Martes, 03 de diciembre de 2024

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Ocasión única y global

Cuarestena: Tiempo de limpieza por dentro y fuera

por Echad vuestras redes...

Es muy curioso lo que ha pasado, lo que nos ha pasado en esta "CUARESTENA". No se puede decir que no se ha advertido lo del cambio de época, la necesidad de conversión, de cuidar la casa común, de no poner muros frente a los demás, sino de tender puentes, no marginar ni excluir, ser limpios y sinceros con los demás antes de practicar devociones o cultos vacíos, desprovistos de coherencia y misericordia, pero llenos de enfrentamientos, disputas, y soberbia.

En estos días se está poniendo a prueba nuestra inteligencia y paciencia, creatividad, esencialidad de la vida, porque el muro está en la puerta de la casa, o en esa mascarilla y guantes, esa distancia mediante la que tantos se juegan la vida cada día ayudando a los demás, conteniendo, aliviando, curando o acompañando en el duelo de tantos que pasan la enfermedad del coronavirus COVID-19 en tantos hogares, residencias, hospitales saturados y hoteles reconvertidos en éstos, y tantos otros lugares y personas puestos a disposición de la salud, la alimentación y la seguridad de todos. La casa es ya la metáfora del corazón que debe limpiarse, regenerarse, renovarse de la pandemia del miedo, rechazo y la exclusión de los demás.

El supermercado está siendo el símbolo de nuestras necesidades verdaderas, porque también tenemos que depurar de egoísmos, superficialidad, insolidaridad. La realidad está mostrándolo en directo. Las ciudades y barrios vacíos en su mayor parte son el escenario donde se ha de dar luego la manifestación de una humanidad que triunfa porque es más limpia y mejor, no solo porque ha conseguido eliminar, más o menos totalmente, un virus, un mal que atacaba nuestra economía, intereses y bienes varios.

¿Diremos ahora que tenemos lo que nos hemos merecido? ¡Si Dios nos castigara como merecen nuestros pecados, si la naturaleza se revolviera contra nosotros por cómo la estamos maltratando, y por tanta vida pisoteada y asesinada en tanta violencia de género y doméstica, abortos,...! Pero Dios no quiere la muerte sino el cambio de conducta, el arrepentimiento y la vida. Dios es misericordioso, ciertamente, pero también justo. Él cuida de nuestra libertad, queda claro su Amor incondicional, pero respeta nuestra libertad siempre. A través de las circunstancias, y en medio de ellas nos habla. Es el mejor pedagogo, como Buen Padre que es, y que nos mostró su Hijo, Jesucristo.

Todo lo que nos pasa tiene un porqué, está claro para todos. La atención cristiana no toma como última palabra los oráculos de este mundo: noticias (en forma de página web, infografía, vídeo..) que muchas veces saturan, multiplican, se contradicen y confunden, políticos con sus discusiones, incoherencias, decisiones y leyes, ... horóscopos y profecías varias para todo tipo de tribus y preferencias. El cristiano mira la realidad con un ojo y la palabra de Dios con otro, o a la vez, sinópticamente, porque sabe que escribe recto en líneas torcidas, se nos comunica en nuestra realidad más inmediata, es elocuente con Su Providencia en cada uno de los detalles más pequeños de nuestra vida, basta con saber ver lo que pasa, la respuesta que se nos pide en cada instante, de atención, de actitud, de palabra y gesto concretos.

La Cuaresma de este año 2020, cuarenta días de camino y preparación a la Pascua, ¿quién os lo iba a decir que a viviríamos así todos, creyentes y no creyentes, personas de toda condición, raza, edad...? está siendo una ocasión privilegiada, quizá única, para recapacitar, sin urgencias, dado nuestro aislamiento o retiro forzoso, qué es lo esencial y prioritario en nuestras vidas, que debemos dejar atrás y a qué aferrarnos, qué debemos limpiar tanto en nuestra casa del domicilio particular como la del interior de nuestro corazón...

Pero no quiero acabar sin decir que es muy fácil caer en el pánico, miedo, la distracción, la evasión y el desaprovechamiento de este encuentro, en los aplausos a todos (nunca diré que está mal la solidaridad y apoyo en estos momentos tan difíciles), en las bromas (más o menos pesadas u ocurrentes), en la creatividad para afrontar juntos esta pandemia con miles de iniciativas solidarias, empáticas, artísticas, informaciones sobre soluciones higiénico-sanitarias, pero lo más importante quizá no sea del todo eso que juzgamos tan importante.

¿Cuál es la lección de este cambio de época pandémico que me ha tocado a mi personalmente? ¿cuál es la lección que yo, y no solamente nuestra comunidad humana empezando por la más cercana de familia y grupo cristiano, de trabajo... (pero también) debo aprender? ¿Acaso que he de tener más distancia con los demás (¿más aún que antes?), ¿prevenirme de todo tipo de "contagios" sobre lo que piensan, sienten y dicen los demás?, ... o procurar vivir más desde la conciencia de que solo en Cristo puedo vivir, moverme y existir, que sólo en Él somos Uno?

Aparte de un descalabro en lo económico después de haber perdido más de lo estimado, con toda probabilidad, en todos los sentidos: económico, social, político, después de habernos saturado en muchos  órdenes, si no realizamos ese proceso de limpieza interna y externa, de auténtica regeneración que no podíamos aplazar por más tiempo, en este tiempo tan privilegiado, quizá sí, suspiremos por el fin de este tiempo difícil con el ansia multiplicada, con las ganas de seguir la normalidad, la crítica política, la libertad de salir y gritar, de vivir, la exigencia de compensar tanta falta de trabajo, hambruna, necesidad... pero ¿y la lección? ¿lo dejaremos en que todo fue la pesadilla de un horrible sueño apocalíptico? ¿habremos sacado la moraleja, la enseñanza de este comienzo de cambio de época?

Recemos. Vivamos de la fe. Pongamos más amor y esperanza en este mundo. Donde no lo hay lo habrá. Pidamos el don de la comunión, la paz.

¿Cómo será la primera Eucaristía, Reconciliación (me refiero al sacramento), Adoración,... Bautismo, Confirmación, en un tiempo libre de virus? El Señor viene y nos salva, siempre, Su Amor nos transforma. Ahora vemos todo y lo vivimos  como a través de un cristal oscuro y juzgamos según las apariencias, pero cuando lleguemos a Él conoceremos y amaremos todo como somos conocidos y amados, eso nos dice san Pablo.

Bienaventurados los que ahora ayudan, consuelan a los que sufren y mueren en el Señor, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Bendiciones y salud para todos. Que aprendamos y salgamos fortalecidos en todos los sentidos.

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