Carta a mi hijo
por Alejandro Campoy
Querido (.....):
Hoy todavía vives en tu pequeña burbuja de felicidad. Tus sueños son casi reales y tus realidades son casi sueños. Pero también hoy vas asomando tu pequeña cabecita a eso de ahí fuera, y es ahí donde vas a pasar el resto de tu vida. Si todo va bien, conseguirás más adelante recrear ese espacio cálido donde crecer arropado que es un hogar. O quizás tus opciones sean otras, no lo sé.
Pero ahí fuera se juega permanentemente una partida, una partida que sigue unas reglas que inevitablemente tendrás que conocer. Y tú, como todos, conocerás un choque entre tus primeras ilusiones repletas de sueños por cumplir y esas reglas del juego. Sí, al principio chocaréis. Y entonces conocerás el desencanto, pero eso no es malo, todos tenemos que pasar por ahí. Verás, es algo relativamente simple, se trata de límites: desearás con todas tus fuerzas hacer realidad esos sueños con los que saldrás equipado al mundo, pero encontrarás también que en todo momento se te ofrecen resistencias, encuentras impedimentos.
Y en esos primeros momentos sentirás la llamada de la rebelión, y comenzarás a poner nombres a esos obstáculos: el "sistema", la "sociedad", el "capital", los "intereses"... hay miles de nombres, hay miles de "culpables", a fin de cuentas lo único que pretendes es ser feliz. Una vez un filósofo francés, Jean Paul Sartre, dijo que "el infierno son los otros". "Los otros" como la presencia concreta y visible de todo aquello que te impide ejercer plenamente tu libertad. Y muchos como tú elegirán entonces huir o luchar. Te encontrarás a los que huyen buscando crearse paraísos artificiales, y te encontrarás también a los que intentan acabar con el "sistema" luchando contra él. En ambos casos se trata de una rebelión que se alza sobre una alfombra de escombros formada por miles de sueños rotos.
Pero no hay tales culpables. Es cierto, en el mundo hay maldad, hay mezquindad, inquina, envidia, odio... pero todo eso somos nosotros mismos, todo eso está también dentro de cada uno de nosotros. Poco a poco entenderás que los otros no son el infierno sino que son, de uno en uno, otros niños que como tú salieron de casa con el ardiente deseo de hacer realidad sus sueños. Verás también que en algunos sitios ocurre que los niños ni siquiera tienen tiempo de soñar y son lanzados desde al principio a la lucha del mundo. Y descubrirás también que eres capaz de olvidar tus propios sueños para intentar que los sueños de otro que no eres tú se hagan realidad. Y entonces habrás descubierto lo que significa realmente amar, porque para amar de verdad hay que pasar primero por un montículo en el que hay un hombre clavado en una cruz.
Tendrás éxitos y tendrás fracasos, entenderás que nadie te pide que renuncies a tu felicidad, únicamente que no podrás obtenerla como tú habías pensado, en tu aquí y en tu ahora. Tendrás que aprender a esperar, las cosas no serán en el tiempo que tú deseas, sino en algún momento diferente. Y tal vez tampoco encuentres las cosas en ese lugar que tú habías decidido, sino en otro muy distante. Y jamás caigas en el error de pensar que las demás personas pueden estar a tu disposición, "tienen que estar" a tu disposición para tus proyectos. Es posible que para darte cuenta de ésto debas conocer la soledad. Pero la soledad y la espera son positivas, porque harán de tí un hombre, siempre y cuando te mantengas firme y no trates de huir. Jamás encontrarás tus sueños en la huída o en la rebelión, mira que el mundo está lleno de corazones rotos en pedazos.
Nunca podré evitarte el dolor ni las lágrimas, pero siempre, siempre me tendrás a tu lado en esos momentos. Yo no podré "vivirte la vida", eso lo tienes que hacer tú. Mi experiencia nunca será tu experiencia. He visto saltar en pedazos algunos de mis sueños de juventud, y he visto surgir a mi lado maravillas que ni siquiera había imaginado. Yo también he estado roto alguna vez, pero también te he visto a tí venir a la vida. Y hoy, cuando la mayoría de aquellos sueños juveniles me son ya indiferentes, se alza con una fuerza indescriptible el más poderoso de todos: tú.