Celebrábamos la semana pasada el domingo (así en Madrid, en otros sitios el jueves) del Corpus, y con él el día nacional de Caritas. La importancia de la celebración del Corpus es grandísima de por sí, tradición multisecular de gran belleza y contenido, y este año concretamente ha centrado la atención de los medios de comunicación por venir acompañada de la polémica que hay rodeado a la procesión de Toledo. Hermosa la procesión, necesaria la polémica, lamentable la causa de la polémica. Expresión maravillosa de fe la procesión, consecuencia de la rebeldía de los creyentes ultrajados la polémica y lamentable expresión de cortedad de miras el origen de la polémica. Vaya, por decirlo brevemente: Que la ministra hizo una cacicada, la gente la ha puesto de vuelta y media, y de paso ello ha ayudado a los creyentes a valorar más la procesión del Corpus. Pero hoy quiero fijarme en la otra parte de la misma fiesta: El día nacional de Caridad, que encuentra su sentido en el empeño de caridad que debe caracterizar a todo creyente, según el mandato -el mandamiento nuevo- del Divino Maestro en la misma última cena en la que instituyó la Eucaristía y el Sacerdocio. En aquel día se meditó acerca de la Caridad, se recordó la importancia de la institución eclesial Caritas y se pidió ayuda económica para los fines de dicha institución. Hemos escuchado ya hace tiempo que Caritas es la asociación de asistencia no gubernamental más grande del mundo. Hemos escuchado también que en nuestro país es la asociación de este tipo que más empleos crea al año, que más ayuda a los pobres y necesitados. Hemos escuchado a reconocidos descreídos como Amparo Baró y Fernando Sanchez Dragó recomendando que para hacer el bien se ayude a la Iglesia Católica por el modo cómo distribuye sus recursos con los necesitados. Hemos escuchado mucho, pero me vais a permitir que toda esta teoría la veamos en sus casos concretos. En nuestro país es fácil saber qué obras de beneficencia lleva adelante Caritas: Todos conocemos sus campañas a favor del empleo, los alimentos que reparte a través de las parroquias, los planes que tiene para ayudar a los inmigrantes, los transeúntes, los sin techo, los enfermos de sida, las mujeres maltratadas, los ancianos, los drogadictos, sus residencias de ancianos, sus albergues y comedores para los indigentes, y un largo etcétera. Sabemos que la Iglesia católica dirige en España 4.492 centros sociales y de caridad, entre los que se encuentran casas para enfermos crónicos, asilos para ancianos, hospicios y clínicas. En ellos se atiende a casi 1.900.000 personas al año. Cuenta además con 84 hospitales; 69 ambulatorios y dispensarios; casi 900 hogares para ancianos, enfermos crónicos y discapacitados; 259 orfanatos de los que se benefician más de 26.000 niños y 151 consultorios familiares. Pero os invito a descubrir hasta que lugares remotos del mundo llega la labor de esta benemérita institución, cuyos méritos reconocen y valoran creyentes y no creyentes: -En una región remota de Bangladesh, una manada de 50 elefantes salvajes recientemente ha destrozado el poblado, los sembrados, y ha dejado decenas de familias sin lo que necesitaban para subsistir. Allí, donde el gobierno de aquel país no ha llegado con ningún tipo de ayuda, ha llegado la ayuda de Caritas, a través del obispo diocesano, que ha suministrado todo tipo de ayudas a dichas familias. Es uno de los problemas más grandes de aquella región, los elefantes que vienen de la India y que periódicamente atacan aquellos poblados, parece ser sin que sea posible evitarlo. -Ocurrió en el mes de marzo en un pueblo de Camboya, en Phnom Pehn: Un fuego devastador destruyó 178 viviendas y las instalaciones comunes, dejando a las familias sin agua corriente, con las perniciosas consecuencias que esto trae para la salud. Ha sido Caritas de Australia la que ha conseguido poner en dicha localidad 4 tanques de agua potable, de 1500 litros cada uno, que están siendo recambiados cada semana. Es solamente el comienzo de la reconstrucción del villorrio, pero es algo que si los lugareños tuvieran que esperar del gobierno estarían todavía sin ello. -Recientemente Caritas Internacional ha levantado su voz para recordar al mundo entero un tema sangrante pero poco mediático: Que millones de personas están en riesgo de hambruna como resultado de las sequías del último año y los efectos a largo plazo de las anteriores crisis alimentarias. Unos 800.000 niños menores de cinco años en Burkina Faso, Mauritania, Mali, Níger, norte de Nigeria y Chad están clasificados como necesitados de tratamiento por malnutrición severa. Unos 7,8 millones de personas, cerca del 60% de la población de Níger, se están quedando sin comida, según la investigación llevada a cabo por el Gobierno de Níger en diciembre pasado. La tarea no ha sido sólo de denuncia, sino también de ayuda. Se proyecta distribuir ayuda a casi 250.000 hogares de 327 aldeas. -Hemos leído que Caritas Internacional y la Damietta Peace Initiative de los Religiosos Franciscanos, han organizado en Sudáfrica, entre las comunidades más pobres del país la Copa de Fútbol por la Paz, un campeonato alternativo que se desarrollará de forma simultánea al Mundial de Fútbol. Esta iniciativa conjunta de carácter interconfesional –informa Conferencia Episcopal Católica de Sudáfrica–, que se desarrollará en la localidad de Atteridgeville, cerca de Pretoria, reunirá a gente de diferentes religiones, razas y nacionalidades. Caritas lleva muchos años trabajando en la construcción de la paz en Sudáfrica. Tras el estallido de la violencia contra los inmigrantes, en mayo de 2008, la Damietta Peace Initiative y Caritas unieron sus fuerzas para impulsar grupos de paz en toda Sudáfrica, promoviendo la reconciliación y la no violencia centrándose especialmente en las comunidades de base. Las noticias sobre labor que hace Caritas en esta época del año cuando empiezan las riadas, ciclones, inundaciones, etc. En países de Asia y Latinoamérica, serían interminables. Las que se refieren a la promoción de la mujer en el tercer mundo, la ayuda a agricultores pobres para que puedan mejorar sus cultivos, la de acogida y ayuda a prófugos y emigrantes, la analfabetización a gran escala, serían todas ellas también interminables. No se trata de presumir, ni mucho menos, todo lo contrario, la Iglesia acepta con alegría que todas estas labores no sean mediáticas y que pocos se enteren de ellas además de los que las realizan o reciben. Es bueno que sea así, pues no debería saber nuestra mano derecha el bien que hace la izquierda. Pero bueno es también -creo yo- que por lo menos una vez al años rindamos homenaje a los que por amor a Dios hacen tanto bien a sus hermanos los hombres.