Cultura de la vida
por Piedras vivas
Este año no se ha celebrado la fiesta de la Anunciación y Encarnación por coincidir con la Semana Santa y por ello se ha trasladado al ocho de abril, que sí celebramos estos días de Pascua. Con mirada de fe es una ocasión para seguir impulsando la cultura de la vida, opuesta a la cultura de la muerte, porque ésta supone un descenso en humanidad: introduce en la sociedad problemas cada vez más graves, y es una merma de la libertad camuflada bajo los llamados nuevos derechos. Con más razón cuando estamos estrenando con alegría la Pascua de la Resurrección de Jesucristo, el triunfo definitivo de la Vida sobre la muerte.
Esa fiesta de la Encarnación introduce a la joven María en el plan salvífico de Dios para los hombres y muestra que el cristianismo con el desarrollo de la Iglesia es la instancia que mejor garantiza el respeto a la vida y la dignidad de las personas.
El cardenal de Madrid, José Cobo celebra una Eucaristía en la Catedral de la Almudena en Madrid este día 8, Jornada de la Vida, y se volverá a leer el Manifiesto por la Vida pues «La defensa del inocente que no ha nacido, debe ser clara, firme y apasionada, porque allí en juego la dignidad de la vida humana, siempre sagrada, y lo exige el amor a cada persona más allá de su desarrollo (GS 10)».
Desde hace años estos días se convocan muchas movilizaciones para defender la vida humana, el bien más básico para la existencia de la persona desde la cuna a la sepultura, como suele decirse. Un don de Dios y de los padres conjuntamente. La cultura de la vida es lo más natural y debe ser acogida, protegida, y desarrollada con más atención que otros tipos de vida como la animal y la vegetal. ¿Hace falta insistir en algo tan elemental? Pues parece que sí, cuando hace décadas que la ideología de la muerte se extiende, de manera acrítica en algunos sectores, porque el debate se plantea sobre emociones en vez de sobre razones. Queda en la penumbra la luz de la razón, la realidad de nuestra naturaleza, y el mismo sentido común.
Hace unos días, la Asamblea francesa ha introducido en la Constitución el derecho de la mujer al aborto. Llevamos décadas de reflexión sobre el problema humano del aborto, primero para la madre gestante y luego para la sociedad. En Francia superan los doscientos mil anuales y en España más de cien mil; no hablamos de cifras sino de criaturas apartadas de la carrera de la vida. La legislación a favor del aborto significa un descenso moral que desestructura la conciencia pues deja de distinguir entonces entre el bien y el mal, entre dar la vida y administrar la muerte. ¿Cómo podrán vivir tranquilos ahora y en el futuro quienes son responsables de la muerte de inocentes?
Se trata de una irresponsabilidad compartida pues a una parte limitada de la sociedad le parece progresista y conquista de nuevos derechos. La ignorancia en estos temas capitales no excusa de la responsabilidad grave a los ojos de Dios. Es importante que los ciudadanos recordemos que lo legal no significa moral, porque llevamos décadas admitiendo consciente e inconscientemente que todo lo legal es moral, algo realmente falso, como se muestra en estas leyes inmorales e inhumanas que se han establecido.
Pues bien, cuando una sociedad va aceptando el aborto y la eutanasia, sin reaccionar ha iniciado su declive y puede perder un par de generaciones hasta que surjan líderes con principios, que han nacido y crecido en la resistencia moral y religiosa. De momento ya se ven núcleos fuertes de resistencia moral por personalidades e instituciones a modo de levadura que pueden transformar a la masa anónima en ciudadanos comprometidos con el bien común y con los principios morales universales
Evocando la figura de san José el papa Francisco recordaba las actitudes que debe custodiar un cristiano, que resume con estas palabras: «Custodiar la vida, custodiar el desarrollo humano, custodiar la mente humana, custodiar el corazón humano, custodiar el trabajo humano. El cristiano es —podemos decir— como san José: debe custodiar. Ser cristiano no es solo recibir la fe, confesar la fe, sino custodiar la vida, la propia vida, la vida de los otros, la vida de la Iglesia».
Toda Jornada a favor de la vida es un freno a la llamada cultura de la muerte, porque lo que cultivan las ideologías y leyes a favor del aborto y de la eutanasia es favorecer un desierto sin vida y sin sentido que aboca al nihilismo. Defender la vida es lo más humano y progresista porque alimenta la esperanza en un mundo mejor.
Jesús Ortiz López