Miguel López de Legazpi, fundador de Filipinas, de cuya muerte se cumplen hoy 450 años
por En cuerpo y alma
Uno más de esos aniversarios que se nos escapan vivos a los españoles, indiferentes a todo lo que tenga que ver con nuestra magna historia. En este caso el de la muerte de un conquistador muy importante, que supone un hito de la máxima relevancia en el dominio de medio planeta por España, y en el de la culminación del proceso que conduce a la que, muy acertadamente, se da en llamar hoy la “Primera Globalización” del mundo.
Miguel López de Legazpi nace en la localidad guipuzcoana de Zumárraga, al parecer el 12 de junio de 1502, en una familia de la pequeña nobleza guipuzcoana, hijo de Juan Martínez López de Legazpi y de Elvira de Gurruchategui.
Tras vivir y trabajar veintiséis años en su ciudad natal, emprende la aventura americana y se traslada a México, donde ocupa diversos cargos en la administración del Virreinato de Nueva España, y notablemente en el tribunal de la Inquisición del Obispo Zumárraga. Hacia 1532, a la edad de treinta años, casa con Isabel Garcés, hermana del obispo de Tlaxcala, unión de la que nacerán hasta nueve hijos, aunque al parecer, sólo un varón y alguna de las hijas sobrevivirán a su padre.
En 1559, el rey Felipe II se dirige al virrey de Nueva España Luis de Velasco y al fraile Andrés de Urdaneta, con el encargo de realizar una nueva expedición hacia poniente por el Pacífico desde América, con la finalidad de tomar posesión de las tierras que correspondan a España, y de encontrar después el modo de retornar desde Asia hasta América, un objetivo en el que habían fracasado ya cinco expediciones españolas. La primera, la de González de Espinosa, que acompañaba a Elcano y que, en vez de volver a España por el Indico, como hiciera éste, lo intentará infructuosamente por el Pacífico. El segundo intento lo realiza en 1528 Álvaro de Saavedra, enviado a las Molucas por su primo Hernán Cortés con el encargo de hallar la expedición de Loaysa y llevarle refuerzos desde México. El tercero lo protagoniza el mismo Saavedra, navegando ahora un poco más al norte. El cuarto intento tiene lugar en 1544, cuando Bernardo de la Torre, con el navío San Juan, es enviado desde las Molucas por Ruy López de Villalobos hacia Méjico. Y el quinto lo realiza Ortiz de Retes, enviado también por Villalobos.
Es el propio Urdaneta al que el Rey encomienda la misión, el que elige a Legazpi -pariente suyo por cierto-, probablemente viudo ya, como jefe de la expedición, la cual recibe instrucciones de dirigirse a Filipinas, archipiélago en el que ya había tocado la expedición circunvaladora de Magallanes-Elcano, y también, posteriormente, en 1542, la de Villalobos, que es, de hecho, quien denomina Filipina a la isla de Leyte, y Karoli a la de Mindanao. Tiene entonces Legazpi la nada desdeñable edad de 62 años.
La nueva expedición, compuesta de cinco embarcaciones y unos 350 hombres, parte del puerto de Barra de Navidad, en Jalisco, el 21 de noviembre de 1564, y va a atravesar el Pacífico en 93 días, tocando en la isla de Guam, -la que Magallanes bautizara de los Ladrones-, de la que toman posesión ahora para la Corona española.
Ya en las Filipinas tocan en la isla de Samar, -la tercera más grande del archipiélago-, y luego en la de Leyte. Legazpi va tomando todo el archipiélago con escasa resistencia, más a base de pactos con las muchas tribus enfrentadas entre sí, que con las armas, que se utilizarán en escasas ocasiones.
Se fundan los primeros asentamientos españoles, así la Villa de San Miguel, hoy Ciudad de Cebú, o la Villa del Santísimo Nombre de Jesús, así llamada por descubrirse en ella la imagen de un niño Jesús que acontece ser el que Magallanes regalara en su día a la esposa del cacique Humabón, y que hoy es venerado en Filipinas como su santo patrón, bajo la advocación de Santo Niño del Cebú.
Legazpi envía a su nieto Felipe de Salcedo de vuelta a México, y con él, a Urdaneta, que lo acompaña de cosmógrafo y verdadero jefe del convoy, convirtiéndose, al completar la singladura y llegar a Puerto Navidad, en la Alta California, el 1 de octubre de 1565, en los descubridores del llamado Tornaviaje del Pacífico, esto es, los primeros marinos de la Historia que conseguían navegar de Asia a América. Cosa que ocurría nada menos que cuarenta y cuatro años más tarde de que otra expedición, igualmente española, la que mandaba Fernando de Magallanes, fuera la primera en navegar desde América hasta Asia. El éxito del Tornaviaje será posible gracias al hallazgo de la corriente del Kuro Shivo (que significa “viento negro”), la cual se cogía navegando hacia el norte y llegando casi al Japón.
Salcedo y Urdaneta constituyen también el primer Galeón de Manila, el famoso barco que ya no dejará de navegar nunca, una o dos veces al año, hasta 1815, es decir, exactamente dos siglos y medio, desde Asia hasta América y vuelta, cargado de los tesoros orientales que se pagaban con la plata española, y constituye el instrumento por excelencia de la que se dará en llamar la “Primera Globalización”, primera vez en la Historia en la que los mercados asiáticos, americanos y europeos se hallan interconectados y en relación. Suerte de nueva Ruta de la Seda, a la que se incorpora, como gran novedad, el mercado americano.
Sin entrar en el debate sobre la jurisdicción de las islas a la vista de lo estipulado primero en Tordesillas en 1493, y luego en Zaragoza en 1529, Felipe II toma posesión de las islas asiáticas y nombra a Legazpi gobernador y capitán general de Filipinas. Se levanta la Fortaleza de San Pedro, tanto para centralizar el comercio con México, como para la defensa frente a los posibles ataques portugueses, y se organizan las nuevas posesiones con el nombre definitivo de Filipinas, y con el rango de gobernación dependiente del Virreinato de Nueva España. Por su parte, a través de los muchos comerciantes chinos que ya operaban en Luzón, se inicia inmediatamente el floreciente comercio con el Imperio Chino.
La conquista prosigue por las demás islas, Panay, Masbate, Mindoro y Luzón. En 1568, Legazpi manda a Martín de Goiti y una vez más, a su sobrino Juan de Salcedo, a Maynilad, enclave musulmán en la isla de Luzón, cuyo nombre significa “tierra del nylab”, siendo el “nylab” un arbusto originario de la región. Se trata de Manila, ciudad de la que le hace entrega dos años después el Rajah Matanda. Legazpi refunda la ciudad, a la que convierte en capital del archipiélago y a la que traslada su residencia, y da a la isla de Luzón el bonito nombre de Nueva Castilla.
La segunda cuestión es, como no podía ser de otra manera, la de la evangelización de las islas, de la que se hace cargo Urdaneta y los cuatro frailes agustinos que le acompañan en la expedición. Una evangelización tan exitosa que va a dar lugar a la mayor comunidad católica de todo el planeta, cien millones de cristianos en comunión con Roma en medio del lejano oriente asiático.
Y en Manila, siete años después de haber abandonado América y cuarenta y cuatro de haber dejado su España natal, y de manera repentina, según parece de un infarto, teniendo setenta años de edad, muere nuestro gran conquistador, el que hará posible, con la conquista de las Filipinas, la Primera Globalización de la Historia, Miguel López de Legazpi. Triste evento que ocurre el 20 de agosto de 1572, hace hoy, pues, 450 redondos años, Reposan sus restos en la iglesia de San Agustín Intramuros, en Manila.
Conquistador y verdadero fundador de las Filipinas, cúmulo de islas en el Pacífico sin la menor unidad de ningún tipo; fundador de Cebú, con tres millones de habitantes; fundador de Manila, ciudad con 14 millones de habitantes al día de hoy; cooperador necesario para el descubrimiento del tornaviaje Pacífico; cooperador necesario para la creación de la mayor comunidad católica del mundo, este es Miguel López de Legazpi.
Argumentos como éste y otros no menos novedosos, puede encontrar Vd. en mi último libro “Historia desconocida del Descubrimiento de América. En busca de la Nueva Ruta de la Seda”. Que, con el debido respeto, me permito recomendar a Su Santidad, a ver si recoge un poquito más de cariño a la obra española en la Historia.
©Luis Antequera