Tú puedes elegir (y II)
Resulta difícil aceptar que los “golpes de buena suerte”
no dependen tanto de la casualidad, como de nuestra
propia actitud mental.
-Cecil Stonewall-
─ Seguimos, Pedro, con mi amigo Pablo el empresario.
─ Sí, por favor.
Durante varios años le perdí la pista hasta que un día, un amigo común, me llamó para decirme que Pablo llevaba tiempo internado en un hospital de una ciudad andaluza.
Me puse en contacto con él justo el día que le daban el alta.
─ No te preocupes, me dijo, que la próxima semana estoy ahí.
Me faltó tiempo para visitarle e interesarme por él.
─ Creo que has estado a punto de morir.
─ Bueno, más bien quisieron matarme y casi lo consiguen, pero yo quiero vivir; ya me conoces.
─ Y ¿cómo fue?
─ Me encontraba cerrando el restaurante, casualmente solo, cuando entraron tres individuos con la cara cubierta y una pistola. Debía ser la primera vez que intentaban robar porque estaban más nerviosos que yo. Creo que por efecto del nerviosismo al hacer yo un movimiento para abrir la caja, disparó la pistola y me hirió en el pecho. Caí fulminado y cuando desperté me vi en el quirófano con médicos y enfermeras muy serios. En ese momento me asusté; me pareció leer en sus caras: “es hombre muerto”. Intuí que era uno de esos momentos en que tenía que tomar una decisión: Vivir o morir. Escogí vivir.
─ Tranquilo, amigo, dijo un médico con cara de preocupación. Tranquilo. ¿Es usted alérgico a algo?
─ Sí, a las balas, respondí.
─ Fantástico, amigo, dijo sonriendo. El humor ayuda a solucionar problemas.
─ Doctor, quiero vivir, opéreme como si estuviera vivo, no muerto.
Seis horas de operación, semanas de terapia intensiva y su asombrosa actitud positiva devolvieron a Pablo a la vida normal.
─ Volviste a nacer, Pablo, le dije.
─ Si, me respondió, pero estoy acostumbrado a “nacer” en los desafíos menudos y permanentes de la vida hasta que nazca definitivamente en la eternidad. Y estoy preparado también para eso.
─ Los hay con suerte y, además, profundo ¿eh, profe?
─ Si; pero la suerte y la profundidad hay que buscarlas y para eso es fundamental la actitud, la fe y el trabajo. Decía Stepthen Leacock: “Creo muchísimo en la suerte y descubro que cuanto más trabajo, más suerte tengo”.
─ Según eso usted será un hombre con mucha suerte, profe.
─ ¿Por qué?
─ Porque trabaja mucho.
─ Gracias.
no dependen tanto de la casualidad, como de nuestra
propia actitud mental.
-Cecil Stonewall-
─ Seguimos, Pedro, con mi amigo Pablo el empresario.
─ Sí, por favor.
Durante varios años le perdí la pista hasta que un día, un amigo común, me llamó para decirme que Pablo llevaba tiempo internado en un hospital de una ciudad andaluza.
Me puse en contacto con él justo el día que le daban el alta.
─ No te preocupes, me dijo, que la próxima semana estoy ahí.
Me faltó tiempo para visitarle e interesarme por él.
─ Creo que has estado a punto de morir.
─ Bueno, más bien quisieron matarme y casi lo consiguen, pero yo quiero vivir; ya me conoces.
─ Y ¿cómo fue?
─ Me encontraba cerrando el restaurante, casualmente solo, cuando entraron tres individuos con la cara cubierta y una pistola. Debía ser la primera vez que intentaban robar porque estaban más nerviosos que yo. Creo que por efecto del nerviosismo al hacer yo un movimiento para abrir la caja, disparó la pistola y me hirió en el pecho. Caí fulminado y cuando desperté me vi en el quirófano con médicos y enfermeras muy serios. En ese momento me asusté; me pareció leer en sus caras: “es hombre muerto”. Intuí que era uno de esos momentos en que tenía que tomar una decisión: Vivir o morir. Escogí vivir.
─ Tranquilo, amigo, dijo un médico con cara de preocupación. Tranquilo. ¿Es usted alérgico a algo?
─ Sí, a las balas, respondí.
─ Fantástico, amigo, dijo sonriendo. El humor ayuda a solucionar problemas.
─ Doctor, quiero vivir, opéreme como si estuviera vivo, no muerto.
Seis horas de operación, semanas de terapia intensiva y su asombrosa actitud positiva devolvieron a Pablo a la vida normal.
─ Volviste a nacer, Pablo, le dije.
─ Si, me respondió, pero estoy acostumbrado a “nacer” en los desafíos menudos y permanentes de la vida hasta que nazca definitivamente en la eternidad. Y estoy preparado también para eso.
─ Los hay con suerte y, además, profundo ¿eh, profe?
─ Si; pero la suerte y la profundidad hay que buscarlas y para eso es fundamental la actitud, la fe y el trabajo. Decía Stepthen Leacock: “Creo muchísimo en la suerte y descubro que cuanto más trabajo, más suerte tengo”.
─ Según eso usted será un hombre con mucha suerte, profe.
─ ¿Por qué?
─ Porque trabaja mucho.
─ Gracias.
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