Viernes, 22 de noviembre de 2024

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La píldora cumple 50 años

por Alberto Royo Mejia

No podremos decir aquello de “cumpleaños feliz”, sino más bien infeliz pues hace ahora 50 años de aquel día infeliz de mayo de 1960, en que el gobierno norteamericano aprobó oficialmente lo que desde entonces se ha conocido como “la píldora” (inventada unos años antes), esto es, el contraceptivo hormonal para uso femenino y de administración oral que tiene como objetivo alterar el ciclo menstrual para impedir la ovulación y, por tanto, la fecundación del óvulo y un posible embarazo no deseado.

 El espaldarazo incial del gobierno americano y después el patrocinio descarado de las Naciones Unidas ha hecho que en estos cincuenta años la famosa píldora se haya extendido en todo el mundo y sea ya un producto que se encuentra en todas partes, como la Coca Cola o las hamburguesas del Macdonald´s. En esto, como en otras cosas, la globalización hace que todo el mundo se parezca cada vez más , para bien o para mal. En este caso para muy mal.

 Píldoras anticonceptivas hay de varios tipos, las peores sin duda las que llaman del “día después” que parecen ser abortivas y que por tanto en realidad dejan de ser anticonceptivas, pero que se siguen denominando así con premeditación y algo de alevosía para calmar la conciencia de los usuarios y no crear alarma. Sobre todo en los países en los que no está aprobado abiertamente el aborto. Si se trata del nuestro, realmente da igual cómo se llame la píldora de marras, porque el aborto es ahora más fácil que quitarse los callos del pie o inyectarse botox en las arrugas.

Se estrenó la famosa píldora anunciando un mundo mejor: La mujer se podría liberar de su imagen de “maquina” de concebir hijos, lo cual crearía una nueva relación conyugal de igualdad y como consecuencia menos fracasos matrimoniales. Por otra parte, la píldora llevaría al descenso de los embarazos no deseados y por tanto al descenso de los abortos. Por fin, todo esto llevaría a la mejora de la calidad de vida de los niños, que ya no serían fruto de embarazos imprevistos ni deberían sufrir las consecuencias de la superpoblación del planeta. Todo esto no me lo invento yo, basta leer estudios sobre el tema.

 Cuando todos estos experimentos anticonceptivos (todavía incipientes, comparado con lo que tenía que llegar) estaban en pleno apogeo -aunque en nuestro país todavía no se llevaba todo aquello- surgió la voz del Papa Pablo VI que muchos calificaron de aguafiestas, carca, entrometido donde no le llamaban, y cosas peores. Fue en 1968, a través de la encíclica que más disgustos causó a este pobre Papa, que fue un verdadero experto en disgustos. Pues bien, como sería la reacción que tuvo la Humanae Vitae, que el buen Pontífice no se atrevió a volver a escribir una encíclica en los 10 años que le quedaron de pontificado. ¿Y todo porqué? Porque dijo algo tan poco moderno como que los anticonceptivos traerían más males que bienes. Es un modo rápido de decirlo, el Papa lo expresó así:

 “Los hombres rectos podrán convencerse todavía de la consistencia de la doctrina de la Iglesia en este campo si reflexionan sobre las consecuencias de los métodos de la regulación artificial de la natalidad. Consideren, antes que nada, el camino fácil y amplio que se abriría a la infidelidad conyugal y a la degradación general de la moralidad. No se necesita mucha experiencia para conocer la debilidad humana y para comprender que los hombres, especialmente los jóvenes, tan vulnerables en este punto tienen necesidad de aliento para ser fieles a la ley moral y no se les debe ofrecer cualquier medio fácil para burlar su observancia.

Podría también temerse que el hombre, habituándose al uso de las prácticas anticonceptivas, acabase por perder el respeto a la mujer y, sin preocuparse más de su equilibrio físico y psicológico, llegase a considerarla como simple instrumento de goce egoístico y no como a compañera, respetada y amada
.”

 Personas de buena voluntad -no seré yo quien les acuse de tenerla mala-, entre ellos sacerdotes, obispos e incluso conferencias episcopales enteras, se vieron en la tesitura de hacer caso a las promesas de un mundo mejor que traía consigo la pildorita o hacer caso de un Papa que, si bien parecía adaptado a los tiempos modernos, en esto repetía la doctrina de toda la vida, por lo que parecía más bien poco moderno. Y muchos de estos eclesiásticos -aunque hoy nos cueste entenderlo- apostaron por la píldora y dieron la espalda al Papa, que no se lo merecía.

Pero el tiempo no le dio la espalda al Papa, sino que lo que le dio fue la razón. Curiosamente el Papa acertó en sus predicciones: Yo no sé, porque entonces era un niño, si los matrimonios entonces eran muy fieles o no, pero que desde entonces ha aumentado hasta cifras astronómicas la promiscuidad y la infidelidad, es algo que basta encender la tele para verlo. Y lo de considerar a la mujer, y también al hombre, vaya, al ser humano en general, como objeto de goce egoísta, nunca ha estado tan de moda como ahora. Alguno puede decir que todo esto es consecuencia de la revolución sexual de los 60, que fue un fenómeno complejo, pero sin duda el mayor detonante de dicha revolución fue la generalización de los anticonceptivos.

Se pasó de la familia con hijos a la familia sin hijos, para llegar a los hijos sin familia, según los gustos de cada persona: Los que se casan sin querer tener hijos, los que no se casan y quieren tener hijos, los que no quieren ni tener pareja, solamente hijos, etc. Esto, dejando aparte el daño que hace a la persona desde el punto de vista moral, pues pone el relativismo de los gustos y los apeteceres por encima de cualquier otro interés humanos, desde el mero punto de vista humano no ha creado nada especialmente positivo: Ni familias más unidas, ni hijos más felices (que se lo pregunten a los psicólogos escolares), ni padres y madres más contentos, ni menos abortos, ni nada por el estilo. En algunos países, entre ellos los mismos EEUU que la aprobaron hace 50 años, con el tiempo se han ido desencantando de la pildorita de marras, mientras que en España, que siempre vamos con retraso, parecemos estar en pleno romance.

Pues aunque alguno me pueda tildar de extremoso, me niego a desear un feliz cumpleaños a la píldora de marras.

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