Saber decir «Sí»
A partir del 17 de diciembre la liturgia cambia de sentido. La cercanía del Señor nos invita a una mayor interioridad en la preparación de la Navidad. La presencia de la Virgen nos acompaña diariamente en los textos. El segundo Prefacio, propio de estos días, nos ambienta el sentido profundo y cordial con que tenemos que esperar al Salvador: <>.
Cada año la Navidad nos permite intensificar nuestra relación con Él. Su presencia puede ser más activa en nuestra vida. Su nacimiento se hace más eficaz en corazón de cada creyente.
El papa Francisco, en el Ángelus del día 8 de diciembre, habló bellamente de la Virgen. Es su costumbre. Comparó las lecturas de la Eucaristía Gn 3, 915. 20 y Lc 1, 26-38. Los textos conducen al origen del bien y del mal.
En el libro del Génesis se nos narra, con imágenes comprensibles, el pecado de nuestros primeros padres. El hombre no pudo con su grandeza y se dejó engañar. La inmensas bendiciones recibidas fueron la ocasión para que el diablo le incitara a ser como Dios. No quiso mantenerse en su realidad de criatura y se enfrentó a su Creador: << No serviré>>.
Al salirse de la comunión con Dios, se perdió a sí mismo, tuvo miedo y se escondió. Estaba desnudo; Y su desnudez no afectaba solo a su realidad corporal. Su persona se encontró en la suma pobreza. La llamad del Señor se parece a la voz de un padre que encuentra al hijo que perdido. “Pero el Señor no deja al hombre a meced de su mal; enseguida le busca y le dirige ye dirige una palabra llena de temor: ¿Dónde está? Como si dijera:. Es la pregunta de un padre o de una madre que busca su hijo perdido: < ¿Dónde estás?>. < ¿En qué situación has terminado?> Y esto lo hace Dios con tanta paciencia, hasta colmar la distancia que se crea en los orígenes”. En libertad seguimos viviendo y como fruto de aquel pecado decimos tantas veces <>.
Frente este pasaje, el evangelista San Lucas 1, 26-38 nos narra la Encarnación del Verbo. El asombro de todos los siglos. Dios habita entre nosotros y lo hace con la mediación del <> de María. “Por esto Jesús inició su recorrido en los caminos de la humanidad; lo inició en María, transcurriendo los primeros meses de vida en el seno materno; no apareció ya adulto y fuerte, sino que siguió todo el recorrido de un ser humano. Se hizo en todo igual a nosotros, excepto en una cosa: ese ´no´ al pecado…
María responde a la propuesta de Dios diciendo: ´Aquí está la esclava del Señor´. No dice bueno, esta vez haré la voluntad de Dios, me vuelvo disponible, después veré…´. No, el suyo es un <> que es pleno y sin condiciones. Y así como el no de los orígenes había errado el paso del hombre a Dios, así el <> de María ha abierto el camino de Dios entre nosotros. Es el <> más importante de la historia, el <> humilde que derroca el <> soberbio de los orígenes, el <> fiel que sana la desobediencia, el <> disponible que derroca el egoísmo del pecado”.
La verdadera historia del amor de Dios en el mundo se construye con los creyentes que responden un <> como María en cada acontecimiento. La historia de nuestra vulgaridad, por el contrario, está escrita por el <>. “También cada uno de nosotros tiene su historia de salvación hecha del y del a Dios… Somos astutos para no decir un verdadero y propio a Dios y decimos ´Pero discúlpeme no puedo´, ´no hoy pero mañana´, Esta astucia nos aleja de Dios y nos lleva al del pecado.
En cambio cada <> da origen a una historia nueva… El pecado nos vuelve viejos en nuestro interior, nos envejece rápidamente. Cada <> a Dios da origen a historias de salvación para nosotros y para los demás”…
Con la generosidad y confianza, imitando a María, digamos hoy, cada uno de nosotros este <> personal a Dios “.
Cada año la Navidad nos permite intensificar nuestra relación con Él. Su presencia puede ser más activa en nuestra vida. Su nacimiento se hace más eficaz en corazón de cada creyente.
El papa Francisco, en el Ángelus del día 8 de diciembre, habló bellamente de la Virgen. Es su costumbre. Comparó las lecturas de la Eucaristía Gn 3, 915. 20 y Lc 1, 26-38. Los textos conducen al origen del bien y del mal.
En el libro del Génesis se nos narra, con imágenes comprensibles, el pecado de nuestros primeros padres. El hombre no pudo con su grandeza y se dejó engañar. La inmensas bendiciones recibidas fueron la ocasión para que el diablo le incitara a ser como Dios. No quiso mantenerse en su realidad de criatura y se enfrentó a su Creador: << No serviré>>.
Al salirse de la comunión con Dios, se perdió a sí mismo, tuvo miedo y se escondió. Estaba desnudo; Y su desnudez no afectaba solo a su realidad corporal. Su persona se encontró en la suma pobreza. La llamad del Señor se parece a la voz de un padre que encuentra al hijo que perdido. “Pero el Señor no deja al hombre a meced de su mal; enseguida le busca y le dirige ye dirige una palabra llena de temor: ¿Dónde está? Como si dijera:
Frente este pasaje, el evangelista San Lucas 1, 26-38 nos narra la Encarnación del Verbo. El asombro de todos los siglos. Dios habita entre nosotros y lo hace con la mediación del <
María responde a la propuesta de Dios diciendo: ´Aquí está la esclava del Señor´. No dice bueno, esta vez haré la voluntad de Dios, me vuelvo disponible, después veré…´. No, el suyo es un <
La verdadera historia del amor de Dios en el mundo se construye con los creyentes que responden un <
En cambio cada <
Con la generosidad y confianza, imitando a María, digamos hoy, cada uno de nosotros este <
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