Lunes, 25 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Tras las elecciones, los valores permanecen


Estamos en una muy grave crisis económica, debida en nuestro país en muy buena parte a la inutilidad y mala fe de nuestros gobernantes.

por Pedro Trevijano

Opinión

El pasado uno de abril, y ante las elecciones del domingo 22 de Mayo publiqué un artículo en Religión y Libertad, titulado “Elecciones y derechos humanos”, en el que comentaba una Nota publicada por los obispos de la Región de Madrid, tratando de orientar el voto de los católicos. En su Nota pedían a los católicos que no nos olvidásemos de nuestra fe a la hora de emitir el voto y que tratásemos de favorecer con él los valores humanos y cristianos. Ante el relativismo nos pedían que tuviésemos muy en cuenta los derechos humanos, especialmente los más amenazados, como pueden ser el derecho a la vida, a la libertad religiosa, el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones y el defender a la familia ante las amenazas de las que es objeto y la promoción de un orden económico justo.

Una vez pasadas las elecciones corremos el peligro de pensar que ya hemos hecho nuestra tarea y descuidarnos, cuando en realidad los valores humanos y cristianos llevan consigo una exigencia de permanencia que hacen que no sólo debamos preocuparnos por ellos en período electoral, sino en cualquier momento. Pero hay una pregunta previa: ¿hay alguna relación entre valores humanos y cristianos?, ¿y si existe de qué tipo?, es decir ¿qué es lo que la fe cristiana aporta al conjunto de valores humanos? En otras palabras: ¿para qué sirve ser cristiano?

Podemos decir que lo específico de nuestra moral no es tanto añadir cosas a la moral humana, aunque tiene una moral operativa propia, no en el sentido que sea distinta de la moral humana, sino que asume a ésta y la enriquece: por ejemplo la virginidad "por el reino de los cielos". La originalidad no está tanto en los contenidos, sino en la forma de integrarlos en la fe y en la manera de vivirlos como expresión de la voluntad amorosa de Dios. Tomemos otro caso concreto: para el filósofo pagano Musonio Rufo, discípulo de Epictero, el hombre no debe ir de prostitutas, porque es un atentado contra la dignidad humana. En cambio San Pablo, sin rechazar ese motivo, nos añade otro específicamente cristiano: no debo ir de prostitutas, porque mi cuerpo es templo del Espíritu Santo y en consecuencia no debo hacerme un cuerpo con ella (cf. 1 Cor 6,15-20). Decir, por tanto, que en conjunto los valores de la moral cristiana son también razonables y no son distintos de los que profesa cualquier persona honrada, parece una postura sensata y aceptable.

Pero también es verdad que Cristo quiere que colaboremos con Él para hacer realidad la venida del Reino de Dios. Por ello la fe presenta determinadas exigencias religiosas que se derivan de nuestra condición de creyentes y de nuestra pertenencia a la comunidad eclesial. La práctica de los sacramentos o los preceptos de la Iglesia formarían parte de ese tipo de obligaciones que, por su propia naturaleza, no se pueden derivar de una simple reflexión humana. Pero si queremos encontrar a nuestra moral un fundamento sólido, éste no puede ser otro sino la roca de la palabra de Cristo. Observemos igualmente que la lectura de la Escritura y la experiencia cristiana suponen una modificación en la idea misma de virtud: ya no es obra del solo esfuerzo humano como en los filósofos, sino de la aceptación de la gracia que se nos da en las virtudes teologales e infusas que completan los dones del Espíritu Santo.

Pero volviendo a los valores humanos, es evidente que en nuestro país y en buena parte de Europa y América muchos de los valores básicos están seriamente amenazados y debemos emplearnos a fondo para defenderlos. El derecho fundamental a la vida desde la concepción hasta su fin natural, lo que los Papas llaman civilización de la vida contra la cultura de la muerte propagada por relativistas y positivistas, está seriamente amenazada. Pensemos en el crimen abominable del aborto (“Gaudium et Spes” nº 51), la investigación con células madres embrionarias, pese a su ausencia de éxitos, mientras la investigación con células madres no embrionarias es una de las grandes esperanzas de medicina, el hecho que seamos el único país del mundo que subvenciona generosamente a sus propios terroristas, culpa de nuestro gobierno y de esos individuos del Tribunal Constitucional nombrados a dedo por nuestro gobierno, el intento de meternos la eutanasia, aunque supongo que tras estas elecciones no se atreverán a hacerlo, la defensa de la Libertad Religiosa (voté no a la Constitución Europea, porque para negar las raíces cristianas de Europa, hay que ser sectarios con ganas).

Sobre la educación, el 21 de abril del 2010 publiqué en Religión en Libertad un artículo titulado “Zapatero, educador fascista”. Reconozco que en el título me equivoqué porque hubiese sido más exacto llamarlo “Zapatero, educador nacional socialista”, porque en él recogía lo que Pío XI publicó en la encíclica “Mit brennender Sorge”, siendo tremendo que todo lo que el Papa reprocha sobre educación a los nazis es perfectamente aplicable a los socialistas.

Para terminar estamos en una muy grave crisis económica, debida en nuestro país en muy buena parte a la inutilidad y mala fe de nuestros gobernantes, como se vio en el famoso debate entre Solbes y Pizarro, donde Solbes mintió todo lo que le dio la gana, porque lo que no pienso de él es que fuese tonto de remate, que es la otra alternativa. Las consecuencias son los cinco millones de parados y, para colmo, la lucha contra las dos instituciones que más hacen contra la crisis, es decir la Familia y la Iglesia, aunque tampoco hay que olvidar a tantos empresarios, también víctimas. El otro día me decía un amigo: en todas nuestras ciudades falta el monumento al empresario, que no es el enemigo de la humanidad, sino el creador del tejido productivo, gracias al cual podemos vivir.

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