La ley sobre el final de la vida no es aceptable
En las distintas situaciones de vida, el juicio que el paciente da sobre su estado de salud cambia... [y] a menudo los pacientes se olvidan, con el tiempo, de retirar o cambiar las declaraciones que hicieron con anterioridad.
En su intervención del 20 de marzo pasado, el cardenal Angelo Bagnasco, presidente de los obispos italianos, habló claramente sobre el problema ético de la eutanasia en general, y sobre la ley que se está debatiendo en Italia en particular [llamada "sobre las Disposiciones Anticipadas de Tratamiento (DAT)" o testamento biológico]:
«La ley sobre el final de la vida que se está discutiendo en el Parlamento está lejos de tener un planteamiento personalista; más bien es radicalmente individualista, adaptada a un individuo que se interpreta a sí mismo prescindiendo de las relaciones y que es amo absoluto de una vida que no se ha dado a sí mismo. En realidad, la vida es un bien originario: si no fuera indisponible estaríamos todos expuestos al arbitrio de quien quisiera apropiarse de ella. Esta visión antropológica, además de corresponder a la experiencia, ha inspirado leyes, constituciones y documentos internacionales, ha hecho que las sociedades fueran más vivibles, justas y solidarias. Es una cuestión aceptada que la distanasia [o "encarnizamiento terapéutico"] -de la que no se habla en el texto- es una situación concreta que hay que excluir, pero es evidente que la categoría de "terapias proporcionadas o desproporcionadas" se presta a una discrecionalidad subjetiva más amplia, distinguiendo entre intervención terapéutica y apoyo a las funciones vitales.
»Se queda uno desconcertado al comprobar que el médico ha quedado reducido a mero funcionario notarial, que levanta acata y ejecuta, prescindiendo de su juicio en relación a la ciencia y la conciencia. Del mismo modo, en lo que atañe al paciente, suscita gran perplejidad el valor prácticamente definitivo que se da a las declaraciones, sin tener en cuenta la edad de la vida, la situación, el momento que atraviesa quien las redacta: la experiencia enseña que estos son elementos que inciden, y no poco, en el juicio.
»La muerte no debe ser aplazada mediante la distanasia, pero tampoco anticipada con la eutanasia: hay que acompañar al enfermo con cuidados, cercanía constante y amor. Parte integrante de ello es la calidad de las relaciones entre el paciente, el médico y los familiares».
Desde el punto de vista netamente jurídico, merece gran atención la Declaración del Centro de Estudios Rosario Livatino, firmada por 250 juristas, en la que se denuncia, con precisión incontestable, que el texto de la ley tiene un contenido eutanásico.
La ley que está siendo objeto de debate en el Parlamento transforma las "Declaraciones" anticipadas de tratamiento en "Disposiciones" a las que el médico no podrá sustraerse; además, no tiene en cuenta que en las distintas situaciones de vida, el juicio que el paciente da sobre su estado de salud cambia, como tampoco toma en consideración el hecho de que a menudo los pacientes se olvidan, con el tiempo, de retirar o cambiar las declaraciones que hicieron con anterioridad. El texto de la ley obliga a la suministración activa de los fármacos, pero no obliga a la suspensión de los tratamientos, y prevé que el tutor pueda decidir libremente respecto a la persona en cuestión y, en el caso de que el médico esté de acuerdo, nada puede evitar la interrupción de alimentación e hidratación. Y, por último, el texto de la ley no prevé la objeción de conciencia del médico.
Ante esta visión objetiva de las cosas se considera que está fuera de lugar que, dentro de las asociaciones católicas que se ocupan estrechamente de estas problemáticas éticas y jurídicas, haya una diversidad de puntos de vista en relación con este argumento tan grave. La Iglesia se ha atenido siempre a los principios de la ley moral natural y de las enseñanzas del Señor y, en relación a estas temáticas decisivas para una sociedad que quiere llamarse humana, ha expresado una enseñanza coherente y bien definida. A esto es a lo que hay que atenerse también en este momento actual y con ocasión de los nuevos desafíos legislativos. En concreto, se trata de evitar que entren en el pensamiento católico los principios individualistas de la autodeterminación absoluta, de modo que la verdad de la persona humana y su bien auténtico puedan guiar, también en futuro, la acción en relación a quien sufre, a los ancianos, a los minusválidos y a las personas que han llegado al final de su vida terrenal.
Publicado en el Observatorio Internacional Cardenal Van Thuân sobre la Doctrina Social de la Iglesia.
«La ley sobre el final de la vida que se está discutiendo en el Parlamento está lejos de tener un planteamiento personalista; más bien es radicalmente individualista, adaptada a un individuo que se interpreta a sí mismo prescindiendo de las relaciones y que es amo absoluto de una vida que no se ha dado a sí mismo. En realidad, la vida es un bien originario: si no fuera indisponible estaríamos todos expuestos al arbitrio de quien quisiera apropiarse de ella. Esta visión antropológica, además de corresponder a la experiencia, ha inspirado leyes, constituciones y documentos internacionales, ha hecho que las sociedades fueran más vivibles, justas y solidarias. Es una cuestión aceptada que la distanasia [o "encarnizamiento terapéutico"] -de la que no se habla en el texto- es una situación concreta que hay que excluir, pero es evidente que la categoría de "terapias proporcionadas o desproporcionadas" se presta a una discrecionalidad subjetiva más amplia, distinguiendo entre intervención terapéutica y apoyo a las funciones vitales.
»Se queda uno desconcertado al comprobar que el médico ha quedado reducido a mero funcionario notarial, que levanta acata y ejecuta, prescindiendo de su juicio en relación a la ciencia y la conciencia. Del mismo modo, en lo que atañe al paciente, suscita gran perplejidad el valor prácticamente definitivo que se da a las declaraciones, sin tener en cuenta la edad de la vida, la situación, el momento que atraviesa quien las redacta: la experiencia enseña que estos son elementos que inciden, y no poco, en el juicio.
»La muerte no debe ser aplazada mediante la distanasia, pero tampoco anticipada con la eutanasia: hay que acompañar al enfermo con cuidados, cercanía constante y amor. Parte integrante de ello es la calidad de las relaciones entre el paciente, el médico y los familiares».
Desde el punto de vista netamente jurídico, merece gran atención la Declaración del Centro de Estudios Rosario Livatino, firmada por 250 juristas, en la que se denuncia, con precisión incontestable, que el texto de la ley tiene un contenido eutanásico.
La ley que está siendo objeto de debate en el Parlamento transforma las "Declaraciones" anticipadas de tratamiento en "Disposiciones" a las que el médico no podrá sustraerse; además, no tiene en cuenta que en las distintas situaciones de vida, el juicio que el paciente da sobre su estado de salud cambia, como tampoco toma en consideración el hecho de que a menudo los pacientes se olvidan, con el tiempo, de retirar o cambiar las declaraciones que hicieron con anterioridad. El texto de la ley obliga a la suministración activa de los fármacos, pero no obliga a la suspensión de los tratamientos, y prevé que el tutor pueda decidir libremente respecto a la persona en cuestión y, en el caso de que el médico esté de acuerdo, nada puede evitar la interrupción de alimentación e hidratación. Y, por último, el texto de la ley no prevé la objeción de conciencia del médico.
Ante esta visión objetiva de las cosas se considera que está fuera de lugar que, dentro de las asociaciones católicas que se ocupan estrechamente de estas problemáticas éticas y jurídicas, haya una diversidad de puntos de vista en relación con este argumento tan grave. La Iglesia se ha atenido siempre a los principios de la ley moral natural y de las enseñanzas del Señor y, en relación a estas temáticas decisivas para una sociedad que quiere llamarse humana, ha expresado una enseñanza coherente y bien definida. A esto es a lo que hay que atenerse también en este momento actual y con ocasión de los nuevos desafíos legislativos. En concreto, se trata de evitar que entren en el pensamiento católico los principios individualistas de la autodeterminación absoluta, de modo que la verdad de la persona humana y su bien auténtico puedan guiar, también en futuro, la acción en relación a quien sufre, a los ancianos, a los minusválidos y a las personas que han llegado al final de su vida terrenal.
Publicado en el Observatorio Internacional Cardenal Van Thuân sobre la Doctrina Social de la Iglesia.
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