1917. En desagravio al Corazón de Jesús
[El siervo de Dios Clemente Villasante, párroco de Alcaudete de la Jara, era natural de Talavera de la Reina, en cuya localidad alcanzó la palma del martirio el 30 de julio de 1936. Este artículo fue publicado en El Castellano el 21 de diciembre de 1917].
Con grandísima pena y sentimiento muy íntimo nos enteramos primero, y hemos visto confirmado después en La Semilla, hojita parroquial de Talavera de la Reina, de la reunión que tuvo lugar en el pasado mes en la Casa llamada del Pueblo, en aquella ciudad, para la que siempre late con el cariño de hijo el pobre corazón nuestro.
Y lo sentimos más por vernos obligados a reconocer entre los asistentes a personas para las que nunca ha dejado de tener un afecto respetuoso y veraz nuestro más delicado cariño. ¡Ellos asistir y hacerse solidarios de unas blasfemias tan impropias del noble y generoso pecho talaverano! ¡Ellos que albergan siempre en su casa con tan fina hospitalidad al forastero y cuyo timbre y blasón principal es y fue la hidalguía, y la lealtad y la nobleza más generosa, no solo asistir, sino maldecir al Sagrado Corazón de Jesús y culparle de todas las calamidades nacionales por estar entronizado en las familias! ¡Ellos, los talaveranos, que reciben siempre en su pueblo y domicilios con cariño a todos, querer únicamente cerrar la puerta de sus amores al que es el amor por esencia! Al que no es huésped, que es Rey de todos los hogares, familias, naciones… al más pobre de todos los mendigos, que nació sin cuna y murió sin lecho que abrigase el sudor de una muerte que fue el sacrificio por todo el mundo… al que visita las familias para colmarlas de gracias… al que muere perdonando a sus verdugos… al que trae siempre la paz en su cetro… al que hace buenos a todos y predica la igualdad más hermosa y real del pobre y del rico… al que fue obrero y pobre cuando vivió en el mundo… al que es verdadero Dios y verdadero hombre… ¿Sois vosotros, talaveranos, los que fuisteis al mitin y tolerasteis esas innoblezas? ¿Os atrevéis, sin avergonzaros y sin pisar vuestra alcurnia y sin escupir a vuestra propia historia, a vuestros mayores, a vuestra ciudad, a vosotros mismos, a llamaros talaveranos?
Vosotros los que asististeis, los que tolerasteis poner vuestro nombre en prospectos públicos al lado de blasfemos que mancha el blasón talaverano y el escudo de nuestras armas; vosotros los que blasfemasteis de Cristo y los que tolerasteis las blasfemias, o no sois de Talavera, la ciudad histórica, la ciudad culta, trabajadora, respetuosa con todos, católica, y si queréis “libre, para tolerar a todos, sin insultar a nadie”, la ciudad de la Virgen del Prado, o si lo sois “materialmente” os falta “el alma de Talavera” porque los hijos de la ciudad de Mariana ni fueron nunca ingratos ni descorteses, ni mucho menos malvados.
Protestamos como hijos de Talavera de vuestra conducta, nos entristecemos de teneros por paisanos, y glorificamos en nombre de nuestra ciudad al Sagrado Corazón, que maldecís vosotros, pidiéndole misericordia para todos, perdón para vuestras ofensas y blasfemias y bendición y prosperidad para vuestro pueblo. “¡Señor, no fueron ellos, deliraban sus pasiones!”.
Y proclamamos al Sagrado Corazón de Jesús nuestro Rey, nuestro Padre, nuestro Maestro y nuestro mejor amigo. Le queremos tener por Jefe Supremo de nuestras familias; le hacemos, no huésped, Dueño perpetuo de nuestros hogares; y postrados ante su corazón tan amable, tan tierno, tan cariñoso, tan divino y tan humilde, al verle como mendigo pedir posada en nuestra casa, salimos a su encuentro diciéndole con la mayor alegría de nuestro corazón y llorando de gozo:
Entra en casa, Señor, y si cerradas
hayas tantas moradas,
que un asilo a su Dios quiere negar…
olvida entre nosotros su desvío;
mientras tengamos casa, Jesús mío,
¡Tú tendrás un hogar!
Entra, Señor, mas no como mendigo;
nuestro Rey, nuestro Padre, nuestro amigo,
nuestro Todo serás…
que si el error levanta sus banderas,
en Talavera Tú Reinas y Tú imperas
y homenajes y amor encontrarás.
Y si el mundo y los suyos te persiguen,
y a esta ciudad quizá llegar consiguen,
a Ti no llegarán,
que sabrán defenderte nuestras vidas…
los filos de sus armas deicidas,
no tu pecho, los nuestros herirán.
C.VILLASANTE
Diciembre 1917