Pues sí, Don Pepiño, eliminemos la casilla
por Alejandro Campoy
Y dado que todos sus conmilitones parecen tener la consigna de cargar el conjunto de la crisis económica sobre la pequeña huchita que muchos millones de ciudadanos tenemos reservada para los pobres, no he podido resistir la tentación de hacer algunos numeritos privados, por si el resultado de las operaciones me da un resultado insospechado. Y así ha sido, por cierto.
Sin dar cifras exactas (el lector se hará cargo del porqué, no hacen falta más explicaciones), he vuelto sobre mi declaración recién presentada hace unos días, y tras acudir a consultar las correspondientes cuotas, retenciones y demás, y aplicar sobre ellas el prescriptivo 0´7, he obtenido un resultado redondeado al alza de ¡30 EUROS!
Esto es lo que yo he destinado al sostenimiento de la Iglesia Católica durante todo el año 2009: 30 euros. Mi postura personal, que no tiene porqué ser la de nadie más, es que me parece muy poco. Particularmente no tendría ningún inconveniente en domiciliar un pago anual de 100 euros, por ejemplo, a ingresar en la cuenta que a tal efecto se habilitara. Supongo que represento a una media en el conjunto de la ciudadanía, entre aquellos que poseen una rentas más altas y los que las tienen más bajas, si bien quizás soy un “rico” a efectos de la próxima subida de impuestos zapateril.
Esta posibilidad nos lleva al siguiente escenario:
-Se suprime la casilla, en cuyo caso voy a seguir pagando al Estado esos 30 euros.
-El Estado destina esos 30 euros a pagarle una mariscada a Cándido Méndez.
-Yo decido domiciliar mi aportación para el sostenimiento de la Iglesia Católica en mi cuenta corriente, y decido que esa aportación sea de 100 euros al año.
En consecuencia, yo termino pagando cada año 130 euros, los 100 que voluntariamente le doy a la Iglesia y los otros 30 que el Estado me ha robado para pagar mariscadas, que eran los que yo voluntariamente le daba a la Iglesia.
Sin embargo, según el economista Pepiño, gracias a que el Estado ya no tiene que dar esos 30 euros que yo había ordenado que se entregaran a la Iglesia, los tiene en cambio para acometer sus amplias “políticas sociales”, disponiendo así de una reserva de fondos adicionales para sufragar las cabalgatas del Día del Orgullo Gay. Como es evidente, este gasto social tiene mucha más prioridad que el mantenimiento de los comedores de Cáritas.
Pues bien, ahora me toca a mi ponerme chulito y lanzar mi desafío: suprima la casilla, Don Pepiño. Dénle a la Iglesia Católica un año de plazo para organizar a través de las parroquias, diócesis y demás un sistema de recaudación basado en la simple domiciliación bancaria de un pago anual para todos los fieles que deseen hacerlo, por la cuantía que a cada cual le venga en gana, y con la correspondiente desgravación a efectos fiscales de esa cantidad.
Hágalo, Don Pepiño, y sorpréndase del resultado. Habrá una mayoría que aportemos cien euros anuales, habrá otro grupo que quizás aporten diez euros anuales, y habrá una minoría que puedan aportar hasta mil euros, por poner un ejemplo. Pero también habrá un alto porcentaje que no querrán pagar nada. ¿El 50%?
Si es así, comprobará que en el ejercicio 2008 fuimos 7.195.155 los españoles que marcamos la casilla de la Iglesia. Supongamos que la mitad de ellos domiciliáramos un pago anual por una media de 100 euros. Eso nos daría un total anual de 359.757.700 euros, cantidad superior en más de cien millones de euros a los 252.682.547 recaudados a través de la casilla en el mismo ejercicio fiscal.
La Iglesia y los católicos seríamos libres al fin de las contínuas y molestas injerencias del Estado en nuestros asuntos, voces como la suya se verían acalladas para siempre, y quedaríamos libres también para exigirles, con todo el peso de la ley si es necesario, cuentas por el uso irresponsable, demagógico y derrochador que harían de los treinta euros que a cada uno nos habrían robado. ¿Euros o denarios?. Adelante, Don Pepiño, ¿nos la jugamos? ¿Serán usted y el Sr. Pepe Bono los primeros en domiciliar su aportación? ¿De 10 euros o de 1000?