Domingo, 22 de diciembre de 2024

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por Canta y camina

No sé si a ti te pasará pero yo a veces tengo la sensación de estar sobre un pasillo deslizante como los del Metro o los aeropuertos, de esos en los que aunque no camines te vas moviendo hacia adelante. A mi hijo pequeño le encantan los que hay en el transbordo de la estación de Pueblo Nuevo.
 
¡Y es que tengo siempre tantas cosas en la cabeza y tantas cosas que hacer que siento que la vida me lleva a mí en vez de vivirla yo!  Es una sensación de constante movimiento y velocidad que me cansa física y mentalmente.
 
Al ritmo normal de la vida en una familia numerosa donde hay unos horarios que cumplir de levantarse, acostarse, colegios, trabajos, deberes, duchas, cenas, lavadoras, limpiezas y demás cosas de ordinaria administración se van sumando otras cosas extraordinarias no previstas que hay que encajar sobre la marcha con el consiguiente “tetris” que hay que hacer para recolocar todo lo que se ha tenido que mover.  Y eso me produce cierto estrés (o “escuatro” más bien) que al cabo del tiempo necesito depurar porque si se acumula demasiado se vuelve tóxico.
 
Cada persona tiene sus vías de escape, su forma de liberar tensiones y me parece estupendo.  A mí me encanta leer y lo hago todos los días. Pero una vez al año me gusta hacer ejercicios espirituales, soy así de rara. ¡O de original!
 
Me busco un grupo que me guste y me apunto, me voy un fin de semana al campo y me paso todo el tiempo que puedo con el Señor en la capilla, hablándole y escuchándole.
Durante esos días me desahogo de mis agobios y de mis preocupaciones y repaso las carencias o deficiencias de mi vida espiritual.
 
Paso tiempo sin hora de cerrar en la capilla, me voy a mi habitación a repasar mis notas, me doy una vuelta o dos o veinte por el campo si estoy saturada de pláticas o actos píos…   porque también se habla muy bien con Él paseando por el bosque o el jardín y en estas actividades hay un guión previsto pero también flexibilidad.
 
Este año ya tenía muchas ganas de hacerlo y me había preparado “material” para tratar con el Señor; metí en la maleta un par de cuadernos, un estuche con bolis, un libro para leer y meditar… Pero ya lo dijo el profeta Isaías: “(…) porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos. (…). Sí, con alegría saldréis, y en paz seréis traídos.” Isaías 55, 8 y 12.
 
Vaya, que por muchos planes que uno se haga Dios tiene los suyos y a veces nos hace unas carambolas que nos deja tiritando.
 
Estuve de ejercicios la semana pasada. Llegué a una casa en plena sierra madrileña sabiendo de qué quería hablar con el Señor y qué rincones de mi alma quería que iluminara el Espíritu Santo.  Pero el Padre, como buen Padre que es  y además omnisciente, sabía que me convenía más pasar la linterna por otro rincón que yo ni me acordaba de que existía y que además necesitaba un buen repaso.
 
¡Jolín! La primera impresión fue igual que cuando te tiran a la piscina sin que te lo esperes: quedarme paralizada y sin respiración.  Luego me descoloqué completamente y entré en crisis. Y me molestó mucho porque soy muy organizada y me j… oroba mucho que me cambien los planes y me lleven por donde no había pensado.
 
Pero bueno, Jesús le dijo a Nicodemo: “(…) El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va.” Juan 3, 8.  Y esto hace Dios con nosotros cuando ve que andamos un poco como pollos sin cabeza, que no sabemos por dónde nos da el aire.
 
Pero a poquito dóciles que seamos y nos dejemos llevar por el Espíritu veremos que Dios nos conoce a fondo y sabe qué nos pasa y qué necesitamos antes y mejor que  nosotros mismos.  Y no nos fuerza. 
 
¿Que queremos hacerle caso? Pues nos irá fenomenal. ¿Qué no nos da la gana? Pues no nos lanzará ningún rayo fulminante pero no encontraremos la paz, nos quedará algún resto de incertidumbre y desasosiego.
 
Yo no hablo de lo que no sé pero de lo que sí sé hablo hasta debajo del agua.  Y te aseguro que esto que escribió el profeta Isaías en el sigo VIII a.C. está de plena actualidad: “Sí, con alegría saldréis, y en paz seréis traídos.” Isaías 55, 12
 
Piénsalo porque creo que compensa.
 

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