Silencio sobre lo esencial
por Piedras vivas
Desde hace tiempo varios pensadores y filósofos como Guitton vienen llamando la atención sobre el «silencio sobre lo esencial». No resulta fácil ponerse de acuerdo sobre qué es lo esencial aunque hay coincidencias en que se trata de la vida y de la muerte, y por ello de la libertad y sus ámbitos: libertad religiosa, libertad de educación, libertad de información, o libertad de movimientos. Y de Dios.
En estos meses de pandemia hemos visto mermadas nuestras libertades en aras de la seguridad propia y ajena, hasta límites antes insospechados. Ahora el Gobierno de la Nación no se atreve a repetir el confinamiento total porque se ha mostrado perjudicial para la economía, los ancianos, la educación, o la práctica religiosa. Como buenos ciudadanos nos hemos sometido con responsabilidad encomiable.
Muertos
Concretando algo más me referiré a la falta de información sobre los muertos a causa de esta epidemia. El Gobierno ha ido soltando con cuentagotas y apaños el número de muertos, faltando a la verdad de continuo, e incluso burlándose de los ciudadanos con las ironías de un tal Fernando Simón, entre ellas, la de suponer con desfachatez que el número de muertos quizá se debía al aumento de accidentes de automóvil. Un recochineo y burla que merecen su destitución inmediata, pero ya se sabe que en este Gobierno no dimite nadie, aunque sea tan prescindible como Illa, Castells, Celáa o Montero. En un zigzag marrullero, el Gobierno de Sánchez-Iván-Iglesias estancaba durante días el número de muertos.
En pleno avance del Covid los expertos sabían que estábamos llegando a los 50.000, el doble de los que reconoce el Gobierno oficialmente, que ahora dicen que pasan de 29.000. El número de muertos diarios va por 130 y el Gobierno central no encabeza el liderazgo, descargando sobre las Comunidades lo que antes reclamaba para sí, porque está escaldado y afearía su bronceado veraniego.
Funerales
Estamos padeciendo un «silencio sobre lo esencial», sobre los muertos porque los medios -salvo honrosas excepciones- ocultan imágenes de morgues, de féretros, de lloros de familias, de funerales. Por ejemplo, durante el espectáculo urdido por el Gobierno en la Plaza de la Armería de Madrid la muerte estuvo ausente, salvo en la mascarilla de tiburones del mencionado Fernando Simón, con un ambiente de corte masónico, según se ha comentado ampliamente. Por cierto, un fuerte contraste con el Funeral celebrado días antes en la Catedral de la Almudena con clara referencia a los muertos, los enfermos contaminados, el dolor de las familias, y a Dios. Otro «silencio sobre lo esencial» en la Armería. Quizá tenía razón Agustín de Hipona cuando aseveraba que cuando un gobierno de hombres se olvida de la justicia, del bien común, y de Dios deviene en una cuadrilla de forajidos.
Parece que nuestra sociedad no reacciona ante ese «silencio sobre lo esencial», porque tampoco nos gusta ver ataúdes, cementerios y lágrimas. Por eso todos somos un poco culpables.