Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

El endiosamiento de los Estados


¿Me puede decir alguien si hay algún ser humano más vulnerable, débil e indefenso que un niño enfermo? No es competencia de los Estados, nunca lo ha sido y nunca lo será, por más que lo intenten, obrar ocupando el lugar de Dios.

por Aitor Miranda

Opinión

Que todas las personas y colectividades sociales tenemos, a la vez que derechos, deberes que cumplir, es algo tan evidente y claro como el agua que bebemos, del grifo o de la botella, todos los días. Uno de los deberes fundamentales y primordiales de cualquier Estado democrático (no entro en aquellos que no lo no son: Cuba, China o Venezuela, por citar algunos) es proteger a sus ciudadanos -a todos sus ciudadanos-, de una manera preferencial a los más vulnerables, débiles e indefensos. ¿Me puede decir alguien si hay algún ser humano más vulnerable, débil e indefenso que un niño enfermo?
No es competencia de los Estados, nunca lo ha sido y nunca lo será, por más que lo intenten, obrar ocupando el lugar de Dios.

El endiosamiento, el querer ser como Dios, la mayor tentación que ya aparece recogida en el libro del Génesis, sigue siendo hoy día la mayor tentación de los seres humanos y de los Estados, que intentan -aunque sin éxito- usurpar a Dios el lugar que única y exclusivamente a Él corresponde.

El último intento, y por consiguiente otro paso más hacia el abismo de la autodestrucción de cualquier cultura y sociedad, lo ha iniciado nuevamente un país europeo: Bélgica.

El pasado jueves 13 de febrero el parlamento belga aprobó la ley de eutanasia infantil amparándose en un “falso buenismo”: dejar de sufrir. Ni las voces de los expertos médicos en cuidados paliativos, ni la de los comités de bioética de centros hospitalarios, realmente interesados, ocupados y preocupados por la salud de las personas -más si cabe aún de los niños enfermos-, han logrado evitar que la descarnada ley haya sido aprobada. Estoy casi cien por cien seguro de que esas voces, expertas y técnicas, no han sido escuchadas.

Me pregunto si los diputados que sacaron adelante la ley de eutanasia infantil estarían dispuestos a dar el placet para que los médicos suministraran la dosis letal para pondría fin a la vida de su hijo enfermo.

Si la respuesta es afirmativa, la imagen del Leviatán, monstruo marino mitológico que aparece citado en el Antiguo Testamento y al que se identifica con el padre de las tinieblas y de la maldad -el diablo- sería la imagen que más se asemejaría a estos padres y madres.

La vida la tenemos prestada, y aunque somos nosotros quienes la vivimos, disfrutamos y conservamos, no es nuestra, es un don, el mayor regalo de Dios, y nadie, incluidos los Estados, los médicos y la familia, ni la propia persona enferma, son quiénes para acabar con ella. Por esta razón la tenemos que cuidar, defender y proteger, con más fuerza si cabe cuanto más frágil, débil y enferma se muestre.

Todas las personas de buena voluntad, creyentes o no, debemos estar unidos en la defensa de la vida, de toda vida, especialmente de las más necesitadas, que necesitan voces “proféticas” contra la "cultura del descarte”, como define el Papa Francisco a toda la ingeniería social que impulsan alientan y promueven algunos estados europeos.

Ayer fue Bélgica, ¿mañana, quién sabe? Igual llega también a España.

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