Pío Moa ¿homófobo?
por Alejandro Campoy
Las objeciones que sus críticos presentan a Moa tienen que ver con el cuestionamiento que éste hace de la homosexualidad como excepción de una “norma” en la sexualidad de la especie y como falta de respeto a lo que se entiende que son libertades individuales irrenunciables en un modelo de sociedad liberal. O bien no se ha entendido lo escrito por Moa o bien no se ha querido entender, siendo ésto lo más probable.
En sus reflexiones sobre la naturaleza humana, Habermas titula una de sus obras del siguiente modo: “Entre naturalismo y religión”. Pues bien, los términos de esta ecuación son erróneos. Siendo que hoy en día la preocupación ontológica, la residual reflexión sobre el “ser de las cosas” ha quedado reducida al discurso científico, ocurre que esos “restos” de reflexión filosófica sobre la realidad en cuanto “lo que es” se han situado ya sin ninguna ambigüedad en el entorno del cristianismo, y aquí hay que prescindir de “lo moral” como criterio.
De este modo encontramos en la réplica de Losantos afirmaciones del siguiente calibre: “En cuanto a la realidad, no es lo que se dice fácilmente aprehensible. De hecho, llevan dos mil años discutiéndola los filósofos y los que no lo son”. De acuerdo. Pero precisamente en esta discusión se establecen las dos posturas dominantes hoy en día, la de los que niegan la posibilidad de un conocimiento de la realidad en sí misma, deteniéndose en el universo de las representaciones, y la de los que afirman que aún es posible una cierta ontología.
En los recientes debates tanto sobre los matrimonios gays como sobre todo en lo tocante a la ley del aborto, hemos visto a los principales sistemas morales de cuño religioso, principalmente el cristiano, acudir una y otra vez a los datos de la biología en defensa de sus tesis, siendo así que asistimos hoy en día a un acercamiento entre ciencia desnuda y religión, entre ese naturalismo y la religión a la que se refería Habermas. De hecho, la pretensión ontológica pervive ante todo en el discurso científico y, paradójicamente, también en el religioso, si bien por una via neotomista.
Por el contrario, el antagonista de esta posición genérica a la que podemos llamar “realismo”, en tanto que posición que pretende un conocimiento de las cosas con el referente último de la realidad tal cual es, no es otro que eso que también genéricamente podemos llamar el “constructivismo”, termino que hace referencia a una concepción del conocimiento humano como construcción social, lo que en última instancia nos hace concebir también la realidad como un constructo.
Pues bien, sostengo que la discrepancia de posturas en este debate se debe a la diferente posición de las partes con relación al tema: mientras Pio Moa parte de una posición “realista”, sus críticos se sitúan, conscientemente o no, en una posición “constructivista”. Y aquí el debate se desliza hacia una serie de falsos problemas, originados por la lógica falta de espacio para explicitar las premisas discursivas.
En primer lugar, Moa se planta en una posición de resistencia activa ante un discurso “oficial” aplastante sobre la homosexualidad, al que denomina con gran acierto “homosexualismo”. Tal discurso, procedente de instancias oficiales y gubernamentales, plantea el tema desde una constructivismo descarnado y radical, en el que cada individuo es lo que ha decidido ser, y aquí es donde el liberalismo de tipo más ortodoxo suele caer en la trampa de los ingenieros sociales que tratan de uniformar las mentalidades de toda la colectividad. Que un individuo de la especie “homo sapiens” jamás podrá ser lo que haya decidido ser es una evidencia palmaria que una y otra vez pone de relieve la simple y desnuda biología, dato al que los constructivistas se niegan en rotundo a prestar atención.
El error, en el que incurre Losantos desde mi punto de vista, es centrar la polémica en el concepto de “normalidad” entendido desde su sentido sociológico. Que la “norma” es un constructo social dependiente de los consensos cambiantes con los tiempos históricos es algo que se admite sin demasiadas discusiones. Como también que en nombre de la “norma” se han cometido las peores violaciones de la dignidad de las personas y del género humano. Pero me parece evidente que Moa no se refiere a la “norma” sociológica, sino al dato biológico y científico. No faltarán quienes traten de buscar un filonazismo en esta afirmación, del tipo de comparar esta apelación a la ciencia con las apelaciones de ciertos alemanes a la “ciencia racial” en su momento. No tengo tiempo para atender bobadas.
Y me parece que Moa se expresa con una claridad meridiana; hombre + mujer = reproducción de la especie = supervivencia. Huelga decir que el recurso a las grandes posibilidades de las modernas tecnologías para enmendarle la plana a la biología que he leído en otra réplica sólo me remite a Huxley. Se trata, por tanto, de un malentendido generado por lo de siempre: donde unos están utilizando un registro discursivo científico, otras saltan a otro plano discursivo para situarse en el sociológico, y así se entremezclan dos tipos de discurso de distinta naturaleza.
En segundo lugar, plantear como hace Moa que el dato biológico es el previo inexcusable sobre el que el individuo puede y debe construir su propio proyecto vital no es ni homofobia, ni discriminación, ni negación de la dignidad de ninguna persona, términos de los que le acusan sus críticos partiendo de un plano discursivo diferente, el constructivista, desde el cual apelan a los sentimientos y afectos de los individuos y a las circunstancias particulares en cuanto vivencias diferentes de la sexualidad. Precisamente el mismo plano del discurso que se impone desde instancias gubernamentales, en el que los derechos y la propia legislación toman como referente los estados subjetivos de las personas, lo cual es una aberración que está en la base del nuevo totalitarismo.
De aquí se pasa al peor malentendido, el que expresa Marco en una frase de su réplica: “La presencia política y mediática de esas "mafias" o "lobbies" se debe a su militancia, claro está, pero también a la inopia o la nulidad de quienes se proclaman defensores de una sociedad tolerante y liberal sin creer en ella” El recurso al insulto no suele cargar de razones al que lo emplea, y considerar que Moa está en la inopia o es una nulidad pone de manifiesto que Marco parte de unos presupuestos que ya no son teóricos. Y sumando a ésto las réplicas de Esplugas y de Losantos, pone de manifiesto también la existencia de un complejo.
La tolerancia y el liberalismo no pueden, en ningún caso, constituirse al margen de la realidad. No pueden, de ningún modo, caer en la trampa de los consensos y de las definiciones de lo válido a partir de lo acordado. En todo esto se respira mucho a Habermas. No pueden, de ninguna forma, sentar su tolerancia en la misma premisa que esa cosa a la que aún muchos se refieren como “progresismo” según la cual, “todo tiene el mismo valor por igual”, cuando la realidad de los hechos sociales y aún mucho más de los datos naturales claman exactamente en el sentido contrario.
Y lo único que ha hecho Moa es levantar una voz clara y cristalina contra la nueva dictadura, sólo para afirmar verdades de perogrullo: que la homosexualidad no es lo mismo que la heterosexualidad y por tanto no puede dar lugar a situaciones legales iguales, y esto ni es homofobia, ni es discriminación, ni es intolerancia ni es inopia ni nulidad, y que una mujer no es lo mismo que un hombre, pasmosas constataciones que hoy en día debemos realizar en voz muy alta pues se han convertido casi en blasfemias.
Y es ahí donde cierto liberalismo ortodoxo se ve constreñido por muchos complejos ¿intolerantes nosotros? ¡no, nunca! ¿carcas y retrógrados? ¡jamás en la vida, somos lo más avanzado en lo social y lo político! ¿Libertades individuales? ¡todas y absolutas! ¿Absolutas? Yo quiero volar, y he decidido ser alguien con capacidad para el vuelo, pero he aquí que una estúpida fuerza de la naturaleza me lo impide. Espero que se legisle adecuadamente para dar cumplimiento a mi derecho a volar. A fin de cuentas, debo ser lo que he decidido ser, sin discriminaciones y sin que nadie se inmiscuya en mi intocable y absoluta libertad individual.