Martes, 03 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Castilla la primera de la lista o las mujeres delante


Fue una época de grandes reinas, tan extraordinarias como virtuosas (Leonor de Plantagenet, Berenguela y Blanca de Castilla, Teresa de Portugal, Petronila de Aragón y condesa de Barcelona, Violante de Hungría...), esposas santas de maridos santos y madres de santos, que formaron matrimonios y hogares modélicos

por Vicente Alejandro Guillamón

Opinión

Castilla no hizo España... (y 6)

Alfonso VIII casó en 1170 con Leonor de Plantagenet, hija del rey de Inglaterra Enrique II y, por lo tanto, hermana de los legendarios Ricardo Corazón de León y Juan Sin Tierra. Tuvieron diez hijos, la mayoría mujeres, que Alfonso procuró matrimoniar con reyes o herederos de coronas. La primogénita, Berenguela, la desposó (1197) con Alfonso IX de León, tras la anulación pontificia por parentesco en grado prohibido del primer matrimonio del rey leonés, contraído con Teresa de Portugal, canonizada en 1705. El enlace del Alfonso IX con Berenguela correría la misma suerte que el anterior y por idénticos motivos. La segunda hija, Urraca, casó con Alfonso II de Portugal. La tercera, Blanca, con Luis VIII de Francia, padres de Luis IX, elevado a los altares en 1297. La cuarta, Leonor, con Jaime I de Aragón, el Conquistador. La quinta, Costanza, fue la primera abadesa del monasterio cisterciense de Santa María de las Huelgas de Burgos. Los derechos de la corona pasarían, por tanto, a poder del primer hijo varón vivo, Fernando, pero falleció en 1211 a los 22 años de edad. Otros hijos murieron aún más jóvenes, de niños, de modo que el reino fue a parar al último de los vástagos del rey castellano, Enrique I, muerto en 1217 con trece años de edad, al caerle una teja o recibir una pedrada en la cabeza, jugando con sus pajes.

Por todas estas circunstancias, acabó heredando el trono castellano doña Berenguela, la primogénita, que en cuanto fue reconocida reina de Castilla abdicó a favor de su hijo Fernando III (1217), que reinaría también en León a partir de 1230, sellando de ese modo la unión definitiva de Castilla y León.

El hecho de que el nombre de Castilla figurase, desde los tiempos de San Fernando, a la cabeza de la lista de los reinos y títulos que los sucesivos monarcas hispanos iban acumulando mediante sus matrimonios y conquistas, hasta los Austrias inclusive, se ha prestado a interpretaciones erróneas, aunque creo que en si mismo el dato carece de significación política.

Por las razones que fueren, que nunca he logrado descifrar, lo cierto fue que generalmente el reino que encabezada la lista de los aportados por mujer, pasaba a figurar en primer lugar de cuantos dominios integraban la corona. Así, Fernando III entró en posesión a través de su madre, doña Berenguela, del reino de Castilla en 1217, mientras que heredó de su padre, a la muerte de éste, el reino de León en 1230, titulándose rey de Castilla y de León.

Casi dos siglos y medio después volvió a repetirse la misma historia. De nuevo Castilla, con León y demás reinos conquistados a los moros del Tajo hacia abajo, se unió a través de mujer a otro reino peninsular (Aragón), y por ello mismo mantuvo el privilegio de figurar la primera entre los demás estados y dominios que reunieron los Reyes Católicos.

Algo similar ocurrió en Aragón cuando su rey, Ramiro II el Monje, desposó en 1137 a su hija Petronila (nacida en c. 1136), niña de dos años, según unos, o de nueve meses según otros, en 1137 con el conde soberano de Barcelona, Ramón Berenguer IV, que tenía 24 ó 25 años. De ese modo, el conde barcelonés pasó a ser regente del reino aragonés por disposición o encargo del suegro, que se retiró de nuevo a su vida monástica (abad de San Pedro el Viejo de Huesca) y episcopal (obispo de Roda-Barbastro). El matrimonio se consumó en agosto de 1150, una vez que Petronila hubo cumplido 14 años. Del matrimonio nació Ramón Berenguer (Alfonso II), y con nombres aragoneses o castellanizados siguieron llamándose en lo sucesivo los descendientes de doña Petronila, no obstante haber sido educada en la corte condal, vivir en ella tras abdicar en su hijo al fallecer su marido (1162) y enterrada, a su muerte (1173), en la catedral de Barcelona.

Fue una época de grandes reinas, tan extraordinarias como virtuosas (Leonor de Plantagenet, Berenguela y Blanca de Castilla, Teresa de Portugal, Petronila de Aragón y condesa de Barcelona, Violante de Hungría...), esposas santas de maridos santos y madres de santos, que formaron matrimonios y hogares modélicos. Espejos en los que bien podrían mirarse las generaciones de todos los tiempos.

(Fin de la serie)
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