De una nueva agresión contra los homosexuales: Uganda
por Luis Antequera
Ayer mismo hemos tenido ocasión de conocer ayer el trato absolutamente injusto y vejatorio que reciben en muchos de los países musulmanes -no en todos, ojo- los homosexuales, un trato contra el que, a mi entender, no se han expresado con la rotundidad que sería esperable y hasta deseable las asociaciones de homosexuales españolas, alguna de las cuales, bien al contrario, parecen tan sólo servir a la proyección política de sus líderes –léase Sr. Zerolo-, de quienes todavía estamos esperando un pronunciamiento claro sobre el asunto.
Ahora bien, para decir las cosas con toda claridad, no sólo en los países musulmanes se producen las intolerables agresiones a homosexuales de las que hablábamos ayer. La última amenaza de la que tenemos conocimiento para la integridad física, y lo que es peor, la vida misma, de las personas homosexuales, va camino de producirse en Uganda, país africano en el que en el que el porcentaje de musulmanes asciende a un exiguo 12% de la población y en cambio, un 85% de la población, repartido a partes iguales entre católicos y protestantes, es cristiano.
Pues bien, en Uganda, David Bahatí, parlamentario educado en el Reino Unido y de adscripción protestante según parece, ha presentado un proyecto de ley cuyo artículo 3.3 castiga con pena de muerte el delito llamado de homosexualidad agravada, aquélla en el que se da alguna de estas circunstancias:
(a) la persona contra la que se comete es menor de 18 años.
(b) el agresor padece de SIDA
(c) el agresor es padre o tutor de la persona contra la que se comete el delito
(d) el agresor es una persona con autoridad sobre la persona contra la que se comete el delito.
(e) la víctima de la agresión es una persona discapacitada.
(f) el agresor es reincidente (a serial offender, se dice literalmente).
(g) el agresor administra drogas u otros estupefacientes a la persona contra la que se comete el delito.
Aparentemente, el proyecto sería apoyado por varios líderes cristianos, sobre todo protestantes y anglicanos. Cosa distinta cabe decir del magisterio católico ugandés, cuyo máximo representante, el arzobispo de Kampala Mons. Ciryan Lwanga, ha exigido la retirada del proyecto de ley. Y ello sin detrimento de que sus palabras, como era de esperar, no hayan gustado a los colectivos homosexuales, tan contrarios como tantos otros colectivos de la izquierda, a que la Iglesia exprese su opinión sobre las cosas, opinión que, en este caso y como es sobradamente conocido, incluye el rechazo de la homosexualidad en cuanto comportamiento. El posicionamiento de Lwanga no ha podido ser más inequívoco y rotundo:
“La recientemente presentada Ley anti homosexualidad no pasa el test de la aproximación cristiana al tema. Situar el objetivo de la ley en el pecador y no en el pecado es la esencia del proyecto. La introducción de la pena de muerte y prisión de los actos homosexuales va contra las personas, mas de lo que busca aconsejar y compadecer a quien necesita arrepentimiento, ayuda y esperanza”.
Es verdad que para un país como Uganda, uno de cuyos acuciantes problemas es la grave incidencia del VIH entre su población, algunos de los comportamientos descritos en el proyecto, tales como el de padecer SIDA el que practica el supuesto delito, hace comprensible la preocupación del legislador, no, en modo alguno, su reacción.
No menos cierto que algunas de las conductas descritas en el proyecto -el hecho de mediar forzamiento, abuso o prevalencia en la relación- constituyen, per se, un delito incluso en los países más acreditadamente democráticos, eso sí, más allá de que quien lo cometa sea homosexual o heterosexual. Por eso mismo, el apartado “f” del artículo según el cual incurre en delito de homosexualidad agravada susceptible de ser condenado con la muerte quien realiza este tipo de prácticas con asiduidad, es sencillamente injusto, vejatorio e inaceptable para nadie que se considere ora cristiano, ora demócrata.
No menos cierto que algunas de las conductas descritas en el proyecto -el hecho de mediar forzamiento, abuso o prevalencia en la relación- constituyen, per se, un delito incluso en los países más acreditadamente democráticos, eso sí, más allá de que quien lo cometa sea homosexual o heterosexual. Por eso mismo, el apartado “f” del artículo según el cual incurre en delito de homosexualidad agravada susceptible de ser condenado con la muerte quien realiza este tipo de prácticas con asiduidad, es sencillamente injusto, vejatorio e inaceptable para nadie que se considere ora cristiano, ora demócrata.
Se lo pongo en bandeja Sr. Zerolo: condene Vd. las agresiones a homosexuales en Uganda, país cristiano que gozará, en consecuencia, de todas sus antipatías. Y de paso, y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, me condena Vd. también las que se realizan en los países musulmanes con los que Vd. iba a combatir desde la Alianza de Civilizaciones “el fanatismo, el terrorismo y cualquier tipo de fundamentalismo”. ¿O se ha olvidado ya?
Comentarios