Tres pasos desiguales
por Piedras vivas
Tres pasos desiguales (I)
Han pasado muchas décadas desde aquel 20 julio de 1969 en que el mundo se asombró con la hazaña de los astronautas norteamericanos Neil Armstrong y Buzz Aldrin al pisar la Luna: un pequeño paso para el hombre y un gran paso para la humanidad, se dijo entonces. Con razón, porque esa hazaña ha probado lo alto que puede llegar el ser humano cuando pone cabeza y corazón en una tarea.
Una gran hazaña humana
Se culminaba así un gran trabajo de equipos integrados por cientos de científicos y técnicos, muchos experimentos con unos fracasos y muchos avances. Fue un proyecto ilusionante para la sociedad norteamericana que avivó el sentido de pertenencia y el patriotismo, la confianza en los progresos de las ciencias, y la satisfacción de sentirse representados por esos hombres audaces. Lo que había sido aspiración de los hombres desde tiempos remotos, proyecto de los científicos, y sueños de la ciencia ficción se había logrado finalmente. Sí, lo sentimos como un gran paso para la humanidad.
Además de recoger muestras y dejar aparatos para estudiar mejor la Luna, Armstrong y Aldrin dejaron en la superficie lunar unas cápsulas con signos de la civilización, y entre ellos una placa en la que estaban grabados algunos versículos del Salmo 8: « ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra! /Ensalzaste tu majestad sobre los cielos. /De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza contra tus enemigos/para reprimir al adversario y al rebelde. /Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, /la luna y las estrellas que has creado. /¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para mirar por él?/ Lo hiciste poco inferior a los ángeles, /lo coronaste de gloria y dignidad; /le diste el mando sobre las obras de tus manos./Todo lo sometiste bajo sus pies. /Rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, /las aves del cielo, los peces del mar que trazan sendas por el mar. /¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!».
Es un canto con el asombro de los hombres sensatos que reconocen su misión en la tierra como administradores de la Creación, con capacidad para avanzar en el conocimiento de la realidad y configurar una sociedad más humana, a pesar de todos los pasos de regresión.
Un paso atrás en humanidad
En efecto y en contraste con esos buenos pasos, estos meses el mundo ha dado un paso hacia atrás en humanidad cuando la Asamblea francesa ha aprobado una reforma constitucional para garantizar, en determinadas condiciones, la libertad de reclamar la interrupción voluntaria del embarazo.
Bonitas palabras suficientes para blindar el aborto frente a futuras leyes que pudieran limitarlo. Se trata de un debate entre quienes defienden la vida y quienes consideran que las leyes refrendan lo que está en la calle, aunque esto sea engañoso. Porque la opinión pública no es unánime y hay demasiados intereses en ocultar la realidad del aborto empezando por el daño sufrido por las madres. Porque hay engañosa dificultad para entender que se trata de eliminar una criatura humana indefensa y las consecuencias en las mujeres que abortan. Superando la propaganda se puede ver el disfraz de la «interrupción voluntaria del embarazo», porque es eliminación del hijo, es forzada en la mujer, y no es algo accidental en ellas.
Además, no se puede olvidar el carácter configurador que tienen las leyes que edifican sobre la justicia, pero también desedifican regulando injusticias y muchos confunden lo legal con lo moral. Cosas del positivismo jurídico que abandona los presupuestos éticos de ley natural (que sigue existiendo aunque muchos la nieguen). Con ello se logra una aceptación social no suficientemente informada y muchos pierden los reflejos morales para entender que está en juego el nivel humano de la sociedad.
A ese paso atrás se añade que poco después el Parlamento Europeo que ha votado por mayoría una resolución que recomienda a los países miembros que sigan el camino de Francia para introducir el aborto en las respectivas Constituciones. La cercanía en el tiempo y el objetivo invitan a pensar que hay una agenda empeñada en cerrar en falso un debate vital para la sociedad y para las personas.
Como ha escrito Federico Montalvo «El aborto supone interrumpir un proyecto de vida único e irrepetible, el paso vital inescindible sin el que un ser humano no puede llegar a serlo para siempre, por lo que atribuir la facultad de decidir sobre un 'tertium' existencialmente distinto de la madre, aunque alojado en el seno de ésta, es decir, sobre si una vida va o no a desarrollarse, no parece sostenible ni jurídica ni menos éticamente. Se tienen derechos sobre cosas, no sobre personas ni vidas, Kant 'dixit'. El feto no es una mera 'pars ventrix' que queda sometida al arbitrio de la mujer. Se trata desde el principio de un derecho a la vida propio, no meramente derivado».
Todo ser humano es un fin en sí mismo, cualquiera que sea el estado de su salud o de sus capacidades intelectuales y físicas, y nunca puede ser tratado como medio. Toda persona tiene valor, pero ninguna tiene precio, como acaba de explicar el documento de la Iglesia defendiendo la dignidad de todos, y así se pueden superar los errores y tragedias que desagarran a la humanidad: el drama de la pobreza, la guerra, las condiciones de trabajo de los emigrantes, la trata de personas, los abusos sexuales, las violencias contra las mujeres, el aborto, la maternidad subrogada, la eutanasia y el suicidio asistido, el descarte de las personas con discapacidad, la teoría de género, el cambio de sexo y la violencia digital[i].
La idea de la «dignidad infinita» de la persona humana es uno de los pilares fundamentales de nuestra civilización y encuentra sus raíces en la antigüedad clásica, en la tradición bíblica y, especialmente, en el pensamiento cristiano. Antes que una enseñanza de la Iglesia es una verdad de orden moral natural, asequible a cualquier persona reconocida en la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas (Continuará).
[i] Cfr. Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Dignitas infinita. 8 abril 2024.