Bruce y Pau
por Canta y camina
Durante este último verano he hecho varios descubrimientos culturales: he leído una biografía de Bruce Springsteen, he escuchado su canción “The River”, me he aprendido “Eso que tú me das” de Jarabe de Palo, he leído “Milagro en los Andes” de Nando Parrado y “Tenía que sobrevivir” de Roberto Canessa, los 2 supervivientes de la tragedia de Los Andes que atravesaron la cordillera andando durante 10 días y lograron que rescataran a todos los supervivientes que quedaron en la montaña.
Tengo un hermano que de vez en cuando me recomienda cosas: tienes que ir a tal sitio, tienes que hacer este retiro, léete este libro, escucha esta canción… y siempre acierta, todas esas recomendaciones suyas me gustan tanto y me sientan tan bien que ahora le hago caso siempre.
Esto me dice varias cosas:
1-Este hermano me conoce muy bien, a veces pienso que mejor que yo misma.
2-Él me ve desde fuera y con objetividad, por eso ve qué necesito. Yo me veo desde dentro de la maraña de sentimientos, preocupaciones, prisas, tareas pendientes… sin perspectiva, muy cerca del árbol.
3-Sigue recomendándome cosas porque soy una buena caja de resonancia: disfruto tanto de todo lo que me recomienda que luego lo proclamo a los cuatro vientos.
Bueno, pues mi hermano es súper fan de Bruce Springsteen y muchas veces me ha dicho que vaya a un concierto, que escuche tal o cual canción y yo en eso no le hacía caso porque el rock no es lo mío, soy más de música pop y baladas.
El caso es que su entusiasmo es tan grande que este verano ha compartido varios vídeos de Bruce en los que sube a niños al escenario, cantan y bailan con él y se muestra muy simpático y me recomendó una biografía: “Born to run”.
La leí y me llamó mucho la atención cómo fueron su infancia y adolescencia y las dificultades que atravesó para realizar su sueño de formar una banda de rock. Por momentos me identificaba con él porque nació en una familia católica, conoció el dolor y el sufrimiento desde muy joven, puso todo su empeño en realizar su sueño atravesando muchas dificultades, creyó en sí mismo aunque otros no lo hicieron, y yo algunas de esas situaciones las he vivido en mi propia carne.
Pero lo que más admiro de Bruce es que pone letra y música a su experiencia vital o a la de otros. Interpela a quienes lo escuchan, los remueve por dentro y los mueve a hacer o decir. Eso es un don y lo cultiva y lo trabaja.
Y me dirás: “Vale, pero ¿qué pinta esto en un blog cristiano?” Pues pinta lo que tú quieras que pinte, a lo mejor te dice algo o a lo mejor no te dice nada.
A mí me ha impresionado que Bruce reconozca en su biografía que la formación religiosa que vivió en su infancia estaba excesivamente cargada de moralismo al tiempo que carecía de experiencia espiritual, que “llegué a sentir la fatiga emocional y corporal del catolicismo” y que por eso en la adolescencia rompió con la Iglesia y se sintió libre y se creyó libre.
“Sin embargo, conforme me hacía mayor, fui detectando ciertas cosas en mi forma de pensar, reaccionar y comportarme. Y llegué a entender, con perplejidad y tristeza, que un católico lo es para siempre. Y dejé de engañarme. No soy un practicante asiduo de mi religión, pero sé que en algún lugar muy adentro... sigo formando parte del equipo". “Ha estado junto a mí como un sueño en vigilia durante toda mi vida. Y ya de joven adulto, traté de darle sentido. Intenté enfrentarme al desafío por la misma razón de que hay almas que se pierden y un reino de amor que conquistar. Expuse lo que había absorbido a través de las duras y desgraciadas vidas de mi familia, mis amigos y vecinos. Lo transformé en algo a lo que pudiese aferrarme, comprender, algo en lo que incluso pudiese tener fe. Por divertido que pueda parecer, tengo una relación personal con Jesucristo (...) creo profundamente en su amor y en su capacidad de salvarnos".
Dice Bruce que “Mi lenguaje procede de la Biblia”. Describe con mucha belleza el momento en que se sintió reconciliado con su pasado, con su familia y con el colegio de Santa Rosa: "Una vez más bajo la sombra del campanario, allí de pie sintiendo sobre mis espaldas el alma vieja de mi árbol, de mi pueblo, regresaron a mí unas palabras y una bendición. Las había canturreado sin pensar, una y otra vez, vestido con mi chaqueta verde, mi camisa color marfil y mi corbata verde de todos los discípulos reacios de Santa Rosa. Esa noche acudieron a mí y fluyeron de un modo distinto. Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre...".
A Pau Donés le he puesto nombre hace poco, sabía que era el cantante de Jarabe de Palo pero no su nombre, que murió el verano pasado de cáncer, y ya. Ahora sé que se crió en una familia cristiana pero que era ateo. Que también tuvo dificultades en su infancia y adolescencia y que tenía muy claro que haría realidad su sueño de ser músico. Que todas las dificultades que atravesó no le convirtieron en un amargado sino en una persona optimista y vital dispuesta a enfrentarse a todo.
Nunca había escuchado nada suyo hasta que alguien me envió el vídeo de “Eso que tú me das”. Me quedé helada, muy conmovida ante el aspecto terrible de Pau y su permanente sonrisa durante toda la canción. Sentí que ese desconocido me hablaba directamente a mí con su cantar sentado con aspecto de estar exhausto, con su bailar despacito pero con buen ritmo, con sus ojos brillantes y su sonrisa que le ilumina toda la cara.
Yo no sé nada de música, aprendí a tocar la flauta dulce en el colegio y me encantaba pero tocaba más de oído que porque supiera de notas, solfeo, ritmos o qué se yo. Aprendí 3 acordes de guitarra y ahí quedó la cosa, me encantaría saber tocarla. Me chifla cantar pero no tengo buena voz y lo suplo con mi entusiasmo.
El caso es que amo la música porque es capaz de expresar cosas que yo no sé explicar, “materializa” sentimientos, sensaciones, estados de ánimo, cosas muy profundas del alma para las que no encuentro palabras.
Y al escuchar en una canción eso que a mí me pasa y no sé explicar siento un gran alivio porque alguien más se ha encontrado como yo y ha sabido decirlo ¡con música! Y al escuchar una melodía que hace vibrar mi corazón, ya sea de alegría, de melancolía, de pura tristeza o dolor me siento en comunión con el artista que la escribió, porque lo sintió primero y supo expresarlo y compartirlo, y con los músicos que saben interpretarla y darle su auténtico sentido.
A mí personalmente la música me acerca a Dios de una forma muy íntima y personal. Hay canciones que no tienen nada que ver con Él que a mí me sirven para hablarle de mis cosas, hay melodías que me hacen levantar los ojos al Cielo y decirle gracias o te quiero o qué bueno eres conmigo.
También tengo etapas más o menos largas y oscuras en las que quiero rezar, necesito rezar y no soy capaz, así que me pongo canciones cristianas pero me agotan y entonces pongo cualquier otra música.
Por eso hoy he traído a este blog a Bruce y a Pau, porque durante este verano me han acercado a Dios a través de su música.
Si tú quieres rezar y no te sale prueba con música, a ver si alguna frase de una canción o una melodía te hace contacto en el corazón y a partir de ahí puedes empezar.