Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

San Valentín: casarse en época de pandemia

Ermita Nuestra Señora de Sonsoles en Ávila.
Santuario de Nuestra Señora de Sonsoles, en Ávila, un lugar elegido por muchos novios de la zona para casarse. Foto: Diputación de Ávila, TurismoAvila.com

por Arturo Díaz

Opinión

Muchas cosas se han tenido que discernir en época de pandemia. Una de ellas es la duda que tienen que enfrentar aquellos que están en período de noviazgo: casarse o no casarse; he ahí la cuestión.

En la fecha de San Valentín, patrón de los enamorados, nuestra mirada se dirige hacia ellos y nos hace percatarnos del dilema ante el que muchos se encuentran debido al covid-19. El deseo de llegar al día de su boda parece verse contenido como por un dique insalvable.

La experiencia acumulada por el trato frecuente con novios (debido al número de bodas celebradas cada año en el santuario de Nuestra Señora de Sonsoles), hace que hoy –día de San Valentín–, me anime a ofrecerles estas ideas y reflexiones.

Todos los que se casan tienen en mente lo que han visto y vivido en su entorno familiar. Hemos podido constatar que las generaciones que nos precedieron tuvieron que enfrentar momentos duros y difíciles como: una guerra, la postguerra, penurias, sacrificios, renuncias, estrechez económica… aun así, se casaron con mucho amor, con mucha fe –también con muchas limitaciones, pero llenos de ilusión–, y crearon las familias a las cuales muchos de nosotros pertenecemos, en las que hemos podido gozar de la felicidad y de los valores que ellos nos transmitieron.

Ahora que el paso de casarse debe darlo la generación presente, surge la situación desencadenada por el covid-19, que ciertamente asusta y lleva a ver las cosas de otra manera. Creo que no podemos seguir cifrando la boda, hoy por hoy, en un banquete inolvidable –con una lista interminable de invitados– que culmina en un viaje paradisíaco.

Desde que comenzamos a sufrir, hace ya casi un año, las consecuencias del covid-19, hemos podido percibir muchas cosas. Hemos valorado aspectos de la vida que teníamos tal vez un tanto relegados como: la familia, el hogar, los amigos, los vecinos, los mayores, el ámbito del trabajo, la iglesia cercana, la naturaleza, la salud…

En muchos casos, esto ha generado un cambio en la jerarquía de valores de las personas, pues ahora perciben de otra manera lo que es su vida, su tiempo, su entorno, la relación con los demás, lo que son y lo que hacen.

Esto afecta igualmente a lo que puede ser una boda hoy: creo que debe tener también otra jerarquización de los valores.

Siento que hay que priorizar lo fundamental: el amor de los novios, el proyecto matrimonial y familiar, los ideales y la fe.

Las bodas que llegamos a celebrar el año pasado en el santuario estuvieron marcadas por el calor familiar, la sencillez en la ceremonia y el gran amor que se manifestaban los nuevos esposos. Quedaron aplazados para otro momento el banquete y el viaje de novios, pero se salvó lo primordial: el día de la boda, el ser marido y mujer, el recibir el sacramento del matrimonio y haber puesto a Dios en medio de los dos. Fueron bodas muy especiales, llenas de sabor, encanto, cariño y participación de todos los presentes de una manera muy significativa.

Sobre estas reflexiones a propósito de la sencillez para ir a lo esencial de la boda, vale la pena recordar, en esta época de coronavirus, las palabras que años atrás el Papa Francisco dirigió a un grupo de novios congregados en Roma por la fiesta de San Valentín, quienes le habían preguntado: "Santidad, en estos meses estamos haciendo muchos preparativos para nuestra boda. ¿Puede darnos algún consejo para celebrar bien nuestro matrimonio?"

El Papa respondió: "Haced todo de modo que sea una verdadera fiesta –porque el matrimonio es una fiesta–, ¡pero una fiesta cristiana, no una fiesta mundana! Al mismo tiempo, sin embargo, es bueno que vuestro matrimonio sea sobrio y ponga de relieve lo que es verdaderamente importante. Algunos están más preocupados por los signos exteriores, por el banquete, las fotos, los vestidos y las flores... Son cosas importantes en una fiesta, pero sólo si son capaces de indicar el verdadero motivo de vuestra alegría: la bendición del Señor sobre vuestro amor. Haced lo posible para que, como el vino de Caná, los signos exteriores de vuestra fiesta revelen la presencia del Señor y os recuerden a vosotros y a todos los presentes el origen y el motivo de vuestra alegría".

A la luz de estas palabras y de lo que estamos viviendo siento que, si no hay una razón de fuerza mayor –y la prudencia no indica lo contrario–, es una pena estar dilatando el tiempo de noviazgo, y postergar la boda viviendo con la incertidumbre de una fecha no clara en el calendario, ante una pandemia cuyo fin, a día de hoy, no se ve próximo.

Para quienes siguen deshojando la margarita, dejo un buen consejo: acudir a San José, que de situaciones difíciles a la hora de casarse sabe mucho, por lo que le tocó vivir junto a la Santísima Virgen María.

San Valentín (por ser patrón de los enamorados) y San José (por estar dedicado a él este año), pueden ser buenos intercesores a la hora de tomar la decisión no fácil de casarse en época de pandemia.

El padre Arturo Díaz, LC es rector del santuario Nuestra Señora de Sonsoles, en Ávila.

Artículo publicado en el Diario de Ávila el 14 de febrero de 2021.

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