Domingo, 22 de diciembre de 2024

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La espera como dimensión humana

Vivimos en un Sábado Santo

por Echad vuestras redes...

La esperanza no es lo último que se pierde, sino la vida. Y perdemos la vida si no la aprovechamos bien. Estos días podemos estar viviendo de muchas maneras, pero lo mejor es hacerse con un horario, para no perder el ritmo del trabajo y descanso habituales.

El Sábado Santo es un poco la metáfora o el signo de nuestra vida. Unos esperan activamente la liberación de este valle de lágrimas, con una lámpara encendida dando testimonio de aquello que abunda en su corazón, siendo pacientes pero no resignados, recogidos en sí mismos pero no aislados, maduros pero sin dejar de ser joviales... Y, mientras otros, viven sin vivir de verdad, porque pasan superficialmente sus días, pasando el tiempo perdiéndolo y perdiéndose.

Es momento para optimizar nuestro tiempo, nuestra gestión del tiempo, y veremos cómo ese recurso escaso es más flexible de lo que pensamos. Podemos mejorar,entonces,  en muchas cosas más de las que pensamos. No solamente en hacernos con un mejor currículo profesional, en hacer muchos cursos online, ver un montón de series por televisión..., sino sobre todo la regeneración de nuestras relaciones sociales y familiares. 

Un sábado, que para los judíos era, y es, el último día de la semana, Jesús permanecía en la tumba, poco tiempo antes que con su Resurrección nos devolviera, a través del estupor y del asombro, pero también respondiendo a una espera dolorida, lacrimosa, y casi agotada, la alegría y el júbilo a raudales. Somos espera y mendicidad de ser en acto, en el presente.

Este sábado que vivimos ahora, alargado, encerrados en nuestras casas-arcas-corazones, nos exige un testimonio de esperanza, de acercamiento distinto, creativo, con quien se puede sentir sin fuerzas, sin ánimo, sin gusto verdadero por la vida. Basta una palabra adecuada, o un gesto oportuno, breve, sencillo y sobre todo verdadero.

De forma que la luz que llevamos dentro pueda prender un poco en otros, como una vela que espera la Vigilia de la Pascua, o de cuando por fin nos volvamos a abrazar, en un tiempo, que esperamos que todos aprovechemos de la mejor manera posible. No esperemos a nuestra última Pascua, el paso de nuestra muerte a la Vida, para pregustar ya la vida plena. No vaya a ser que preocupándonos por aportar más años a la vida, desde el cuidado de la salud por ejemplo, dejemos de dar vida a los años, es decir vivir intensamente la realidad. Desde ya.

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