La democracia supone respeto
por Pedro Trevijano
Acabo de presenciar en Intereconomía cómo en una manifestación contra la violencia de género se produjeron incidentes contra un grupo de partidarios de Vox que querían expresar su protesta contra la violencia. En ese grupo había mujeres víctimas de maltrato.
Lo sucedido no me asombró, porque el pasado venticinco de octubre se celebró, con todos los permisos legales, una concentración organizada por CRIAME, una Asociación pro-Vida de Logroño, que trata de ayudar a las madres en dificultades, primero para que no aborten y luego para que tengan las ayudas que necesitan a favor de la vida y en contra del aborto. La concentración fue a la una y media de la tarde, en el Espolón de Logroño, más concretamente en la Concha de dicho Espolón. Pero a esa concentración se juntó, con ánimo de boicotearla, un grupo, muy poco numeroso, del lobby progay, me han dicho que de dieciocho personas. La presencia eficaz de la Policía impidió que se produjesen incidentes. En cualquiera de los casos ese número indica que la gran mayoría de homosexuales y lesbianas no querían saber nada de ese acto ilegal.
Estuve presente en el acto. He ido a muchas manifestaciones a favor de las víctimas del terrorismo y en contra del aborto, La razón es muy sencilla: creo en el valor de la vida humana, por mis convicciones religiosas y porque es el quinto mandamiento de la Ley de Dios, que dice “No matarás”, y por mis convicciones e ideales políticos de ciudadano, que me hacen ser demócrata e identificar mi ideal político con la Declaración Universal de Derechos Humanos, proclamados por la ONU el 10 de Diciembre de 1948. Uno de estos derechos, intrínseco a la dignidad de ser humano, es el derecho a la vida, tanto más si es inocente. Un demócrata que no respeta los derechos humanos, como el de la vida o el de la libertad de expresión y manifestación, no es un verdadero demócrata.
Estos días una de las cosas que me han intrigado es la relación entre homosexualidad, lesbianismo y aborto. Me costó encontrar el punto de conexión, que no es la homosexualidad, ni el lesbianismo, ni el aborto, sino la ideología de género, esa ideología aberrante en la que el Parlamento de Bruselas y nuestros parlamentarios pretenden ¿educar? a los niños, adolescentes y jóvenes europeos, una ideología que trata de sustituir la lucha de clases del marxismo por la lucha entre los sexos, porque para transformar la sociedad, lo que hay que hacer es suprimir la familia, hasta el punto de que, para esta ideología, la única relación sexual mala es la matrimonial, porque en el matrimonio el marido es el opresor burgués capitalista y la mujer la esclava sexual dominada. Habría que cambiar hasta lo que entendemos por sentido común y, para lograrlo, hay que empezar por los niños. La ideología de género es la Moral Católica vuelta del revés, es decir, la Moral del Demonio.
No nos extrañe por ello que el cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco, en carta a las Carmelitas Descalzas de Buenos Aires, del 20 de Junio del 2010, se oponga a la consideración de la unión homosexual como matrimonio, porque está en juego la identidad y la supervivencia de la familia, así como la vida de tantos niños que serán discriminados de antemano privándolos de la maduración humana que Dios quiso se diera con un padre y una madre. Ello además supone un rechazo frontal a la ley de Dios, grabada en nuestros corazones. Incluso afirma: “No seamos ingenuos; no se trata de una simple lucha política, es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una ´´movida´´ del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios”. Y que en la Encíclica Laudato si nº 155, diga: “Aprender a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus significados, es esencial para una verdadera ecología humana. También la valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es necesaria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente. De este modo es posible aceptar gozosamente el don específico del otro o de la otra, obra del Dios creador, y enriquecerse recíprocamente. Por lo tanto, no es sana una actitud que pretenda ‘cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe confrontarse con la misma’”.
Hace algunos años publiqué un artículo titulado Pacíficos sí, pacifistas no. Deseo que seamos amigos de la paz o pacíficos, en el sentido del evangelio. La paz no puede ser la mera ausencia de guerra, sino que es “obra de la justicia”(Is 32,17). Para ello es muy importante saber perdonar. Jesús en muchas ocasiones nos lo pide, empezando por el propio Padrenuestro. En cambio lo que no soy es pacifista. Muchos pacifistas son bastante violentos y capaces, si te descuidas, de abrirte la cabeza. Y es que ser demócrata supone saber respetar.
Lo sucedido no me asombró, porque el pasado venticinco de octubre se celebró, con todos los permisos legales, una concentración organizada por CRIAME, una Asociación pro-Vida de Logroño, que trata de ayudar a las madres en dificultades, primero para que no aborten y luego para que tengan las ayudas que necesitan a favor de la vida y en contra del aborto. La concentración fue a la una y media de la tarde, en el Espolón de Logroño, más concretamente en la Concha de dicho Espolón. Pero a esa concentración se juntó, con ánimo de boicotearla, un grupo, muy poco numeroso, del lobby progay, me han dicho que de dieciocho personas. La presencia eficaz de la Policía impidió que se produjesen incidentes. En cualquiera de los casos ese número indica que la gran mayoría de homosexuales y lesbianas no querían saber nada de ese acto ilegal.
Estuve presente en el acto. He ido a muchas manifestaciones a favor de las víctimas del terrorismo y en contra del aborto, La razón es muy sencilla: creo en el valor de la vida humana, por mis convicciones religiosas y porque es el quinto mandamiento de la Ley de Dios, que dice “No matarás”, y por mis convicciones e ideales políticos de ciudadano, que me hacen ser demócrata e identificar mi ideal político con la Declaración Universal de Derechos Humanos, proclamados por la ONU el 10 de Diciembre de 1948. Uno de estos derechos, intrínseco a la dignidad de ser humano, es el derecho a la vida, tanto más si es inocente. Un demócrata que no respeta los derechos humanos, como el de la vida o el de la libertad de expresión y manifestación, no es un verdadero demócrata.
Estos días una de las cosas que me han intrigado es la relación entre homosexualidad, lesbianismo y aborto. Me costó encontrar el punto de conexión, que no es la homosexualidad, ni el lesbianismo, ni el aborto, sino la ideología de género, esa ideología aberrante en la que el Parlamento de Bruselas y nuestros parlamentarios pretenden ¿educar? a los niños, adolescentes y jóvenes europeos, una ideología que trata de sustituir la lucha de clases del marxismo por la lucha entre los sexos, porque para transformar la sociedad, lo que hay que hacer es suprimir la familia, hasta el punto de que, para esta ideología, la única relación sexual mala es la matrimonial, porque en el matrimonio el marido es el opresor burgués capitalista y la mujer la esclava sexual dominada. Habría que cambiar hasta lo que entendemos por sentido común y, para lograrlo, hay que empezar por los niños. La ideología de género es la Moral Católica vuelta del revés, es decir, la Moral del Demonio.
No nos extrañe por ello que el cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco, en carta a las Carmelitas Descalzas de Buenos Aires, del 20 de Junio del 2010, se oponga a la consideración de la unión homosexual como matrimonio, porque está en juego la identidad y la supervivencia de la familia, así como la vida de tantos niños que serán discriminados de antemano privándolos de la maduración humana que Dios quiso se diera con un padre y una madre. Ello además supone un rechazo frontal a la ley de Dios, grabada en nuestros corazones. Incluso afirma: “No seamos ingenuos; no se trata de una simple lucha política, es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una ´´movida´´ del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios”. Y que en la Encíclica Laudato si nº 155, diga: “Aprender a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus significados, es esencial para una verdadera ecología humana. También la valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es necesaria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente. De este modo es posible aceptar gozosamente el don específico del otro o de la otra, obra del Dios creador, y enriquecerse recíprocamente. Por lo tanto, no es sana una actitud que pretenda ‘cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe confrontarse con la misma’”.
Hace algunos años publiqué un artículo titulado Pacíficos sí, pacifistas no. Deseo que seamos amigos de la paz o pacíficos, en el sentido del evangelio. La paz no puede ser la mera ausencia de guerra, sino que es “obra de la justicia”(Is 32,17). Para ello es muy importante saber perdonar. Jesús en muchas ocasiones nos lo pide, empezando por el propio Padrenuestro. En cambio lo que no soy es pacifista. Muchos pacifistas son bastante violentos y capaces, si te descuidas, de abrirte la cabeza. Y es que ser demócrata supone saber respetar.
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