¿Ha muerto el maniqueísmo?
por José F. Vaquero
Para entender esta pregunta primero es necesario saber de qué estamos hablando. De otro modo corremos el peligro de “cantinflear”, algo tristemente frecuente, sobre todo en ciertos entornos. El maniqueísmo, aunque sea simplificar demasiado este modo de entender el mundo, divide la realidad en cosas materiales y espirituales; aquello que es material es malo y aquello que es espiritual o trascendente es bueno. Lo bueno tiene un origen (divino, Dios, o la divinidad) y lo malo también tiene un origen divino (un Dios malo, algo así como el demonio elevado a divinidad). Esta corriente de pensamiento tuvo su época dorada en el siglo III. Su iniciador, el sabio persa Mani (o Manes, según algunos) vivió entre el año 215 y 270.
En aquel momento cautivó a muchas personas “sabias y religiosas“, que tradujeron esta simplificación del bien y el mal también a la realidad del hombre: tiene un componente material, que de por sí es malo, y un componente espiritual, que de por sí es bueno. Sin embargo, este esquema no convenció a muchos pensadores cristianos, empezando por San Agustín, que también simpatizó con el maniqueísmo antes de su conversión al Amor. El ser humano no es tan simple, y no podemos dividir tan tajantemente su parte material de su parte espiritual. El ser humano es una “persona”, y no se puede separar en dos partes yuxtapuestas, que viven una al lado de la otra. Y cuando se habla de personalismo, en aquel momento y en nuestro siglo actual, queremos expresar esta unión tan fuerte e inseparable entre la parte material, el cuerpo, y la parte espiritual, el alma.
¿Sigue vivo hoy el maniqueísmo? Parece que no. Esta ideología privilegiaba hasta el extremo lo espiritual, tanto que llegaba a despreciar lo material. El cuerpo, parafraseando a Platón, es la cárcel en la que vive el espíritu (léase alma o mente), y cuando logre despegarse totalmente de este cuerpo llegará a su plenitud. ¿Hay algo de maniqueísmo en esta sociedad actual, en la que reina el materialismo, el bienestar físico, el hedonismo y placer corporal? Aunque pueda sorprender hay mucho, demasiado. Y bastan algunos ejemplos.
Según la ley recientemente aprobada en España, un ciudadano se considera varón o mujer simplemente por su deseo y opción personal, podríamos decir espiritual, independientemente de la realidad biológica que constituye su cuerpo. El espíritu, la mente, decide si soy varón o soy mujer, aunque la tozuda realidad biológica diga lo contrario. Lo importante, según el espíritu y la norma de esta ley, es cómo pienso yo mi identidad, y este pensamiento crea mi personalidad.
Otro ejemplo, del que se sigue hablando mucho en estas semanas: el aborto. Materialmente nos encontramos con un embrión, un ser humano, una vida. Los biólogos, estudiosos de la materialidad de la vida, lo afirman claramente. El mundo científico lo sabe, y los médicos y ginecólogos también. La realidad científica, material, corporal, está clara: estamos “interrumpiendo” de modo definitivo e irreversible una vida humana. Y sin embargo es más importante la voluntad de la mujer, que decide, sin necesidad de dar ninguna explicación en la inmensa mayoría de los casos, terminar con esa vida. La parte material, científica, no tiene nada que decir frente a la parte espiritual, de mi propia decisión.
Una sana antropología no se va tan fácilmente a este extremo, privilegiando de modo tan tajante la parte espiritual (“libre”, según dicen), hasta tal punto de violentar la misma parte material. Somos cuerpo y alma, queramos o no, y si afirmamos una parte negando la otra dejamos de ser lo que somos.
Creo que es urgente que ambas “partes” del hombre se reconcilien y caminen al mismo paso, Si desprecias a una, incluso sin quererlo, estás minusvalorando a la otra, igual que si cortas el ala a un pajarito va a tener serios problemas para volar. En ese anhelo de reconciliar ambas partes en muchas parroquias y grupos están aumentando los estudios sobre la Teología del Cuerpo, de San Juan Pablo II. ¿Su libro básico? Las catequesis que dirigió durante sus primeros años como Papa. Catequesis sobre el amor, pero sobre un amor que vuela con las dos alas, cuerpo y alma. Las dos partes componen este amor, igual que las dos caras de una moneda. Ambas están intrínsecamente relacionadas, y no puedes olvidar una sin dañar gravemente a la otra.
El hombre es imagen de Dios, afirma el Papa, pero es una imagen encarnada, un espíritu encarnado. Y todas sus dimensiones, también el amor y la sexualidad, responden a esta misma unión de espíritu y cuerpo. Y al olvidar esta unión nuestro actual materialismo termina convirtiéndose en maniqueísmo.
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