Educar sin cambiar nuestra historia
por Piedras vivas
Hay que reparar el daño moral hecho a los jóvenes por enseñarles una historia moderna de España falsa, culminada con la “Ley de Memoria Histórica”, una contradictio in terminis porque la historia no se escribe desde las leyes. Y porque las versiones manipuladas de los últimos siglos, y singularmente de la Guerra Civil -presentada en varias Autonomías-, siguen encajonando a los alumnos en un mundo de ignorancia y menosprecio a su país. Por ejemplo, el descubrimiento y conquista de América; las leyendas negras de la Iglesia; la República golpista buena y el franquismo vencedor malo en la Guerra Civil; o el papel de los católicos en la Transición.
Mentira y odio de la mano
Los jóvenes y muchos mayores asisten pasivamente al desmantelamiento con alevosía de monumentos y personajes importantes de nuestra verdadera historia, cultura y arte, como José María Pemán, José Calvo Sotelo, Pedro Muñoz Seca, José Utrera, o los mártires civiles y religiosos asesinados junto a las tapias de los cementerios. Luis Felipe Utrera ha calificado esa Ley como una “orgía iconoclasta desde el odio cainita”; y citaba la frase del existencialista francés Albert Camus: “existe una filiación biológica entre el odio y la mentira”. ¿Pero qué les importa a los deformadores de la historia y de la conciencia ajena?
Ciertamente se ha globalizado el imperio de la mentira pero eso no nos exime de barrer nuestra propia casa, como señalaba el filósofo Julián Marías cuando afirmaba que no se abrirá de verdad el horizonte de España mientras no haya una decisión de establecer el imperio de la veracidad. Y reclamaba que cada uno pida en privado, y en público si hace falta, que el mentiroso confronte sus ideas con datos y salga de su cueva, a fin de no hacernos cómplices y acreedores ante las futuras generaciones.
Vienen a la mente también las advertencias de G.Orwel sobre el Gran Hermano con su ministerio de la verdad, o su Rebelión en la granja, donde todos son iguales … aunque unos más que otros cuando la nueva casta llega al poder.
Estamos ante un tema ético fundamental que solo puede desarrollarse en una atmósfera de verdad: la verdad os hará libres dijo Jesucristo, mientras que una libertad autosuficiente no nos podrá hacer verdaderos, según dicen algunos. Por eso hace mucha falta un pacto de Estado por la libertad, la ética y la educación integral que dure años, porque no hay juventud que soporte siete leyes de educación en treinta y cinco años; y casi da pena mostrar la extensa relación: la LGE 1970; LOECE 1980; LODE 1985; LOGSE 1990; LOCE 2002; LOE 2006; y la abortada LOMCE 2013. Hace falta elaborar una ley básica para todo el Estado caracterizada por la igualdad, la calidad, y la verdad, algo que los ciudadanos debemos exigir a todos los partidos y especialmente a los obstruccionistas que aspiran a llenar las conciencias de los jóvenes de ideologías mentirosas.
La clase de religión
Quienes desean embrutecer a los jóvenes con esas mentiras de la “memoria histórica” buscan sobre todo apartarlos de la religión. La monserga de quitar esas clases -tan reducidas en la actualidad- queda desmentida año tras año por los hechos. Según informa la Conferencia Episcopal, 2 de cada 3 alumnos, concretamente el 63 por ciento de todos los niveles -Infantil, Primaria, ESO y Bachillerato- , eligen la clase de religión . Son por tanto 3,5 millones de un total de 5,5 de alumnos.
Añaden los obispos que la oferta de la Religión en la escuela «es decisiva para una educación integral de la persona, para el diálogo entre fe y cultura, además de ayudar a entender las raíces de esta, a favorecer la acogida y comprensión del otro, a comprender y estimar las otras religiones, a respetar y amar la naturaleza como obra de Dios».
Con gran perseverancia invitan a los padres a favorecer la educación de sus hijos sin dejarse frenar por las dificultades que pueden encontrar en algunos centros. Y recuerdan que «la tarea educativa de los padres se realiza, en primer lugar, con su palabra y testimonio ante sus hijos y con la colaboración estrecha de los profesores, en este caso de los que imparten la formación religiosa».
El altavoz de Religión en Libertad me parece óptimo para reflexionar sobre estas dos realidades indispensables para vivir y convivir en una sociedad abierta. Van siempre de la mano aunque algunos quieran separarlo y deformar la mente de los jóvenes.
Mentira y odio de la mano
Los jóvenes y muchos mayores asisten pasivamente al desmantelamiento con alevosía de monumentos y personajes importantes de nuestra verdadera historia, cultura y arte, como José María Pemán, José Calvo Sotelo, Pedro Muñoz Seca, José Utrera, o los mártires civiles y religiosos asesinados junto a las tapias de los cementerios. Luis Felipe Utrera ha calificado esa Ley como una “orgía iconoclasta desde el odio cainita”; y citaba la frase del existencialista francés Albert Camus: “existe una filiación biológica entre el odio y la mentira”. ¿Pero qué les importa a los deformadores de la historia y de la conciencia ajena?
Ciertamente se ha globalizado el imperio de la mentira pero eso no nos exime de barrer nuestra propia casa, como señalaba el filósofo Julián Marías cuando afirmaba que no se abrirá de verdad el horizonte de España mientras no haya una decisión de establecer el imperio de la veracidad. Y reclamaba que cada uno pida en privado, y en público si hace falta, que el mentiroso confronte sus ideas con datos y salga de su cueva, a fin de no hacernos cómplices y acreedores ante las futuras generaciones.
Vienen a la mente también las advertencias de G.Orwel sobre el Gran Hermano con su ministerio de la verdad, o su Rebelión en la granja, donde todos son iguales … aunque unos más que otros cuando la nueva casta llega al poder.
Estamos ante un tema ético fundamental que solo puede desarrollarse en una atmósfera de verdad: la verdad os hará libres dijo Jesucristo, mientras que una libertad autosuficiente no nos podrá hacer verdaderos, según dicen algunos. Por eso hace mucha falta un pacto de Estado por la libertad, la ética y la educación integral que dure años, porque no hay juventud que soporte siete leyes de educación en treinta y cinco años; y casi da pena mostrar la extensa relación: la LGE 1970; LOECE 1980; LODE 1985; LOGSE 1990; LOCE 2002; LOE 2006; y la abortada LOMCE 2013. Hace falta elaborar una ley básica para todo el Estado caracterizada por la igualdad, la calidad, y la verdad, algo que los ciudadanos debemos exigir a todos los partidos y especialmente a los obstruccionistas que aspiran a llenar las conciencias de los jóvenes de ideologías mentirosas.
La clase de religión
Quienes desean embrutecer a los jóvenes con esas mentiras de la “memoria histórica” buscan sobre todo apartarlos de la religión. La monserga de quitar esas clases -tan reducidas en la actualidad- queda desmentida año tras año por los hechos. Según informa la Conferencia Episcopal, 2 de cada 3 alumnos, concretamente el 63 por ciento de todos los niveles -Infantil, Primaria, ESO y Bachillerato- , eligen la clase de religión . Son por tanto 3,5 millones de un total de 5,5 de alumnos.
Añaden los obispos que la oferta de la Religión en la escuela «es decisiva para una educación integral de la persona, para el diálogo entre fe y cultura, además de ayudar a entender las raíces de esta, a favorecer la acogida y comprensión del otro, a comprender y estimar las otras religiones, a respetar y amar la naturaleza como obra de Dios».
Con gran perseverancia invitan a los padres a favorecer la educación de sus hijos sin dejarse frenar por las dificultades que pueden encontrar en algunos centros. Y recuerdan que «la tarea educativa de los padres se realiza, en primer lugar, con su palabra y testimonio ante sus hijos y con la colaboración estrecha de los profesores, en este caso de los que imparten la formación religiosa».
El altavoz de Religión en Libertad me parece óptimo para reflexionar sobre estas dos realidades indispensables para vivir y convivir en una sociedad abierta. Van siempre de la mano aunque algunos quieran separarlo y deformar la mente de los jóvenes.
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