Tendréis persecuciones
Podemos vivir con alegría y esperanza aun en medio de los insultos porque "el que no abandone y persevere hasta el final, se salvará".
por Aitor Miranda
En las últimas semanas, hemos podido ver y escuchar en las noticias una serie de acontecimientos, tristes acontecimientos, acaecidos en varias provincias españolas. Cito dos de ellos, el segundo más reciente.
El pasado 18 de octubre, día de la huelga de estudiantes a nivel nacional, era atacado en pleno horario lectivo el colegio religioso salesiano María Auxiliadora de Mérida. Al grito de “¿Dónde están los curas? ¡Los vamos a quemar!” una turba de “enloquecidos y radicalizados alumnos” entraron a dicho colegio, donde hicieron de las suyas. No iban solos, iban dirigidos y capitaneados por un tal Rafael González García de Vinuesa.
El pasado viernes 25 de octubre, en Castellón, fue amenazado de muerte Cesáreo Jarabo, ex administrador de Cáritas de la diócesis de Segorbe-Castellón, cuando se manifestaba pacíficamente en una concentración en defensa de la vida. Al grito de “Jarabo, no te vas a escapar, ¡te vamos a matar!”, un grupo de enloquecidos “maulets” intentaban intimidar y acosar a Cesáreo.
Quiero manifestar mi mayor apoyo a las víctimas que han sufrido estos ataques irracionales, fanáticos y carentes de sentido en una sociedad democrática como la nuestra.
Algunas personas afirman con total tranquilidad que son casos aislados. Dios lo quiera así, y sólo sean acontecimientos aislados y puntuales, pero permítanme que a mí tales sucesos me hagan retrotraerme y volver mi corta y reducida mirada a los dos primeros siglos del cristianismo, a unos años no tan lejanos de nuestra historia española y a lo ocurrido hace algo más de un año durante las Jornadas Mundiales de la Juventud en Madrid.
A la luz de las tristes noticias, todas las personas buscamos luz para dar respuestas a lo que vivimos. Los cristianos buscamos esa luz y la encontramos en la Palabra de la Buena Noticia del Evangelio. Buscamos y podemos leer en el evangelio de San Juan estas palabras de Jesús: “Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros” (Jn. 15,20).
No se si sirve mucho de consuelo, pero ésta es una de las consecuencias, y nos lo dice Jesús, de ser uno de los suyos, de seguirle a Él. Muchas veces pensamos en lo más fácil y cómodo, en lo fácil que sería vivir, sólo ocupados de nuestro quehacer diario, trabajo, relaciones, que ya por sí tienen sus riesgos y dificultades.
Sin embargo, además de las ocupaciones personales, los cristianos intentamos vivir ocupándonos y preocupándonos de las mismas tareas de Jesús. Tareas en favor de la vida, la justicia y la solidaridad: y estas ocupaciones, muchas veces nos pueden traer “problemas” como los que les trajeron a Jesús. Esas consecuencias que hoy podemos tener fueron las consecuencias de su vivir que arrastraron a Jesús hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Hasta ahora sólo he hablado de las consecuencias negativas: muerte, persecución... pero optar por Jesús y seguirle a Él, hace dos mil años como en pleno siglo XXI, también tiene su “recompensa”. Tenemos la certera esperanza y la seguridad (porque así nos lo dice Jesús, aunque muchas veces tengamos dificultades para verla y creerla, tanto como nos cuesta, muchas veces, ver y creerlo a Él) de que tendremos nuestra “gran recompensa”.
Podemos vivir con alegría y esperanza aun en medio de los insultos, ataques, enfrentamientos, difamaciones, porque “el que no abandone y persevere hasta el final, se salvará” (Mt. 24,13).
A pocos días de celebrar la Festividad de Todos los Santos, podemos leer en el texto de las Bienaventuranzas las palabras consoladoras y cargadas de esperanza en los momentos de grandes tensiones y dificultades. “Sed felices cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros por mi causa. Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos” (Mt. 5,1112).
Twitter: @aitormivi
El pasado 18 de octubre, día de la huelga de estudiantes a nivel nacional, era atacado en pleno horario lectivo el colegio religioso salesiano María Auxiliadora de Mérida. Al grito de “¿Dónde están los curas? ¡Los vamos a quemar!” una turba de “enloquecidos y radicalizados alumnos” entraron a dicho colegio, donde hicieron de las suyas. No iban solos, iban dirigidos y capitaneados por un tal Rafael González García de Vinuesa.
El pasado viernes 25 de octubre, en Castellón, fue amenazado de muerte Cesáreo Jarabo, ex administrador de Cáritas de la diócesis de Segorbe-Castellón, cuando se manifestaba pacíficamente en una concentración en defensa de la vida. Al grito de “Jarabo, no te vas a escapar, ¡te vamos a matar!”, un grupo de enloquecidos “maulets” intentaban intimidar y acosar a Cesáreo.
Quiero manifestar mi mayor apoyo a las víctimas que han sufrido estos ataques irracionales, fanáticos y carentes de sentido en una sociedad democrática como la nuestra.
Algunas personas afirman con total tranquilidad que son casos aislados. Dios lo quiera así, y sólo sean acontecimientos aislados y puntuales, pero permítanme que a mí tales sucesos me hagan retrotraerme y volver mi corta y reducida mirada a los dos primeros siglos del cristianismo, a unos años no tan lejanos de nuestra historia española y a lo ocurrido hace algo más de un año durante las Jornadas Mundiales de la Juventud en Madrid.
A la luz de las tristes noticias, todas las personas buscamos luz para dar respuestas a lo que vivimos. Los cristianos buscamos esa luz y la encontramos en la Palabra de la Buena Noticia del Evangelio. Buscamos y podemos leer en el evangelio de San Juan estas palabras de Jesús: “Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros” (Jn. 15,20).
No se si sirve mucho de consuelo, pero ésta es una de las consecuencias, y nos lo dice Jesús, de ser uno de los suyos, de seguirle a Él. Muchas veces pensamos en lo más fácil y cómodo, en lo fácil que sería vivir, sólo ocupados de nuestro quehacer diario, trabajo, relaciones, que ya por sí tienen sus riesgos y dificultades.
Sin embargo, además de las ocupaciones personales, los cristianos intentamos vivir ocupándonos y preocupándonos de las mismas tareas de Jesús. Tareas en favor de la vida, la justicia y la solidaridad: y estas ocupaciones, muchas veces nos pueden traer “problemas” como los que les trajeron a Jesús. Esas consecuencias que hoy podemos tener fueron las consecuencias de su vivir que arrastraron a Jesús hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Hasta ahora sólo he hablado de las consecuencias negativas: muerte, persecución... pero optar por Jesús y seguirle a Él, hace dos mil años como en pleno siglo XXI, también tiene su “recompensa”. Tenemos la certera esperanza y la seguridad (porque así nos lo dice Jesús, aunque muchas veces tengamos dificultades para verla y creerla, tanto como nos cuesta, muchas veces, ver y creerlo a Él) de que tendremos nuestra “gran recompensa”.
Podemos vivir con alegría y esperanza aun en medio de los insultos, ataques, enfrentamientos, difamaciones, porque “el que no abandone y persevere hasta el final, se salvará” (Mt. 24,13).
A pocos días de celebrar la Festividad de Todos los Santos, podemos leer en el texto de las Bienaventuranzas las palabras consoladoras y cargadas de esperanza en los momentos de grandes tensiones y dificultades. “Sed felices cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros por mi causa. Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos” (Mt. 5,1112).
Twitter: @aitormivi
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