Todavía hay esperanza
Respiramos tranquilos
por Piedras vivas
Sorpresa en las pasadas elecciones para todos. De nuevo las encuestas no han podido reflejar la realidad, no siempre por fallos técnicos sino porque los españoles no decimos lo que pensamos o bien ocultamos las preferencias. Esta experiencia trae nueva esperanzas sobre la percepción de los ciudadanos, sus comentarios en intimidad y sus decisiones más personales. No somos tan fáciles de engañar. Ha pasado el peligro.
Podemos se está lamiendo las heridas por el batacazo sufrido después de su continua labor de márquetin como la de ir del brazo con Izquierda Unida esperando sumar votos. Y ahora Iglesias y Garzón se dan cuenta de que hay muchos comunistas que no querían esa coyunda a pesar de las afinidades, porque veían que podían ser fagocitados por la propaganda y el caudillaje del amo de Podemos. Y desde dentro esos compañeros descontentos les han dado la puñalada.
El Partido socialista, con Sánchez a la cabeza, va comprobando que su apoyo al neocomunismo caudillista de Podemos en tantos ayuntamientos les ha quitado muchos votos de gente de izquierda sensata que no está dispuesta a ir del brazo con Podemos. Hace mucho tiempo, saben que González en Suresnes renunció al comunismo y abrazó la socialdemocracia que le ha ido tan bien, siendo hasta ahora un partido centrado sin extremismos, o si los tiene son tan residuales como los de la derecha, aunque ellos se crean muy vírgenes.
Una clave está en el año transcurrido en los ayuntamientos capitaneados por las marcas de Podemos, aupados y sostenidos por los socialistas, todo con la obsesión de aislar al Partido Popular, y la específica paranoia de Sánchez de demonizar a Rajoy. Aunque en un principio Rajoy era presentado como el culpable de no formar gobierno, se ha visto que las diecisiete negativas de Sánchez al diálogo han sido nocivas para el Partido Socialista. Ahora los ciudadanos perciben que el malo no es Rajoy sino Sánchez.
Con todo eso lo que ha minado la credibilidad de la izquierda cerrada ha sido la mala gestión de los ayuntamientos de Madrid, Valencia, Barcelona, Zaragoza y de otros muchos más pequeños. Porque los votantes hemos comprobado que han hecho muy poco por el bienestar de los vecinos, han dañado la economía, no han mejorado los servicios. Están actuando con nepotismo y mantienen a extremistas, como Guillermo Zapata y Rita Maestre en Madrid, o Anna Gabriel en Barcelona. Además cualquiera se da cuenta de la política de imagen con bebés en el hemiciclo, besos ambiguos a los amigos, o paseos por San Jerónimo no es gobernar para el bien común.
Concretamente les ha salido más caro de lo que creían sus ataques a la religión en Valencia por apartar del Tanatorio a la Virgen de los Desamparados, mientras crean un clima de permisividad que lleva a unos descerebrados a ofender gravemente los sentimientos religiosos o a perseguir al Cardenal Cañizares. En Madrid, la lista es muy amplia y más visible aún: el Ayuntamiento de Carmena ha paralizado la expansión de Chamartín y ha perdido muchos votos en esa zona y en la del Calderón, o en la Plaza de España exasperando a los inversores chinos. No digamos de las actuaciones sectarias contra monumentos y lápidas aplicando con sectarismo e ignorancia la peligrosa Ley de Memoria histórica de Zapatero.
La alcaldesa Carmena ha sido tibia con el asunto de los titiriteros que no sólo hacían un guiño ridículo a ETA sino principalmente porque ofendían a la policía, a los jueces, a las monjas, a la religión. Esos son sus logros mientras periódicamente las calles se convierten en un estercolero. No podemos olvidar tampoco las ridiculeces como plantar huertecitas en las terrazas del ayuntamiento de Cibeles o colocar banderolas colgantes dando la bienvenida a refugiados meses antes de que llegara alguno, o los artefactos estadísticos con las colillas (para beneficio del amiguete listo que le haya vendido la idea).
Ante tanta ineficacia, sectarismo y ridiculez, los ciudadanos han reaccionado retirando su voto a quienes prometían una nueva forma de hacer política, o al socialismo obsesivo por destruir aunque sin ofrecer nada constructivo. Y de fondo parece que los valores como coherencia, sinceridad, respeto a las creencias, y trabajo diario a favor del bien común siguen cotizando entre los españoles. Por eso los españoles hemos respirado tranquilos después de las elecciones por haber sorteado de momento el peligro de los populismos.
Los hechos dicen que afortunadamente no somos la Venezuela empobrecida y envenenada por sus dirigentes, y que tampoco nos fiamos de quienes montan su tinglado político con dinero de los sátrapas de Irán. Por todo eso todavía hay esperanza.
Podemos se está lamiendo las heridas por el batacazo sufrido después de su continua labor de márquetin como la de ir del brazo con Izquierda Unida esperando sumar votos. Y ahora Iglesias y Garzón se dan cuenta de que hay muchos comunistas que no querían esa coyunda a pesar de las afinidades, porque veían que podían ser fagocitados por la propaganda y el caudillaje del amo de Podemos. Y desde dentro esos compañeros descontentos les han dado la puñalada.
El Partido socialista, con Sánchez a la cabeza, va comprobando que su apoyo al neocomunismo caudillista de Podemos en tantos ayuntamientos les ha quitado muchos votos de gente de izquierda sensata que no está dispuesta a ir del brazo con Podemos. Hace mucho tiempo, saben que González en Suresnes renunció al comunismo y abrazó la socialdemocracia que le ha ido tan bien, siendo hasta ahora un partido centrado sin extremismos, o si los tiene son tan residuales como los de la derecha, aunque ellos se crean muy vírgenes.
Una clave está en el año transcurrido en los ayuntamientos capitaneados por las marcas de Podemos, aupados y sostenidos por los socialistas, todo con la obsesión de aislar al Partido Popular, y la específica paranoia de Sánchez de demonizar a Rajoy. Aunque en un principio Rajoy era presentado como el culpable de no formar gobierno, se ha visto que las diecisiete negativas de Sánchez al diálogo han sido nocivas para el Partido Socialista. Ahora los ciudadanos perciben que el malo no es Rajoy sino Sánchez.
Con todo eso lo que ha minado la credibilidad de la izquierda cerrada ha sido la mala gestión de los ayuntamientos de Madrid, Valencia, Barcelona, Zaragoza y de otros muchos más pequeños. Porque los votantes hemos comprobado que han hecho muy poco por el bienestar de los vecinos, han dañado la economía, no han mejorado los servicios. Están actuando con nepotismo y mantienen a extremistas, como Guillermo Zapata y Rita Maestre en Madrid, o Anna Gabriel en Barcelona. Además cualquiera se da cuenta de la política de imagen con bebés en el hemiciclo, besos ambiguos a los amigos, o paseos por San Jerónimo no es gobernar para el bien común.
Concretamente les ha salido más caro de lo que creían sus ataques a la religión en Valencia por apartar del Tanatorio a la Virgen de los Desamparados, mientras crean un clima de permisividad que lleva a unos descerebrados a ofender gravemente los sentimientos religiosos o a perseguir al Cardenal Cañizares. En Madrid, la lista es muy amplia y más visible aún: el Ayuntamiento de Carmena ha paralizado la expansión de Chamartín y ha perdido muchos votos en esa zona y en la del Calderón, o en la Plaza de España exasperando a los inversores chinos. No digamos de las actuaciones sectarias contra monumentos y lápidas aplicando con sectarismo e ignorancia la peligrosa Ley de Memoria histórica de Zapatero.
La alcaldesa Carmena ha sido tibia con el asunto de los titiriteros que no sólo hacían un guiño ridículo a ETA sino principalmente porque ofendían a la policía, a los jueces, a las monjas, a la religión. Esos son sus logros mientras periódicamente las calles se convierten en un estercolero. No podemos olvidar tampoco las ridiculeces como plantar huertecitas en las terrazas del ayuntamiento de Cibeles o colocar banderolas colgantes dando la bienvenida a refugiados meses antes de que llegara alguno, o los artefactos estadísticos con las colillas (para beneficio del amiguete listo que le haya vendido la idea).
Ante tanta ineficacia, sectarismo y ridiculez, los ciudadanos han reaccionado retirando su voto a quienes prometían una nueva forma de hacer política, o al socialismo obsesivo por destruir aunque sin ofrecer nada constructivo. Y de fondo parece que los valores como coherencia, sinceridad, respeto a las creencias, y trabajo diario a favor del bien común siguen cotizando entre los españoles. Por eso los españoles hemos respirado tranquilos después de las elecciones por haber sorteado de momento el peligro de los populismos.
Los hechos dicen que afortunadamente no somos la Venezuela empobrecida y envenenada por sus dirigentes, y que tampoco nos fiamos de quienes montan su tinglado político con dinero de los sátrapas de Irán. Por todo eso todavía hay esperanza.
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