Habéis leído bien: un supuesto ‘machista católico’ dedicado a sus labores y en los ratos libres ayudando a su mujer en su trabajo. Muy numerosas fueron sus obras de arte sacro, al igual que las de sus maestros.
No le va a la zaga la cremonesa Sofonisba de Anguissola (1535-1625), que fue la mayor de siete hermanos, seis de los cuales eran niñas. Su padre Amilcare, también católico practicante, ¡dio educación docente a todas sus hijas! Y se preocupó de que a todas les enseñasen a pintar. Ninguna llegó a la talla de Sofonisba. Una de las hermanas terminaría metiéndose monja en el convento de San Vincenzo de Mantua. También sus maestros, Bernardo de Campi o el mismísimo Miguel Ángel, disfrutaron de la fe católica, lo cual no les impidió pintar como los ángeles, adornar multitud de iglesias o ser verdaderos genios.
Cuatro de las hermanas llegaron a dedicarse a la pintura, habiendo sido educadas en un ambiente católico, por profesores y preceptores católicos y en una época en la que supuestamente para muchos historiadores progres la Iglesia católica no se dedicaba a estas cosas. El hecho de que este tipo de cosas nos parezca increíble o de que la intelectualidad progre actual hable de mujeres como Sofonisba o Lavinia intentando alinearlas con su ideología se debe en parte a que se practica una historiografía interesada, que poda sistemáticamente la faceta religiosa de la multitud de intelectuales que han sido a lo largo de la historia de la humanidad, muchos de ellos católicos practicantes.
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