La iglesia de Arka Pana (Madre de Dios), más conocida como la iglesia de Nowa Huta, es el mejor ejemplo de la resistencia del pueblo polaco contra la tiranía comunista que padeció durante décadas. Este esfuerzo común por la libertad de un pueblo fue liderado por un hombre: Karol Wojtyla, entonces cardenal de Cracovia y hoy elevado a los altares como san Juan Pablo II.
Para narrar la epopeya de la construcción de la iglesia de Nowa Huta qué mejor que leer lo que ha escrito el arquitecto español Esteban Fernández-Cobián, profesor del Departamento de Construcciones Arquitectónicas de la ETSAC, donde dirige una línea de investigación sobre la construcción del espacio sagrado en la arquitectura contemporánea. Desde estas líneas agradecerle que me haya dado permiso a la publicación de estos fragmentos de su escrito en el blog.
Durante los primeros años de la ocupación soviética de Polonia, las autoridades comunistas decidieron construir una nueva ciudad industrial en el cinturón metropolitano de Cracovia. Se trataba de erigir la ciudad socialista perfecta, planificada como oficialmente atea: sería «la ciudad sin Dios».
En Nowa Huta (que significa «Nueva Siderurgia»), se construyeron los altos hornos más importantes del país, donde llegaron a trabajar cuarenta mil obreros procedentes de todos los rincones de Polonia. Tadeusz Ptaszyckicoordinó el equipo de arquitectos que realizó las construcciones más significativas. Las obras comenzaron el 23 de junio de 1949. Pero no todo se pudo realizar como el «establishment» soviético pretendía. En 1960 comenzaron las manifestaciones de ciudadanos que demandaban la construcción de una iglesia para la ciudad; hubo muertos y heridos. ¿Qué estaba ocurriendo?
El propio Juan Pablo II relataba años más tarde:
«El conflicto comenzó en un gran barrio residencial, en Bienczyce. Inicialmente, después de las primeras solicitudes, las autoridades comunistas concedieron permiso para construir la iglesia y asignaron también el terreno. La gente puso inmediatamente en él una cruz. Sin embargo, el permiso acordado en tiempos del arzobispo Baziak fue retirado y las autoridades decidieron que se quitara la cruz. La gente se opuso inmediatamente. Siguió incluso un enfrentamiento con la policía, con víctimas y heridos. El alcalde de la ciudad pedía que se ‘calmara a la gente’. Este fue uno de los primeros episodios de una larga batalla por la libertad y la dignidad de aquella población, que el destino había llevado a la parte nueva de Cracovia»
(«¡Levantáos! ¡Vamos!», Plaza y Janés, Barcelona, 2004, pág. 77-78).
En efecto, como obispo auxiliar, Karol Wojtyla mantuvo una larga correspondencia con las autoridades para obtener el permiso para levantar una iglesia. Una y otra vez la respuesta fue negativa, hasta que en 1958 el partido concedió, con reticencias, la licencia de obras. Se puso una cruz en el solar designado. La cruz era derribada por la noche, y una y otra vez, reaparecía semanas después. Mientras tanto, Wojtyla y otros sacerdotes celebraban la misa allí, a cielo abierto, en invierno y en verano, bajo la lluvia y la nieve o bajo un sol abrasador. Pacientemente, miles de personas hacían fila para comulgar, pero la tensión iba en aumento.
La situación estalló el 27 de abril de 1960, cuando las autoridades enviaron un bulldozer para retirar la cruz. Ese mismo día, el Ministro de Cultura y Artes,Lucjan Motyka, fue duramente increpado por los manifestantes que se concentraron frente al hospital donde se encontraba convaleciente; como él recordaría más tarde, Motyka estaba convencido de que las palabras de calma del obispo habían evitado un peligroso altercado.
Sin embargo, en 1962 el gobierno retiró definitivamente el permiso de construcción. Entonces comenzó el enfrentamiento directo entre el obispo y las autoridades comunistas. Fue una agotadora guerra de nervios, sobre todo con el jefe de la Oficina Provincial encargada de las cuestiones religiosas, un hombre «comedido durante las conversaciones, pero muy duro e intransigente en las decisiones que tomaba después y que denotaban un ánimo desconfiado y malévolo» (Ibídem).
Wojtyla, tenaz y a la vez prudente, evitó choques sangrientos, pero mantuvo la protesta y la presión hasta que en 1967 las autoridades permitieron a los obreros erigir la nueva iglesia; eso sí, la tendrían que levantar con sus propias manos.
El 14 de octubre de 1967, el recién creado cardenal Wojtyla celebró la misa que dio comienzo a la construcción de la iglesia. Se usó maquinaria muy rudimentaria, ya que ninguna empresa constructora pudo trabajar en el edificio. Don Karol acudió a la obra a trabajar de peón albañil codo con codo con tantos voluntarios. Para que se sintieran involucrados en la construcción del templo, el párroco Gorzelany tuvo la feliz idea de pedir a cada uno de los fieles que llevara una piedra. El 18 de mayo de 1969 se colocó la primera, que provenía de los restos de la basílica constantiniana de San Pedro y que había sido expresamente bendecida por el papa Pablo VI. La construcción del Arka Pana se convertía en un símbolo de la Iglesia universal.
Durante los diez años que duraron las obras, cada domingo se celebraban diez o doce misas al aire libre, alrededor de la cruz. A cada una de ellas asistía una media de cinco mil personas. Lo único que estaba cubierto era el altar. Según testigos presenciales, el ambiente que se respiraba era impresionante (Cf. M.A. de R.G., «Nowa Huta-Polonia», ARA, 41 (1974), pág. 108).
Para mayor dolor de los mandos políticos, la iglesia de Nowa Huta se estaba haciendo con un coste económico nulo: todos los gastos y la mano de obra los aportaban los obreros que trabajaban en las fábricas comunistas. El pueblo polaco había ganado esa batalla. Cuando en 1977, un año antes de ser elegido Papa, el cardenal Wojtyla consagró la iglesia de la Madre de Dios, dijo: «¡En Polonia no se puede luchar contra la religión en nombre de los trabajadores porque para el trabajador polaco, la religión es riqueza, luz, verdad y vida!».
La próxima semana la dedicaré a explicar arquitectónicamente este magnífico templo de la arquitectura religiosa contemporánea que es Arka Pana (Madre de Dios), más conocida como la iglesia de Nowa Huta.