Pena me da
PENA ME DA
La discordia que divide a los amigos
es la mejor arma para los enemigos.
-Esopo-
En una de sus fábulas, «El león y los tres toros», Esopo nos explica que deshaciendo la unidad entre nosotros, es más fácil que nos hagan daño.
Una vez tres toros estaban paciendo en un prado. Oculto tras unos matorrales acechaba un león; pero no se atrevía a atacarlos porque estaban los tres juntos. Pensó emplear la astucia; y acercándose comenzó, con pérfidas insinuaciones, a fomentar la desconfianza entre ellos.
La estratagema tuvo pleno éxito: los tres toros empezaron a mirarse con recelo, y al poco rato se fueron apartando uno de otro, esquivándose deliberadamente y paciendo cada cual por su cuenta.
No esperaba otra cosa el león.
Se arrojó sobre el primer toro, luego sobre el segundo y finalmente sobre el tercero, y los destrozó.
Una cosa que siempre me ha preocupado, que muchas veces me ha ocupado, pero que nunca ha llegado a buen puerto, es la falta de unión de los bautizados.
En un mundo como el nuestro, donde las fuerzas del mal se unen para atacar sistemática y despiadadamente a nuestra fe, ¿dónde estamos los creyentes? Cada uno por su lado.
Son muchos los que se preocupan por hallar el talismán de la unión y dicen, por ejemplo: «¡Que hablen los obispos!». Hablan los obispos y todos de acuerdo que hay que unirse, pero... ¡nada! Entonces apuntan más alto: «¡Que lo mande el papa!». Y el papa lo manda y lo vuelve a mandar y todos dicen acatar sus ordenes, pero... la unión no aparece por ninguna parte.
Vamos a ser prácticos. La unión en ningún sitio se consigue discutiendo, sino actuando. La unión es cosa de las almas, porque consiste en la igualdad de las ideas y de los deseos.
Lo primero para unirse es la acción y para eso se requiere organización. No podemos seguir sin plan, sin hombres formados, sin dinero, sin medios de comunicación, sin nada; ¿quién puede entusiasmarse así? Es imposible liderar un ejército en el que en vez de acción, hay discusión; en vez de organización, individualismo; en vez de esperanza, desaliento; en vez de estima recíproca, desconfianza y recelo.
¡Y ojo! una gran organización no es una gran aglomeración. Un rebaño inmenso no es una organización. Se necesita un ideal común, unos jefes aptos, unos medios definidos, entusiasmo y actividad que genere satisfacción interior por el bien que se reporta.
Y es urgente, amigos, porque, mientras buenamente seguimos haciendo la guerra por nuestra cuenta, «el león» sigue sembrando cizaña para desunirnos y devorarnos como a los toros. Y lo está consiguiendo. Pena me da.