Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Graci y Espe

por Canta y camina

Dice el refranero popular que “es de bien nacidos el ser agradecidos”, pero en ocasiones siento que no estoy para gratitudes sino que más bien la vida tendría que pedirme perdón por tanta cosa mala que me pasa.

Eso lo pienso en momentos de bajón, cuando lo veo todo negro, sin salida, sin remedio, de mal en peor, en el fondo del pozo… Podría seguir poniendo metáforas pero te haces una idea, ¿verdad?

En uno de esos momentos un amigo me dijo “no es todo negro ni todo un túnel oscuro, estás viva y mientras estás vivo hay esperanza.” Me hizo pensar, qué caray. Estoy viva y por muy chunga que sea la vida a veces, prefiero estar viva a estar muerta o a no haber existido, así que sí, doy gracias por estar viva y tengo esperanza, una fuerza interior que me mueve a creer que las cosas mejorarán, que puedo reconstruirme, reconstruir mi vida y volver a ser feliz.

La esperanza es buena y no es un engañabobos, tampoco es un clavo ardiendo al que agarrarse ni una zanahoria colgada de un palo detrás del que ir, ni una palabra mágica. La esperanza es para personas fuertes y valientes, perseverantes, dispuestas a trabajar duro para conseguir lo que se proponen.

La esperanza me empuja a seguir adelante -siempre adelante, para atrás ni para coger carrerilla, como decía mi abuelo Raimundo-, no me oculta que tengo que esforzarme ni que el camino no será siempre llano, pero aligera el peso de mi corazón cuando estoy triste y dolorida y le pone color a la vida cuando lo veo todo negro.

Así que sí, estoy agradecida por tantas cosas que parecen pequeñas pero que son muy grandes: por estar viva, por tener amigos que me escuchan y me hacen pensar, por las personas que me quieren, por las que me ayudan, por tener esperanza, por el nuevo día, por la lluvia, por el sol, por los colores del campo en otoño y los indescriptibles atardeceres de mi pueblo.

Estoy agradecida por tener fe, aunque a veces sienta que se me muere. Y también por las veces que siento a Dios a mi lado, aunque no sea ni mucho menos todos los días. Estoy agradecida por haberme levantado después de los golpes, con ayuda sí, pero también con mi esfuerzo. Estoy agradecida por el apoyo y aliento de tantas personas buenas, ellas saben quiénes son, no puedo nombrarlas a todas. No es que esté agradecida por las dificultades, porque no lo estoy, pero sí por haber sobrevivido a ellas como a mil batallas.

Además la fe le da otra vuelta de tuerca a todo, me lleva a ver los obstáculos como algo que me hace más fuerte mientras los supero, algo que me hace crecer por dentro. Me lleva a ver una caricia de Dios en cada cosa bonita que veo, como un becerrín recién nacido o unas grullas volando hacia África. Me lleva a sentirme amada por Él en cada gesto de cariño que recibo de mis personas queridas. Me lleva a dar sentido sobrenatural a una canción imaginando que es Jesús quien me la canta.

Y todo eso me mueve a darle las gracias a Dios. Por todo. Siempre.

 

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