Perseguidos por su ciencia
por Piedras vivas
Conocí hace años a unos hermanos alemanes que me contaron las peripecias vividas para pasarse del Berlín Oriental al Occidental con toda la familia, los padres y varios hermanos. La preparación silenciosa, los miedos, los disimulos, y por fin la huida utilizando el metro con el miedo en el cuerpo si descubrían que no iban precisamente de paseo sino el otro lado, hacia la libertad. Porque de eso se trataba principalmente: la libertad para pensar, para actuar y trabajar con un sentido no materialista, y para practicar la fe sin esconderla; recordaban a otros muchos que no lo lograron pereciendo en el intento. Hay abundantes documentales, películas y novelas que describen situaciones semejantes en la larga marcha hacia la libertad.
Un mundo dividido
La caída del Muro de Berlín significó el final de varias décadas de sufrimientos y la revelación de lo que pasaba en la URSS de entonces. «Un mundo dividido» es el título de una exposición inaugurada en noviembre en la Fundación Canal de Madrid con información, fotografías, vídeos, objetos y armas, y algunos fragmentos del Muro en recuerdo de esa conquista de la libertad que muchos no pudieron alcanzar. Como bien manifiesta esa muestra, ese Muro se construyó no para impedir una invasión sino para evitar un éxodo.
Siguen de actualidad dos libros que tratan sobre la existencia de Dios desde la perspectiva de las ciencias, uno de dos ingenieros franceses y otro de un experto español[1]. No voy a entrar en la abundante información que aportan y de las conclusiones que dejan a las puertas de la indagación filosófica sobre Dios. Quizá pueda resumirse señalando que las ciencias empíricas no pueden probar la existencia de Dios pues su método se centra en el cómo de los eventos, en las experiencias del espacio, el tiempo y la materia. Su aportación es valiosa porque abre a las cuestiones filosóficas sobre las causas reales, es decir, el cómo y el por qué o también expresado de otro modo por E.Kant: qué podemos conocer, qué debemos hacer, qué podemos esperar y, en definitiva, qué es el hombre. El testigo de las ciencias pasa entonces a la filosofía con su método propio y también a la teología con el suyo a partir de los datos revelados en la historia de la salvación.
No perseguidos por la ciencia
Me refiero ahora a la persecución que sufrieron muchos científicos rusos durante esas décadas ominosas dominadas por el materialismo dialéctico como única explicación de la historia, y con el ateísmo militante como religión del Estado. Las historias que recogen estos autores en las obras mencionadas son parte de la historia del pensamiento.
En los años treinta y cuarenta se extiende entre los astrofísicos la teoría del Big Bang como la más probable con los datos que se van descubriendo y los cálculos avanzados. A pesar de las dudas y rechazos anteriores los científicos van reconociendo como válida la intuición y exposición de Georges Lemaître, sacerdote y cosmólogo, como lo reconocen Hoyle, Einstein y después Wilson y Penzias. La intuición primera es que el universo no es estacionario sino que está en permanente expansión pues las galaxias se separan unas de otras, y más tarde se llega a recoger algo de la radiación cósmica de fondo causada por el Big Bang: es un despliegue sumamente organizado ajeno a un suceso fortuito o atribuible al azar, que no puede explicar la complejidad y perfección de las grandes leyes descubiertas en el universo.
Los científicos rusos de entonces participan en los debates cosmológicos y sintonizan con los nuevos desarrollos de la astrofísica, convencidos con pruebas de que el universo no es eterno. Sin embargo, el régimen marxista necesita destruir el mito de la creación como obra de Dios para ser coherente con su ateísmo programático. Algunos intentan huir de la Unión Soviética pero no siempre lo consiguen; la Policía Política va haciendo su lista negra entre los discípulos de Friedmann, Gamow, y otros. Stalin y el temible Molotov se consolidan en el poder y comienzan los crímenes contra los cosmólogos a partir de los años treinta.
Precisamente en esos años Einstein acabará dando la razón a la hipótesis de Lemaître y de Friedmann reconociendo que las ecuaciones de la relatividad describen un universo que no es fijo sino que está en expansión.
Sí perseguidos por el materialismo
Discípulo de Friedmann es Gamow quien publica un artículo que se difunde rápidamente entre los expertos sobre el Big Bang, en el que expone que los elementos ligeros de la materia, es decir, los protones y los neutrones, no pudieron nacer sino en una fase sumamente caliente del universo, de miles de millones de grados, muy superiores a la temperatura de las estrellas, y que la abundancia relativa de estos elementos constituía una prueba de que efectivamente el Big Bang tuvo lugar.
La trayectoria de Gamow le pone en el punto de mira de la Policía, intenta huir por dos veces con su familia y por fin consigue llegar a la libertad. Desgraciadamente Landáu, Ivanenko y Bronstein no siguieron el mismo camino y cayeron víctimas de la represión.
También el físico matemático Vladimir Fock es detenido por los milicianos de la Policía acusado de alta traición y complot contra la ideología del Estado y después de ser torturado, liberado y vuelto a detener alcanzará la libertad. No tuvo la misma suerte Evgueni Perepelkine que fue enviado al gulag y luego fusilado, y lo mismo Matvéi Bronstein con treinta y un años, detenido en su casa a la que no volverá. También en plena noche es detenido Dmitri Eropkine, fascinado por la teoría del Big Bang y fusilado sin llegar a cumplir los treinta años. Borís Númerov fue un matemático brillante, presidente de la Sociedad Rusa de Astronomía en sintonía con Friedmannn, detenido, condenado por espionaje y propaganda antimarxista, deportado y más tarde fusilado. El mismo camino seguirá Maximilian Musselius que acaba bajo las balas de un pelotón de ejecución. Todo esto ocurre en los años treinta, como venimos diciendo. Idéntico trato recibe otro discípulo de Friedmann expositor de la teoría de la relatividad de Einstein en la Universidad de San Petersburgo, porque muestra que el universo tuvo un comienzo; fue condenado y morirá más tarde a consecuencia de los malos tratos y los trabajos forzados. Añadamos a Innokenti Balanovski, Nikoláis Kózyrev, y etcétera.
En los años sesenta, no tan lejanos, el joven matemático Leonid Plyushch, investigador del Instituto de Cibernética de Moscú se convierte en disidente. Se le condenó a trabajos forzados, fue internado y torturado en un psiquiátrico. Su caso tuvo mucha repercusión en Europa, particularmente en Francia, cuando declinaba la fuerza del materialismo dialéctico.
Todos estos grandes científicos cayeron bajo represión del régimen estalinista el régimen del dictador Stalin buscaba dar un castigo ejemplar para que el pueblo aprendiera a someterse al pensamiento ateísta.
Este breve repaso por una parte de la historia de la astrofísica contemporánea echa por tierra las tesis materialistas y otras alternativas al Big Bang, pues no hacen sino subrayar la fuerza de las pruebas que derivan de la expansión del universo, de su previsible muerte térmica, el principio antrópico, y de su comienzo del que da cuenta la radiación cósmica de fondo.
También los nazis lucharon contra el Big Bang y declaran la guerra a Dios, a quien apuntan las pruebas cosmológicas, porque no podían permitir que alguien sostuviera que la materia no es eterna. Pero este capítulo podemos dejarlo para más adelante.
Jesús Ortiz López
[1] Dios-LaCiencia-Las Pruebas. Olivier Bonnassies-Michel-Yves Bolloré. Ed Funambulista.
Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios. José Carlos González-Hurtado. Voz de Papel, Madrid, 2023.